De un tiempo a esta parte, R se ha convertido en una de mis mejores amigas. Aunque es creídita, me llevo bien con ella y digo ah, ya, qué bien, cuando me cuenta su infancia feliz a pesar de haber sido adoptada por sus abuelos, que estudió en uno de los mejores colegios de su pueblo, que tienen unos tíos con mucho dinero, que su tía tiene carro, huy, y todas las maravillas del mundo. Como se ve, se cree lo máximo. Y le aguanto todo porque me admira, le gusta lo que escribo, es la única que me ha pagado derechos de autor por haber hecho leer mis cuentos a sus alumnas, fue la única que supo que yo estaba enamorado de K, aguantó mis berrinches cuando K le dijo que tenía su chico y hablé pestes de la que me gustaba, aguanta cuando me burlo de las mujeres, cuando hablo pestes de ellas, me pregunta por lo que estoy escribiendo, y etc. Ah, y me cuenta los problemas con su ex. Hasta allí nomás, es mi amiga, y me supongo que no me traiciona cuando le digo que C, una de sus mejores amigas, y que fue amiga mía en la universidad, me llega a las pelotas por sobona, por patera, por lameculos, por gorda, por imbécil, porque, fuera del colegio, no es ni mierda. Ah, es la única que me dice que el suicidio es de cobardes. Esa es R, mi mejor amiga del cole, ¿hasta cuándo? No lo sé.
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