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domingo, 27 de julio de 2014

A ver si puedo vivir sin ti

A ver si puedo vivir sin ti,
si puedo prescindir
de tus bromas, de tu sonrisa,
de las noches compartidas,
de los besitos con tu permiso,
de tus labios que saben a chocolatito,
de esos paseos a la montaña,
de tus manos frías
que se calientan con mis caricias.

A ver si puedo vivir sin ti,
si puedo prescindir
de esas largas conversaciones
en las noches
mirando las estrellas,
buscándote entre ellas,
calentándonos en los fogones,
de esos breves encuentros
durante tus recreos.

A ver si puedo vivir sin ti,
si puedo seguir
sin nuestros juegos imaginarios,
sin nuestros encuentros casi a diario,
sin las comidas que preparabas,
sin tus ensaladas,
sin los sueños que tuvimos,
de todo esto que es bonito.


domingo, 13 de julio de 2014

¡Y goooooooooooooollllllllllllllllll!

A la memoria de Pelusa y Lube.

Nuestra máxima estrella era Pelé, aunque nunca lo habíamos visto jugar. Admirábamos al Nene Cubillas, al Ciego Oblitas, al Tanque La Rosa, al Panadero Díaz, a la Trucha Rojas, al gran Chumpi, al Mango Olaechea, al Cholo Sotil y, por supuesto, al Loco Quiroga. Sobre todo al Loco Quiroga a pesar de los seis goles que se comió en su país.
Soñábamos con ser futbolistas, con vestir la casaquilla blanca con esa franja roja que le cruzaba el pecho como un corte hecho por un cuchillazo. Soñábamos con meter muchos goles y estar en un mundial, aparecer en esos álbumes de figuritas coleccionables que publicaba la editorial Navarrete.
Éramos cinco, así que, para armar dos equipos equilibrados, poníamos al más grandazo –Viejo Miguel- con el más chico –mi hermano John- en un equipo y el resto –Lube, Pelusa y yo- en el otro. Jugábamos a los goles –entonces creíamos que el que ganaba era el equipo que metía más rápido la cantidad de goles pactados-. Jugábamos en una cancha de tierra y, a veces, sin querer, Pelusa, Lube o Viejo, que jugaban descalzos, se volaban una uña y era penal. Yo era el que tapaba los penales. Entonces era bueno tapando y pocas veces lograron meterme un gol.
Nos gustaba el fútbol, admirábamos a la selección peruana –hoy me llega a la verga-. Cuando eran las eliminatorias, veíamos todos los partidos. No teníamos televisor, en ese entonces tener uno era un lujo. Pero había un vecino que lo tenía y pagábamos como si fuera cine para ver los partidos. El televisor era en blanco y negro, era de 14 pulgadas y funcionaba con batería de carro. A veces, cuando estábamos con mala suerte, la batería justo se terminaba en lo mejor del partido. La pantalla se iba achicando hasta que desaparecía. Salíamos maldiciendo y nosotros continuábamos el encuentro.
Tuvimos la suerte de ver los dos últimos mundiales en los que participó Perú. De Argentina 78 recuerdo la goleada que recibimos del dueño de casa y la música del mundial. De España 82 tengo más recuerdos: los partidos contra Camerún y Polonia, los enormes y veloces jugadores africanos, Lato, el jugador polaco sin pelo a partir de quien empezamos a llamar Lato a los tíos que no tenían mucha cabellera.
Perú no participó en el siguiente mundial ni en el siguiente ni en el siguiente ni nunca más y nosotros nos hicimos grandes y ya no tuvimos tiempo y Pelusa y Lube se marcharon para siempre y John se hizo Testigo de Jehová y hablar de futbol y tener estrellas de carne y hueso era pecado para su iglesia. Solo quedamos Viejo y yo. El otro día me lo encontré y nos tomamos una cerveza después de muchos años y, mientras veíamos el descalabro brasileño, recordamos esos años de nuestra niñez en que nos gustaba el fútbol, en que yo soñaba con ser arquero como el Loco Quiroga y él era uno de los mejores artilleros de nuestro equipito, en que, a pesar de la guerra –él estuvo en un bando y yo en el otro-, seguimos siendo aquellos chiquillos que alguna vez soñaron con ser futbolistas como Pelé y, cuando la selección metía gol, gritábamos a todo pulmón ¡goooooooooooooolllllllllll!

Río, julio 2014

domingo, 6 de julio de 2014

Te quiero

Te quiero,
quiero tu voz,
tus cabellos,
el color
de tus ojos,
el sabor
de tus labios rojos.

Te quiero,
quiero tus manos
tan bellas,
tus labios
tan frescos,
las noches
que me das,
tu nombre,
tu soledad.

Te quiero,
quiero
la poesía
de tus besos,
los versos
que me dedicas,
tu melancolía,

tu silencio.