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martes, 27 de septiembre de 2011

Cadena perpetua (El interrogatorio)


O sea que no sabes nada, ¿no? Hunden sus pesadas botas en tus espaldas. Silencio. ¿Dónde está Abimael? Silencio. Qué vas a saber tú dónde está. Nadie lo sabe. Picón: mejor es estar callado. A Picón lo dejaron medio idiota durante los interrogatorios. Su enamorada era senderista. Cantuteña y senderista. Si dices algo, van a querer saber más. Si dices un nombre, van a querer saber otros nombres. Si hablas, solito te cagas. Di yo no sé nada, no sé de qué me hablan. Habla, mierda. Si vas a joder a alguien para salvar tu pellejo, tienes que saber mentir. Martha no sabía mentir. Menos July. Decían una cosa, y al siguiente día se desdecían. Si dices algo, ese algo lo tienes que sostener hasta el final. Nombres. Dinos un par de nombres. ¿A quiénes podrías acusar? Sandro era terruco, pero ya está muerto. Estuvo en la cárcel, salió y volvió a las andadas. Lo mataron mientras hacía unas pintas. ¿Recuerdas esa reunión en casa de Ricra? ¿Era profesor de historia del Perú? Una vez tu papá le tocó la puerta para hablarle de la Biblia. ¿Quién ha visto a Dios?, le espetó. Fueron Viejo, Pelusa, Lube, John y tú. También estuvieron Pepe, el loco Montes, Sandro y Panchito Reina. Pancho y Sandro terminaron de terrucos. Pancho era pintor, una mezcla de Picasso y Dalí. Era medio extravagante. Su hermano murió atropellado por el tren. Su papá tenía buen trabajo. También el de Sandro. Pero esos eran unos burros, ni terminaron la secundaria. Roberto también está en la cárcel. Durante el entierro de su hermano juró venganza, contó la vieja, ella siempre presente en los sepelios, cada lágrima de mi madre lo van a pagar bien caro, amenazó. ¿Lo encerraron por bocón o porque era terruco? Era chiquillo. ¿Qué sabría del comunismo si apenas sabía leer? ¿Quiénes dirigieron esa reunión? Alzamora, ¿Távara Gallo?, había un profesor, barbón él, del Estenós cuyo nombre no recuerdas. A Távara Gallo lo mataron y dinamitaron en la puerta del colegio Juan Pablo II de Morón por revisionista. Podrías decir Ricra. Ese es comunista. En su casa nos reuníamos. Sus hijos tenían nombres rusos: Andréi, Sergéi y Tatiana. Su mamá era doña Bini, tenía su puesto en el mercado de Chaclacayo, le traía coles, verduras a la vieja. Un día le contesté a mi madre y mama Bini me dio un par de latigazos con san martín. ¿Cuántos años tenía yo? Diez, o menos. Ricra sí es terruco. Podrías decir Barrios. También es cantuteño, pero sin título, siempre ha trabajado donde Vitaliano. Años ha sido secretario general de La Realidad hasta que Mariana se alzó con la victoria por un punto. La fiesta ya estaba lista. Se fueron a otra parte con su Chuta chuta y su pachamanca. Nombres. Un solo nombre y volverás a tu casa con los tuyos. Nombres. En La Cantuta sí hay varios sospechosos. Empezando por Guillén. Siempre se ufanaba de su pie baldado: herida de guerra, decía. Lo hacía para impresionar a las chicas. Era bien enamoradizo. Enseñaba filosofía. Había que suplicarle por un once. Las cuatro visiones filosóficas ¿de la historia? te dieron dolores de cabeza. ¿Y si dices Boya? Boya, el Goya de La Cantuta. Cambió la G por B. Original. Decía los artistas no discutimos, solo actuamos. Una vez le reclamaste y casi te jala. Boya y Guillén. Un solo nombre. ¿No quisieras estar en tu casa al lado de tu madre? Piensa en la angustia que le estás haciendo padecer por tu culpa. Nombres. ¿Y si dices Martha? Ella me llevó al Partido. Estudió un par de ciclos de Derecho en la San Marcos. Su familia es ayacuchana, de Parinacochas. Su hermana es profesora, también su cuñado. Participaron activamente en la última huelga magisterial. Hizo chocotecas para colaborar con los huelguistas. Hasta cocinó en la olla común. Odia a los políticos, dice esos ladrones, esos comechados y sinvergüenzas. Odia al Chino, dice ese japonés asesino y ladrón. Odia a todo el mundo: cholos, negros, llamas, apestosos, serranos, dice. En Vallecito abunda la gente de color. Ella los mira con asco: deberían irse a Chincha, dice. Odia a los del pueblo. Odia a los fruteros que se ganan la vida honradamente a lo largo de la avenida Latinoamérica. Odia vivir rodeada de cerros llenos de chozas. Es ambiciosa, interesada. Se las da de inteligente. De superior. Igual su hermana. Dicen que han vivido en Miraflores y Surquillo. En su casa hacíamos las reuniones partidarias. Te van a pedir detalles. Detalles. ¿Quieren detalles? Su casa tiene dos puertas. La de la izquierda, que es de fierro, lleva a un patio al fondo por un largo pasadizo. En ese patio hay tres cuartos. Allí hacíamos nuestras reuniones. Martha, su hermana y su cuñado las dirigían. ¿Quiénes asistían? ¿Quiénes? Aquí tienes que responder con cautela. Podrías decir los que asistíamos no nos dejábamos ver los rostros, íbamos con pasamontañas. Nunca llegábamos juntos, tampoco salíamos juntos. ¿Y si involucras a Rafael? Al único que reconocí fue a Rafael Torres, trabajaba con nosotros. Lo conocíamos como el compañero Rafa. Parece delicado, una señorita, pero con un fusil en la mano se transformaba en Rambo. ¿Será cierto que Martha y Rafael se casaron? En esas reuniones nació el romance. Más detalles te van a pedir. Martha cría canarios en su patio. La puerta de la derecha conduce a una sala mediana. La sala es pelada, sin cuadros, sin equipo de sonido ni televisor, tiene dos sillones color crema, una gran mesa de madera. Martha compró esa mesa cuando era contratada, seguro debe tener la factura por ahí. Cuando era contratada trabajó en Chorrillos. A la izquierda de la sala está el taller de su papá, la cocina, sigue el cuarto de Martha y Chavelita, también es un cuarto sin adornos. El piso es de mayólica color madera, la pared, beige. Frente al cuarto de Martha está el teléfono, es uno negro. En esa casa una célula de Socorro Popular planificó la muerte de la Moyano. Rafa le daría el tiro de gracia, Martha pondría la carga de dinamita sobre el cuerpo de la dirigente. Allí nos refugiamos después de esa acción. Allí también planificamos lo de Tarata. ¿No ven que Martha conoce bien Miraflores? Martha siempre hablaba de Miraflores. Su cuñado Miguel condujo el coche–bomba. Lista tu cuartada. Primera escena: la policía antiterrorista entra a casa de los Almanza a las tres de la mañana. ¡Al suelo todo el mundo, carajo! Chavelita y sus primitos lloran a moco tendido, asustados. Nosotros tenemos nuestros derechos, protesta Miguel. Ese tío es viejo dirigente del Sutep. Ya se sabe que los primeros cuadros senderistas pertenecieron al magisterio. Le parten la quijada de un culatazo: ¡calla, terruco de mierda, o a ti también te llevamos! Mi hija no es terruca, jefecito, interviene don Lauro. Mi hijita se gana honradamente la vida enseñando a leer y escribir a los niños pobres y zarrapastrosos del colegio Independencia de Vallecito. Eso lo dirán las investigaciones, señor. Mientras tanto, su hija queda detenida quince días en Seguridad del Estado. ¿Para qué tantas explicaciones? A mí me llevaron a rastras, a empellones. Mi mamá gritaba ¡Arol, Aroool! y no le hicieron caso. ¡Cállese, vieja de mierda, o le metemos bala!, le amenazaron. Segunda escena: una pequeña, estrecha y oscura celda, la ratonera, donde Martha apenas entra sentada y con la columna doblada. ¿Cuántos días estuve yo así? ¿Diez, veinte días, un mes? El hedor es insoportable. No te dejan salir ni para cagar. Hace un calor de los mil demonios. A la semana ya tienes el cuerpo lleno de llagas, escoriaciones, sobre todo en las posaderas. Estuve desnudo. Martha está desnuda, tiembla de fiebre. ¿En quién pensará en ese instante? ¿En Rafa? ¿En el papá de su hija? ¿Recordará las horas felices que pasó en el Leo’s con Rafael? Ven, Chavelita, acompaña a mamita, mamita tiene miedo. ¿Y ese llanto infantil? ¿Quién le ha pegado a mi niña, ah? ¿Chavelita está llorando porque su papá no la quiere reconocer? ¿Chavelita está llorando porque va a ser una niña sin papá? El llanto le taladra los oídos. No llores, hijita linda. Sigue el llanto. ¿Se estará volviendo loca? Una semana estuvo en el pabellón psiquiátrico del Rebagliati. Teme una recaída. Los locos le causan pavor. Ya no llores, Chavelita, sino mamita se va a volver loca de nuevo. ¿Sabes quién me acusó de terrorista, hijita? ¿Fue José Antonio para deshacerse de nosotras? Pepe me mintió: dijo que me quería, que me adoraba, que yo era el amor de su vida, que se iba a divorciar de su mujer, esa gorda, fea y vieja, y se iba a casar conmigo, pero no cumplió. Pepe, creo que estoy embarazada, le dijo. Pepe la miró de los pies a la cabeza, le dijo ¿cómo vas a creer que un médico asimilado al ejército va a estar con la hija de un sastre, ah?, y se hizo humo. El Partido encomendó a Martha la misión de conquistar a José Antonio para infiltrarse en el ejército, puedes decir. ¿Y si fue Nancy Masías que no le perdona que le haya quitado a Rafael? ¿Qué culpa tengo yo que Rafael se haya fijado en mí? ¿Tú también crees que me le regalé con el calzón en la mano? ¡Ya no llores, Chavelita! ¿Y si fue Harold? Harold, mi primer amigo del Independencia. Harold fue el único que me dio la mano cuando me enfermé de mi cabeza. ¿Y cómo le pagué? Mal. Perdóname por haberte acusado de acoso sexual ante Caycho, por no haberte ido a visitar cuando te operaron del riñón. Nuestra amistad se convirtió en odio. Harold me trataba mal delante de los colegas, me humilló feo pidiéndome los videos educativos. Renunció a la canasta navideña. ¿Por qué no me defendiste, Harold, cuando me declararon excedente, si eras miembro del Consejo Educativo Institucional, ah? Todos me odiaban en ese colegio. Se complotaron para declararme excedente. ¡Cholos de mierda, apestosos de mierda, serranos de mierda! ¡¡Sáquenme de aquíííííí!! Dinos nombres, insisten tus verdugos. Uno de ellos te habla en forma paternal: piensa en tu madre, en el dolor que le estás causando estando aquí. ¿Quieres que se le vuelva a subir la presión? Piensa en ella. Podría darle un derrame cerebral. Un solo nombre. El prisionero permanece en silencio. Un solo nombre y te vas a tu casa. De la boca del prisionero no escapa ni el más leve murmullo. ¿De qué chucha estarán hechos estos mierdas que soportan todos los suplicios? La famosa “regla de oro” seguramente. Este terruco ha aguantado como nadie las torturas, el interrogatorio. Otros se orinan, se cagan de miedo, lloran, le juro que no soy terruco, jefecito, o empiezan a cantar como Julio Iglesias y Raphael juntos. Jódete entonces, chuchatumadre. Te meten una feroz patada en los riñones. Al desagüe. Entre dos te llevan a rastras a otro ambiente. Te llevan por un largo pasadizo en penumbra. Hay celdas. Escuchas pedidos de auxilio, ayes, lamentos, alguien dice voy a decir todo lo que sé, otros dan vivas a la lucha armada, al Presidente Gonzalo, resiste, compañero, la victoria es inminente, no le des gusto a esos perros hijos de puta. Bajan varios escalones. Te arrastran hacia la boca de un desagüe en forma ovalada. Es tu última oportunidad, habla, o solito te jodes. Nombres. ¿A quién podrías involucrar? ¿Para que padezca este suplicio? ¿Para que lo torturen, violen, vejen como a ti? ¿A quién de La Realidad? ¿A quién de La Cantuta? ¿A quién de Vallecito? O del Túpac. ¿A Sósimo? ¿A Tucto? ¿A Hilda? En la choza de Hilda hacíamos nuestras reuniones. Nos hacíamos pasar por pentecostales. La hermana Hilda. El hermano Harold. Mejor a nadie. Que te maten de una vez. Que te desaparezcan de una vez. Te agarran de la cabeza y lo encajan en el desagüe. Ricra sí es terruco. Barrios también. ¿Quiénes más estuvieron en esa reunión? Chojolio podrías decir. Eva también. Mi tío los trajo de la sierra porque el ejército les estaba pisando los talones. Víctor también era terruco. Escaparon de la represión. Aquí te quedarás. Por última vez: nombres. Nada. Ni una palabra. Ni una sílaba. A Picón lo dejaron torombolo en los interrogatorios. ¿Y si dices Margarita? No, no traicionarías a tus amigos de Amauta. Hasta mañana, pues. Que tengas lindos sueños. Sueña con los angelitos. Se van. Tus verdugos se van. Cierran la pesada puerta de fierro y se van. Apagan las luces y se van. Imposible moverte, estás fuertemente atado. ¿Qué hora será? Tienes ganas de vomitar, esto apesta. Tu mamá gritaba ¡mi hijo, mi hijooo! No tienes nada en el estómago. ¿Cuándo perdiste la noción del tiempo? ¡Aroool! ¿En los interrogatorios? Los perros ladraban. Los chismosos empezaron a sacar la cabeza de sus chozas. Te colgaron de los pies. Murmurarían con que el Harold era terruco, ¿no? Bajaban y subían una polea. Estudió en La Cantuta. Te hundían y sacaban de una poza de pestilentes aguas. El profesorcito. Nombres. Sentías que te ahogabas. ¡Nombres, chuchatumadre! No podías ni respirar. ¿Dónde se esconde Abimael? Te metieron electricidad en los huevos. Nadie sabe dónde está el Presidente Gonzalo. ¿Quiénes participaron en el atentado a Tarata? No sé. Cómo que no sabes, terruco chuchatumadre. Habla, o te quemamos. No sé. Tú eres el camarada Agustín de Luisa, ¿no? No sé. ¡Cómo que no sé, hijo de puta! ¿Cuántos voltios te metieron? Te desmayaste. Ya lo matamos a este huevón, escuchabas que decían ¿en sueños?, ¿en el más allá? Mejor. Un terruco menos. Aún le late el corazón. Llamen al médico. Que se recupere para volverlo a interrogar. Despertaste en la ratonera. Tenías el cuerpo adolorido. ¿Era de día, de noche? ¿Cuánto tiempo había pasado desde que te detuvieron? Abrieron la puerta de tu jaula. Ahora sí nos dirás todo lo que sabes, ¿no? No sé nada. Yo no soy terrorista. Tú escribiste Haciendo cola para el almuerzo, ¿verdad? El tipo de letra de tu máquina corresponde con el que escribieron ese panfleto. Es un poema. ¿Abimael te pidió que lo escribieras? Nadie me lo pidió. ¿Quiénes son los miembros del Comité Metropolitano, ah? Cómo lo voy a saber yo. ¿Quiénes son los integrantes de Socorro Popular, ah? Tampoco lo sé. ¿Quiénes son los miembros del Comité Histórico Permanente, ah? Picón: es peor si hablas. Mira cómo me dejaron a mí: medio idiota, medio torombolo, medio tarado, medio loco, medio cagado. No sé, yo no sé nada. Y ahora tienes el rostro sumergido en un desagüe. Si por allí hay un atoro, morirías ahogado, atragantado por un pedazo de caca. Elena Iparraguirre. María Pantoja. Margie Clavo Peralta. Martha Huatay. Víctor Zavala Cataño. No sé. ¿Por qué nadie te buscará? Dirán nadie lo detuvo, debe haberse escapado con su enamorada. Estará escondido en algún pueblito del norte. Ya lo encontrarán. ¿Pero cuándo? Paciencia. ¿Y si se te cruzan los chicotes como a la pobre Martha y terminas peor que Picón? No desesperes, Harold. Piensa en algo bonito: un día de playa con Karem Geraldine. En Puerto Viejo. ¿Karem Geraldine con un bikini negro, rojo o azul? Los pelitos oscuros y rizados se escapaban por los costados de su ropa de baño. ¿Por qué no te lo afeitas, ah? Pica después. Cuando te operaron, te afeitaron las bolas. Una vez se salió el espadrapo que sostenía la sonda que tenías insertada en la verga. La amiga de Ana Cecilia, ella no quiso, te la agarró y puso la sonda en su lugar. ¿Vamos al fondo? ¿Y si me ahogo? Yo te enseño a nadar. Cárgame. La cargaste. Sentías sus pezones clavados en tu espalda. Un olón los revolcó… ¿Qué son estas patitas que están trepando por tu rostro? ¿Cucarachas? ¡Dios mío, cucarachas! No te desesperes. ¿Y si me dejan sin ojos? ¿Si se meten por mi nariz? Ahora son más las patitas, ¿cien, mil, un millón? Recuerda esos polvos con Pía en Magdalena. ¿Y esos chillidos? ¿Esos puntitos rojos que brillan en la oscuridad como luciérnagas coloradas? ¿Ratas? ¡Ratas! Tienes que espantarlas de alguna manera. ¿Pero cómo? ¿Te acuerdas que antes gritabas como Tarzán cuando te ibas a bailar al Subterráneo, cuando ibas a jugar al Bosque del gato con Viejo, Pelusa y Lube? Con Pía jugabas al profesor y a la alumna. Ella era la alumna Camila y tú el profesor Gastelú. Pero para gritar como Tarzán tienes que estar fuerte, y para estar fuerte tienes que comer, y hace días que no comes. Abres la boca justo cuando sientes que las patitas cruzan por tus labios, vences tu asco, y tragas. Tragas, trituras, tragas, trituras, tragas hasta que sientes la panza llena y entonces lanzas un rugido más fuerte que los gritos de Tarzán y los puntitos rojos parpadean asustados, desaparecen, huyen.

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