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miércoles, 19 de noviembre de 2014

No he vuelto a soñar



No he vuelto a soñar
con una casita en la montaña
como lo hacía cuando te amaba
y no pensaba que te fueras a marchar.
Nos pasábamos las noches en vela
mirando el cielo,
contando las estrellas,
dándonos besos.
También nos íbamos a la playa
a contemplar el mar;
así nos sorprendía la mañana
y ahora solo me queda la soledad.

No he vuelto a soñar
con los hijos que tendríamos;
duele pensar
que solo fue un sueño mío.

Inventaba canciones para ti,
escribíamos poemas,
traté de hacerte feliz,
hice todo lo posible para que sonrieras,
pero no fue suficiente
y un día te marchaste
con un adiós para siempre,
tan solo me dejaste.

Y no he vuelto a soñar
con una casita en la montaña,
con los paseos junto al mar

tú cantando y yo tocando la guitarra.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Entrevista

Pregunta: ¿Por qué ese afán de escribir sobre la guerra? Lo digo porque tienes varias novelas, entre publicadas e inéditas, sobre el tema. También cuentos.
Respuesta: Porque es un hecho que marcó profundamente mi vida. Las secuelas de esa guerra las sigo padeciendo hasta ahora y es probable que las padezca hasta el mismo día de mi muerte.

Pregunta: ¿Cuándo empezaste a escribir?
Respuesta: A los dieciséis o diecisiete años.

Pregunta: En el Puericultorio de Ayacucho.
Respuesta: Efectivamente.

Pregunta: Donde fuiste internado después de la muerte de tus padres.
Respuesta: Así es.

Pregunta: ¿Fue dura tu niñez en el Puericultorio?
Respuesta: Más o menos. Imagínate estar en un lugar donde todos éramos huérfanos, donde todos habíamos vivido la experiencia de ver morir a nuestros padres, a nuestros familiares de forma violenta.

Pregunta: Hasta allí no habías pisado la escuela.
Respuesta: Mmm. Yo nací en el campo, en un lugar de geografía agreste, lejos de la ciudad. La escuela más cercana estaba a medio día de camino. ¿Para qué me iban a mandar a estudiar mis padres si leer y escribir me iban a servir de poco para sembrar, cosechar, hacer leña, pastear las cabras?

Pregunta: Allí llega Sendero para preparar la guerra.
Respuesta: Sí.

Pregunta: ¿Tú también participaste en esos preparativos?
Respuesta: Todos los que vivíamos en ese lugar lo hicimos. Los senderistas nos decían que iban a luchar para terminar con la injusticia en la cual vivíamos y todos teníamos que participar porque si nosotros no luchábamos por nuestros derechos, nadie más lo iba a hacer.

Pregunta: Retratas ese entrenamiento en “Viaje al corazón de la guerra”.
Respuesta: Sí.

Pregunta: ¿Es una novela testimonial?
Respuesta: Sí. Como todo lo que he escrito sobre la guerra.

Pregunta: ¿Cuánto de ficción hay en esa novela?
Respuesta: Un poquito, como para que funcione la novela.

Pregunta: Volvamos a la guerra. Esta empieza el 17 de mayo de 1980.
Respuesta: Exactamente. Aunque las primeras acciones no fueron violentas.

Pregunta: ¿La violencia empieza con la intervención de las Fuerzas Armadas?
Respuesta: Antes. La guerra empieza a ser utilizada con fines personales. Muchas personas la utilizaron para apropiarse de los terrenos de las personas que no estaban en Sendero, para despojarlos de sus animales, para vengar viejas rencillas.

Pregunta: ¿Es así como ejecutan a tu padre?
Respuesta: A mi padre lo acusan de traidor. Cuando la guerra se intensifica, los senderistas empiezan a reclutar a los chiquillos para que luchemos contra los militares. Para que no hicieron eso con mis hermanos, mi padre los llevó a Lima. Entonces lo acusan de traidor y lo ejecutan.

Pregunta: ¿Delante de ustedes?
Respuesta: Sí. Incluso nos obligaron a que lo enterremos en ese momento.

Pregunta: Después el Ejército ejecutó a tu madre.
Respuesta: Mmm. Los militares llegaron un tiempo después a mi pueblo y detuvieron a muchas personas, entre ellos mi madre y varios familiares, incluyendo a los niños. Nos llevaron al cuartel de Acobamba y allí ejecutaron a los adultos.

Pregunta: ¿Es cierto que los quemaron vivos delante de ustedes?
Respuesta: Sí. Nos dijeron que así morirían todas las personas que colaboraran con los terrucos.

Pregunta: Debe haber sido una experiencia terrible.
Respuesta: Sí. Hay noches que esos hechos vuelven como si las estuviera viviendo en ese instante.

Pregunta: Después de la muerte de tus padres te entregan al Puericultorio de Ayacucho. ¿Hasta qué edad estuviste allí?
Respuesta: Hasta que cumplí los dieciocho años y fui reclutado por el Ejército para cumplir con mi servicio militar obligatorio.

Pregunta: ¿Mataste?
Respuesta: Estábamos en guerra, había que matar o morir.

Pregunta: ¿Qué se siente matar?
Respuesta: Casi nada, porque lo hacíamos en nombre de la patria. Había que matar a los terrucos que, incluso, eran más violentos que nosotros. Recuerda que ellos degollaban, apedreaban, mataban con machetes, hachas.

Pregunta: ¿No se pensaba en las víctimas inocentes?
Respuesta: Sendero tampoco lo pensaba.

Pregunta: Sales del Ejército y te adoptan los Gastelú Palomino y dejas de ser Aurelio Mamani Quispe.
Respuesta: Así es. Ellos eran compadres espirituales de mis padres y, al saber que yo estaba vivo, decidieron darme un hogar ya que toda mi familia había sido exterminada.

Pregunta: ¿Fuiste feliz con ellos?
Respuesta: Sí, porque me terminaron de educar y me mandaron a la universidad.

Pregunta: ¿No has hecho nada por recuperar tu antigua identidad?
Respuesta: No. Me imagino que debe ser un trámite engorroso. A estas alturas de mi vida ya para qué.

Pregunta: Ingresas a La Cantuta y empiezas a difundir tus escritos.
Respuesta: Sí. Empiezo a escribir sobre las cosas que había vivido en Ayacucho.

Pregunta: Y los aparatos de inteligencia te echan el ojo.
Respuesta: Así es.

Pregunta: Un día eres detenido y un tribunal militar sin rostro te condena a cadena perpetua.
Respuesta: Así es. Los hechos los cuento en la novela “Cadena perpetua”. No les importó que yo hubiera hecho el servicio militar, igual me consideraron senderista.

Pregunta: Un año después la Comisión Ad Doc de Indultos presidida por el padre Hubert Lanssiers recomienda que se te indulte.
Respuesta: Era inocente. Mi único pecado fue escribir sobre Ayacucho.

Pregunta: Y ser cholo.
Respuesta: Sí, la cara no me ayudaba (risas).

Pregunta: ¿Cómo fue ese año en Yanamayo?
Respuesta: Terrible, por el frío y el aislamiento total. Yo creo que si no fuese por la Biblia que me proporcionaron y leí de la primera hasta la última página, me habría vuelto loco.

Pregunta: ¿Les guardas rencor a las personas que te hicieron daño?
Respuesta: Antes. Ahora no. Odiar es por gusto, pierdes tu tiempo en personas que no valen la pena, que, en muchos casos, solo cumplían su función.

Pregunta: Ahora hablemos de la escritura, de las novelas, los libros. ¿Cuándo empiezas a escribir en “serio”?
Respuesta: Hace diez años. Cuando gano el Premio Horacio en cuento. Yo dije si me han dado el primer lugar, debe ser por algo.

Pregunta: Entonces decides dedicarte a escribir lo más que puedas.
Respuesta: Sí.

Pregunta: ¿Cuántas horas escribes al día?
Respuesta: Unas cuatro o cinco.

Pregunta: ¿Tienes un horario?
Respuesta: Sí. De ocho a once de la mañana y de ocho a diez de la noche.

Pregunta: ¿Todos los días?
Respuesta: Todas las veces que pueda. A veces no se puede porque tengo reuniones con los padres de familia o hay actividades en el colegio.

Pregunta: Me imagino que muchas personas no entienden este horario que tienes.
Respuesta: Algunos piensan que son horas en las que me estoy rascando la panza.

Pregunta: Sobre todo las mujeres.
Respuesta: Sí. Esas son las más jodidas (risas).

Pregunta: ¿Es por eso que no te has casado?
Respuesta: También.

Pregunta: ¿No sueñas con formar un hogar, tener tus hijos?
Respuesta: Algún día, cuando encuentre una mujer que me comprenda.

Pregunta: Que no te estás rascando la panza mientras escribes.
Respuesta: Aja.

Pregunta: A pesar de escribir bastante, solo has publicado tres novelas, un libro de cuentos e integras cuatro antologías.
Respuesta: Publicar sin pagar no es fácil y, como a mí no me gusta pagar para publicar, la mayoría de mis novelas están inéditas.

Pregunta: ¿No te desesperas por publicar?
Respuesta: Así es. Aunque casi todo lo que he escrito están publicados en versión digital.

Pregunta: ¿Escribes solo sobre la guerra?
Respuesta: No. También tengo un par de novelas eróticas, una novela juvenil, una novela policial. Escribo sobre todos los temas.

Pregunta: Tú te das a conocer como escritor gracias a los concursos.
Respuesta: Sí. Si no fuera por los concursos, no existiría.

Pregunta: ¿Ganar un concurso es fácil?
Respuesta: No. He perdido más veces de las que he ganado.

Pregunta: ¿Todos los concursos cumplen lo que prometen?
Respuesta: No. Algunas te hacen el avión.

Pregunta: ¿Por ejemplo?
Respuesta: Todavía me deben el premio del concurso de novela política de la editorial Pasacalle, los de los Juegos Florales de Huancayo tampoco cumplieron con publicar mi novela, lo mismo ha hecho la editorial Educart.

Pregunta: ¿Qué estás escribiendo ahora?
Respuesta: Una novela policial.

Pregunta: ¿Cuánto tardas en escribir una novela?
Respuesta: Depende, unos dos años pero, mientras no la publique, las sigo corrigiendo.

Pregunta: ¿Sueñas con vivir algún día de escribir?
Respuesta: Sería lo ideal, ¿no? Vivir cerca del mar y dedicarte solo a lo que te gusta hacer.
Pregunta: ¿Qué tal ser profesor?
Respuesta: Es un oficio que cada día detesto más. En los colegios te embruteces.

Pregunta: ¿Detestas a los niños?
Respuesta: Están en la lista de las cosas que detesto.

Pregunta: ¿Qué detestas?

Respuesta: Los perros, los gatos, los niños.

martes, 23 de septiembre de 2014

Nuestro amor (con Julieta Ortega)



Nuestro amor es bello y puro
libre como mariposa al volar
será para siempre, estoy seguro
porque el amor sincero no se puede acabar
Nuestro amor es bonito
entre tus besos sabor canela
escuchando de nuestros corazones sus latidos
cantar al son de la vihuela
y de las guitarras
que evocan recuerdos perennes
al lado de la persona que me ama
y nuestras almas se hacen compañía
y solo te pido que nunca me dejes
ni ignores de mi corazón su flama.

domingo, 27 de julio de 2014

A ver si puedo vivir sin ti

A ver si puedo vivir sin ti,
si puedo prescindir
de tus bromas, de tu sonrisa,
de las noches compartidas,
de los besitos con tu permiso,
de tus labios que saben a chocolatito,
de esos paseos a la montaña,
de tus manos frías
que se calientan con mis caricias.

A ver si puedo vivir sin ti,
si puedo prescindir
de esas largas conversaciones
en las noches
mirando las estrellas,
buscándote entre ellas,
calentándonos en los fogones,
de esos breves encuentros
durante tus recreos.

A ver si puedo vivir sin ti,
si puedo seguir
sin nuestros juegos imaginarios,
sin nuestros encuentros casi a diario,
sin las comidas que preparabas,
sin tus ensaladas,
sin los sueños que tuvimos,
de todo esto que es bonito.


domingo, 13 de julio de 2014

¡Y goooooooooooooollllllllllllllllll!

A la memoria de Pelusa y Lube.

Nuestra máxima estrella era Pelé, aunque nunca lo habíamos visto jugar. Admirábamos al Nene Cubillas, al Ciego Oblitas, al Tanque La Rosa, al Panadero Díaz, a la Trucha Rojas, al gran Chumpi, al Mango Olaechea, al Cholo Sotil y, por supuesto, al Loco Quiroga. Sobre todo al Loco Quiroga a pesar de los seis goles que se comió en su país.
Soñábamos con ser futbolistas, con vestir la casaquilla blanca con esa franja roja que le cruzaba el pecho como un corte hecho por un cuchillazo. Soñábamos con meter muchos goles y estar en un mundial, aparecer en esos álbumes de figuritas coleccionables que publicaba la editorial Navarrete.
Éramos cinco, así que, para armar dos equipos equilibrados, poníamos al más grandazo –Viejo Miguel- con el más chico –mi hermano John- en un equipo y el resto –Lube, Pelusa y yo- en el otro. Jugábamos a los goles –entonces creíamos que el que ganaba era el equipo que metía más rápido la cantidad de goles pactados-. Jugábamos en una cancha de tierra y, a veces, sin querer, Pelusa, Lube o Viejo, que jugaban descalzos, se volaban una uña y era penal. Yo era el que tapaba los penales. Entonces era bueno tapando y pocas veces lograron meterme un gol.
Nos gustaba el fútbol, admirábamos a la selección peruana –hoy me llega a la verga-. Cuando eran las eliminatorias, veíamos todos los partidos. No teníamos televisor, en ese entonces tener uno era un lujo. Pero había un vecino que lo tenía y pagábamos como si fuera cine para ver los partidos. El televisor era en blanco y negro, era de 14 pulgadas y funcionaba con batería de carro. A veces, cuando estábamos con mala suerte, la batería justo se terminaba en lo mejor del partido. La pantalla se iba achicando hasta que desaparecía. Salíamos maldiciendo y nosotros continuábamos el encuentro.
Tuvimos la suerte de ver los dos últimos mundiales en los que participó Perú. De Argentina 78 recuerdo la goleada que recibimos del dueño de casa y la música del mundial. De España 82 tengo más recuerdos: los partidos contra Camerún y Polonia, los enormes y veloces jugadores africanos, Lato, el jugador polaco sin pelo a partir de quien empezamos a llamar Lato a los tíos que no tenían mucha cabellera.
Perú no participó en el siguiente mundial ni en el siguiente ni en el siguiente ni nunca más y nosotros nos hicimos grandes y ya no tuvimos tiempo y Pelusa y Lube se marcharon para siempre y John se hizo Testigo de Jehová y hablar de futbol y tener estrellas de carne y hueso era pecado para su iglesia. Solo quedamos Viejo y yo. El otro día me lo encontré y nos tomamos una cerveza después de muchos años y, mientras veíamos el descalabro brasileño, recordamos esos años de nuestra niñez en que nos gustaba el fútbol, en que yo soñaba con ser arquero como el Loco Quiroga y él era uno de los mejores artilleros de nuestro equipito, en que, a pesar de la guerra –él estuvo en un bando y yo en el otro-, seguimos siendo aquellos chiquillos que alguna vez soñaron con ser futbolistas como Pelé y, cuando la selección metía gol, gritábamos a todo pulmón ¡goooooooooooooolllllllllll!

Río, julio 2014

domingo, 6 de julio de 2014

Te quiero

Te quiero,
quiero tu voz,
tus cabellos,
el color
de tus ojos,
el sabor
de tus labios rojos.

Te quiero,
quiero tus manos
tan bellas,
tus labios
tan frescos,
las noches
que me das,
tu nombre,
tu soledad.

Te quiero,
quiero
la poesía
de tus besos,
los versos
que me dedicas,
tu melancolía,

tu silencio.

martes, 17 de junio de 2014

Una casita en la montaña

Quiero
una casita en la montaña
cerquita del cielo
para que un fin de semana
tú y yo estemos juntos
lejos de la ciudad
en otro mundo
como no hay igual.
No importa el frío,
prenderemos una fogata,
te llenaré de besitos,
te cubriré con unas mantas,
prepararás chocolate,
cantaremos
hasta muy tarde,
nuestras voces volarán lejos.
Miraremos
a través de la ventana
esas montañas
que parecen tocar el cielo,
y en las noches
contemplaremos las estrellas,
viviremos tantas emociones
al tenerlas tan cerca.
Una casita en la montaña
para pasar un fin de semana
tú y yo
y los árboles, los pájaros y el sol.



A ver si puedo vivir sin ti



A ver si puedo vivir sin ti,
si puedo prescindir
de tus bromas, de tu sonrisa,
de las noches compartidas,
de los besitos con tu permiso,
de tus labios que saben a chocolatito,
de esos paseos a la montaña,
de tus manos frías
que se calentaban con mis caricias.

A ver si puedo vivir sin ti,
si puedo prescindir
de esas largas conversaciones
en las noches
mirando las estrellas,
buscándote entre ellas,
calentándonos en los fogones,
de esos breves encuentros
durante tus recreos.

A ver si puedo vivir sin ti,
si puedo seguir
sin nuestros juegos imaginarios,
sin nuestros encuentros casi a diario,
sin las comidas que preparabas,
sin tus ensaladas,
sin los sueños que tuvimos,

de todo esto que es bonito.

lunes, 28 de abril de 2014

sábado, 26 de abril de 2014

La Cantuta: presentación de "Viaje al corazón de la guerra".

Veinte años después de haber empezado a escribir en La Cantuta, regresé a mi Alma Mater convertido en escritor para presentar mi novela "Viaje al corazón de la guerra", creo yo que es mi mejor obra y la que más satisfacciones me ha dado. Me alegró saber que mis profesores todavía se acuerdan de mí, de ese alumno que soñaba con ser escritor, publicar libros. Fue un honor compartir la mesa con dos escritores que también aman lo que hacen como lo hago yo.









jueves, 17 de abril de 2014

Cien años de eternidad

Leí por primera vez a García Márquez cuando era chiquillo, allá en los inicios de la guerra, gracias al profesor Hildebrando Quispe, a quien le faltaba un ojo –es el Chullañahui de mi novela “Viaje al corazón de la guerra-. El Chullañahui no solo nos hablaba de una inminente guerra que estremecería los Andes, sino también de novelas, poesía, de escritores. Nos leía fragmentos de los libros que poseía en la biblioteca del colegio, que también era su casa, nos hacía leer, declamar, recitar y, sobre todo, escribir.
-La revolución necesitará hombres que la cuenten –nos decía-, y qué mejor que lo hagan ustedes para que la historia no sea manipulada por la oficialidad.
Un día nos leyó las páginas iniciales de “El otoño del patriarca” y quedé fascinado.
-Profesor, ¿me puede prestar su libro? –le pedí, al final de la clase.
-Claro –me dijo-, pero me lo devuelves el lunes a primera hora, sino te cae tu azote.
Ese fin de semana, mientras me dedicaba a pastear mis cabras y vacas, me dediqué a devorar las páginas de esa novela, y también lo hice en la noche, a la luz del fogón, cuando todos se habían ido a dormir. En ese entonces apenas conocíamos la vela y el mechero, pero esos artículos escaseaban en mi pueblo pues estaba situado lejos de la ciudad. También leí durante las madrugadas del sábado, domingo y lunes, aprovechando la luz del alba.
El lunes, temprano, le devolví su libro al profesor.
-¡Carajo, Gastelú, tú vas a ser un gran lector! –me dijo-. Lo has leído todo, ¿no, o me estás cojudeando, maktillo?
-Claro que lo he leído, profesor.
-¿Y te gustó?
Le dije que sí.
-Si es así, te traeré otros libros de García Márquez.
Al día siguiente me trajo “La mala hora”, que también leí en un par de días, y “El coronel no tiene quien le escriba”, que leí en un par de horas.
-Esta sí te la presto por una semana –me dijo, al darme “Cien años de soledad”-. Es su mejor novela.
En efecto, lo leí en una semana. Todos los días, durante esa semana, hablamos de García Márquez, de los avances de mi lectura, de los personajes, de los nombres de estos que se repiten una y otra vez. Me contó que, para escribir “Cien años de soledad”, se había encerrado en su bunker durante un año a pan y agua.
-Algún día le darán el Premio Nobel –profetizó el Chullañahui.
Y esto ocurrió en 1982. Lástima que mi profesor no alcanzó a verlo por escasos meses pues en marzo de ese año, durante el asalto al CRAS de Ayacucho, murió. Con su muerte se terminaron las clases –era el único profesor de mi pueblo y con la guerra ningún maestro quería venir a enseñarnos-, las lecturas, los libros de García Márquez y la de los otros escritores que habitaban en la biblioteca del colegio.
Ya en La Cantuta redescubrí a García Márquez en las clases de Literatura Latinoamérica, leí “El amor en los tiempos del cólera”, “Crónica de una muerte anunciada”.
De todos los libros de García Márquez que he leído, me quedo con “Del amor y otros demonios” –esta novela me hizo llorar cuando Sierva María de Todos los Ángeles, alguna vez pensé ponerle este nombre a la hija que soñé tener, se comió todo el racimo de uva para que se cumpliera la profecía de su muerte- y un par de cuentos de “La candida Erendira y su abuela desalmada”. No he leído “Memorias de mis putas tristes” ni “Vivir para contarlo” porque con los años me dejaron de gustar sus novelas.
Descansa en paz, Gabo.


Ayacucho, abril 2014





viernes, 28 de marzo de 2014

Mi héroe literario (homenaje a Mario Vargas Llosa)


abeza ser "escritor". Tampoco ahora. Yo quería ser como Leo Dan, Leonardo Favio: musicalizar mis versos y recorrer el mundo tocando la guitarra. Ni me imaginaba lo que el destino tenía escrito para mí. Llevaba sus libros en la mochila cuando estaba en la sierra luchando contra el Imperio -lo cuento en "El río"-, el año que estuve confinado en Yanamayo sobreviví pensando que algún día debía contar lo que había vivido como lo hacía él. En el exilio lo leía y cada página suya hacía que añorara el regreso. En La Cantuta lo leíamos con unos amigos mientras los demás leían a los telúricos, a los andinos, a los escritores cholos, serranos y nos miraban como si fuéramos extraterrestres o sirvientes de Bush padre. Y ahora que los años han pasado lo sigo leyendo y cada que lo leo lo admiro más. Hay libros suyos a los que vuelvo siempre, por ejemplo "¿Quién mató a Palomino Molero?", lo leo dos o tres veces al año o cuando quiero aprender cómo se escribe una novela corta perfecta. Ahorita estoy releyendo "La guerra del fin del mundo" después de años y descubro las cosas que no vi en esa lejana primera lectura. Hace poco doné todos mis libros a mi antiguo cole -los libros que no sirven los quemé para que no contaminen el cerebro de los muchachos- y sus libros fueron los únicos que he conservado para mí. Que viva muchos años para que siga escribiendo. Nunca lo he visto en vivo, pero mi mamá sí, hace muchos años mientras era candidato presidencial. Mi vieja también lo admiraba. Para ella, el único escritor era él. Un escritor debía ser como él. -Casualidades de la vida: ambos son de 1936-. Lo he intentado, sobre todo en la disciplina para escribir, y aunque he fracasado en el intento, no importa porque lo sigo admirando. A las estrellas se les admira desde lejos porque desde lejos se ve mejor su luz.

viernes, 21 de marzo de 2014

El escote

a Francise Medina o Chinita Rica


Me paré al lado suyo. Llevaba una blusa de pronunciado escote. Miré de reojo sus senos redondos, generosos, perfectos que se movían como barcas en un mar agitado al vaivén del vehículo. La areola de sus pezones se escapaba de la frontera de su pequeño sostén negro que dejaba poco a mi imaginación. Sentí despertar mi virilidad. Sus hombros también lo sintieron. Levantó el rostro de ángel. Ahorita me arma un escándalo, pensé, aterrado, pero no, solo esbozó una maléfica sonrisa y apartó el mechón de cabellos que se derramaba sobre su escote para mejorar mi visión mientras yo proseguía con mi afán imaginando que le hacía un ruso, sintiendo la piel tersa y suave de sus senos aprisionando mi virilidad. Terminé.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Alma llanera

Me une a Venezuela lazos familiares: hace unos cuarenta años, mi tío Percy marchó a la tierra de Bolívar a trabajar en una refinería. Volvió al cabo de unos años. Aparte de los regalos que trajo para todo el mundo, trajo consigo a una chica. Lo mismo hizo los siguientes años, pero siempre con una chica diferente. Hubo un año en que vino con dos chicas, mismo James Bond. En el mes que se quedaba de vacaciones, se daban la gran vida: fiestas, viajes a Machu Picchu, a alguna playa del norte. Año que no venía, es que se había ido a pasear a los Estados Unidos o a Europa, siempre en buena compañía.
         Yo siempre recuerdo a Susy, la última de sus chicas. Cuando mi tío se fue de vuelta a Venezuela, ella se quedó en casa como una integrante más de la familia. Total, era la chica del tío. Nosotros le decíamos tía aunque apenas nos llevaba unos cuantos años. Solía andar en sostén y cuando salía de la ducha lo hacía apenas cubierta por la toalla de la cintura para abajo. Un día que nos quedamos solos me sedujo. Yo tenía unos trece o catorce años. La historia, maquillada por la ficción, la cuento en “Tía Susy”. Terminó casándose con uno de mis mejores amigos de la infancia y enviudó unos cuantos años después.
         Un día el tío Percy dejó de venir. Eran los años de la guerra y pocos se atrevían a andar por estos lares. La última vez que lo hizo, un par de años antes de la muerte de mi madre, vino acompañado por su flamante esposa, una morena que, en lugar de venezolana, parecía ser una chinchana comegato. Hasta entonces todas sus chicas habían sido blancas, incluso rubias. Bueno, se cansaría de la carne blanca.
         Con la llegada de Hugo Chávez al poder, la empresa de mi tío, se había vuelto empresario, empezó a tener dificultades hasta que la situación se hizo insostenible y marchó a España, donde lo sorprendió la crisis ibérica y marchó a Suecia, otra vez solo porque se divorció de su morena. Hace poco recibí una postal suya donde está en Estocolmo con una rubia despampanante. Suerte la suya.
         Todos estos recuerdos familiares se me vinieron a la cabeza al ver las protestas en Caracas contra el gobierno de Nicolás Maduro, sucesor de Hugo Chávez, muerto hace casi un año después de una prolongada agonía en Cuba.
         Hugo Chávez llega al poder después de un fallido golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez. Mediante triquiñuelas, ardides, cambios en la Constitución, fraude electoral, logró prolongar su mandado una y otra vez hasta que un cáncer, algunos dicen que provocado por el Imperio, lo mandó a mejor vida. En vísperas de su viaje final a Cuba, nombró como su sucesor a Maduro.
         Este, al igual que Chávez, carece de toda preparación intelectual e ideológica. El uno era un cachaco matón y el otro era, antes de entrar en la política, un oscuro chofer de camión. Es de estas carencias de la cual se han aprovechado los Castro, Fidel y Raúl, para convertirlos en sus títeres, en sus monaguillos. Si no fuera por Chávez, primero, y Maduro, después, Cuba habría colapsado por el abandono de la antigua URSSS y el bloqueo yanqui que dura ya más de medio siglo.
         Los Castro le han hecho creer a Chávez, y a su sucesor, que ellos son los salvadores de la patria venezolana, los legítimos herederos de Bolívar. Enceguecidos por el poder, los tiranos han arruinado Venezuela, país que está al borde del colapso económico y social.
         En las pasadas elecciones presidenciales, Enrique Capriles estuvo a punto de derrotar al delfín de Chávez. Pero Maduro ha obtenido una victoria pírrica que se sostiene por el apoyo de grupos paramilitares y una parte de la población acostumbrada a extender las manos y luchar como sea para no verse privada de las dádivas que recibe del gobierno.
         Ahora han empezado las protestas encabezadas por Leopoldo López, contra quien el gobierno empezó una cacería digna de una película de Hollywood. Estos no son más que los últimos estertores de un gobierno que va en caída libre y se estrellará en el momento menos pensado pues el pueblo venezolano ya está cansado de estos pseudo salvadores de la patria que se han entornillado en el poder durante más de una década. ¿Tantos años y el país sigue igual, o peor?, se pregunta la gente. En lugar de salvadores de la patria, parecen piratas que, no satisfechos con el botín obtenido, quieren más. Seguirán así hasta que caigan como lo han hecho Fujimori y otros dictadores. Entonces a Maduro solo le quedarán dos caminos: el suicidio o la cárcel. Él elige.


Carabobo, febrero 2014

lunes, 20 de enero de 2014

Objetivos del 2014

Superar lo hecho el 2013. Ese es el único objetivo que tengo. Cada año ser mejor que el anterior.