¡Fusil, metralla, La Cantuta no se calla! ¡Fusil, metralla, La Cantuta no se calla!, corea la masa de exaltados alumnos en su marcha hacia el rectorado. Los soldados miran en silencio, conteniendo la rabia, la manifestación. El teniente que los comanda, el futuro teniente Medina, tiene los ojos, y todos los sentidos, puestos en el alumno que dirige la protesta: enjuto de carnes, menudo, de cabellos largos, negros y ondeados, que le cubren el lado izquierdo del rostro. Lleva lentes a lo John Lennon. Piensa: al ex beatle Mark Chapman lo mató el mismo año en que la bestia dio su primer zarpazo: 1980: Chuschi, Cangallo, Ayacucho. Doce años ya de guerra contra un enemigo soterrado, invisible, silencioso, que arroja el petardo y oculta las garras. No, no eran abigeos como dijo Belaunde. La quema de esas once ánforas electorales fue el despertar de la bestia, fue el Inicio de la Lucha Armada (el ILA 80). Una bestia con un millón de tentáculos. Este estudiante, un tentáculo más de la bestia, viste todo de negro: jean, chompa Jorge Chávez, ¿no se sancochará con semejante calor?, y botas. Chuschi: esos “abigeos” eran miembros del PCP–SL: Partido Comunista del Perú–Por el Sendero Luminoso de Mariátegui. Terrucos, comunistas, senderistas. Eran integrantes de la Primera Escuela Militar de Sendero Luminoso. Según los informes del SIN, el tipo que dirige la manifestación se llama Harold Gastelú Palomino, más conocido en La Cantuta como el compañero Agustín de Luisa, autor de poemitas rojos y feroces editoriales, director del clandestino Amauta, vocero oficial de los terrucos en La Cantuta. En el último número del pasquín, un colaborador, ¿el mismo Agustín de Luisa con otro seudónimo?, pedía la salida de las tropas de Acción Cívica acantonadas en la Ciudad Universitaria. ¡¡Pásame la C!!, pide a todo pulmón el tentáculo de la bestia. Son comunistas todos estos estudiantes que marchan ahora hacia el rectorado. Nos iremos de La Cantuta, sí, pero después de aplastarle la cabeza a la bestia. La bestia roja tiene cientos de tentáculos, miles de ramificaciones. ¿Cómo se llamaba ese cuento de la bestia de un millón de cabezas donde un cholito es engañado en su primera incursión a la ciudad capital que les hacía leer el profesor de literatura? ¡¡C!!, responde la masa. Así vas a gritar cuando te empecemos a amputar los tentáculos, cuando te empecemos a cercenar los miembros, piensa el teniente, el futuro teniente Medina, guardando en su memoria los rasgos del dirigente estudiantil: es el típico hijo de provincianos asentado en algún cerro de Lima: rasgos andinos, piel cobriza: cholito, indiecito, paisanito, serranito, llamita, auquenidito. Será fácil identificarlo: el viento ha movido sus cabellos y allí se ve la horrible cicatriz que le cruza la mejilla izquierda. ¿Por eso el cabello largo? ¿Por pudor? ¿Por eso el nombre de Agustín? Recuerda: a Agustín Lara, el mismo que le cantó a un hembrón Acuérdate de Acapulco, / de aquellas noches, / María bonita, María del alma, una puta le hizo una fea cicatriz, ¿con el pico de una botella o una chaira?, malográndole el rostro para toda la vida. Seguro a este terruco le gustan los boleros. Ah, ya, se llamaba El niño de junto al cielo. Esteban era el cholito. ¡¡Pásame la A!! El huevoncito. Así vas a gritar cuando te colguemos de las pelotas, piensa el futuro teniente Medina, camarada Agustín de Luisa, ¿no? El vivo era Pedro. El sabido. ¡¡Pásame la N!! El pendejito. ¿Por qué su segundo nombre será de mujer? Con los cholitos hay ser vivos como Pedro. ¿Luisa no era la terruca que le metió el tiro de gracia al almirante Cafferata? Tú me llevarás hasta la cabeza de la bestia. Los cholitos son bien astutos. ¿Dónde será su guarida? ¡¡N!! Ladinos. ¿Estará en Lima? Zorros. ¿En Ayacucho? ¿En las alturas de Huanta? Esteban fue la excepción. ¿En la selva quizá? ¿Estará vivo al menos? Algunos dicen que es un mito, que nunca existió. Pero allí está su rostro, junto al de Marx, Lenin y Mao, en el comedor de esta universidad de cholos y resentidos sociales donde la bestia alimenta sus cuadros. ¿Qué dice?, pregunta con estentórea voz el terruco. Su denominado Ejército Guerrillero Popular. El sol le calcina el cráneo rapado al futuro teniente Medina. Se hace llamar Presidente Gonzalo. ¡¡Cantuta!!, contesta la masa. Debe estar en Ayacucho, con toda seguridad. ¡¡¡No se escucha!!! En Ayacucho la situación sí está jodida. La Cuarta Espada de la Revolución Mundial. Muere un cholo terruco, brotan diez de la tierra como ichu: fortalecidos ante la adversidad. ¡¡¡CANTUTA!!! Ni sabes quién es el enemigo: todos los cholos son parecidos. ¡Palmas, compañeros! Todos te miran de reojo. ¡¡Fusil, metralla, La Cantuta no se calla!! ¡¡Fusil, metralla, La Cantuta no se calla!! Lo más bravo era salir de patrulla. ¿Agustín de Luisa también será el autor de semejante estribillo? Una emboscada y te mataban como perro. Con toda seguridad: este terruco no es del montón: ha ganado varios concursos literarios, incluyendo uno de novela política, y, según los informes de los agentes infiltrados, lee bastante, hasta ha publicado un librito de cuentos: Tiempo de morir. De Ayacucho a La Cantuta. Si no lo exterminan, con toda seguridad algún día estará en el Comité Central del Partido. Ahora se está puliendo, se está fogueando, está haciendo méritos. Es jodido andar en busca de un enemigo que no da la cara, que se mimetiza con la población. El teniente observa otros rostros, la bestia tiene tantos tentáculos, graba gestos, hay que atacarlo por todos los flancos, puños en alto, alguien debe saber dónde está su guarida, timbre de voces, hay que aplastarle la cabeza, descarta a los pusilánimes, a los que están allí de relleno, la bestia está buscando su llamado Equilibrio Estratégico entre sus huestes y las del Estado, a los que se han colado en la marcha para no perder su plato de frijoles, ¡Equilibrio Estratégico!, se sonríe para sus adentros el futuro teniente Medina, la bestia controla el comedor universitario, por un rincón en el dormitorio estudiantil, pero podría ser, ¿quién no vive en zozobra ahora?, la bestia acaba de asestar un duro golpe al corazón de la burguesía, Tarata: veinticinco muertos, la bestia lo controla todo. ¡Fusil, metralla, La Cantuta no se calla! ¡Fusil, metralla, La Cantuta no se calla! La guerra ya no es solo en el campo, sino también en la ciudad. Parece una célula maligna haciendo metástasis. Del campo a la ciudad, estrategia de Mao. Guerra prolongada. En ese instante un poderoso estruendo sacude los cimientos del cerro Talcomachay. El futuro teniente Medina desenfunda su pistola, a ver, den la cara, terrucos de mierda, sus hombres rastrillan sus armas. Por él, le metería bala a todo el mundo, pero ya se sabe que los tentáculos de la bestia se regeneran a la velocidad de la luz: inútil derramamiento de sangre en El Frontón y Lurigancho. Tantos pueblos arrasados en la zona de emergencia por gusto. Cholo que entra a Los Cabitos, no sale, ya ni hay sitio para enterrarlos, pero siguen llegando como cancha. Los terrucos salen fortalecidos de cada genocidio, masacre. Los estudiantes aplauden con más ganas. Hay que llegar a la cabeza. ¡Los muy hijos de puta! Esa es la consigna de las fuerzas que defienden al Estado: aplastarle la cabeza a la bestia. Lo demás sirve de muy poco. Empiezan a entonar Flor de retama. Hay que impedir que se regenere. Vengan todos a ver, ay, vamos a ver. Otro estruendo. Vengan todos a ver, ay, vamos a ver. Son doce años de guerra ya. En la Plazuela de Huanta, amarillito flor de retama. ¿Qué hacemos, mi teniente? Amarillito amarillando, flor de retama. Tranquilo nomás, Quispe. Donde la sangre del pueblo ahí se derrama. ¿A cuántas cholas mató y violó en Huanta y sus alrededores? Allí mismito florece, amarillito flor de retama. Terrucas de mierda. Amarillito amarillando flor de retama. Para traer terruquitos al mundo sí son buenas. Por Cinco Esquinas están, los sinchis entrando están. Este soldadito tiene apellido de terruco: Quispe. Van a matar estudiantes huantinos de corazón, amarillito amarillando flor de retama. La guerra le ha enseñado que hay que desconfiar hasta de su sombra, peor de los cholos, de los serranos. Van a matar campesinos huantinos de corazón, amarillito amarillando flor de retama. De los indios. La sangre del pueblo tiene rico perfume. ¿Por eso la derraman sin piedad? ¿Les metemos bala, mi teniente? Por gusto El Frontón, Lurigancho, Cayara, Putis, Accomarca. Tranquilo nomás, Quispe. Cómo cantan los mierdas. ¡Bala, mi teniente! He dicho que tranquilo nomás, Quispe. La bestia lo está provocando. La bestia de mil ojos y mil oídos. ¿Querrá inducirlo al genocidio? El hongo de polvo se eleva hacia las alturas. Según el SIN, el terruco ese nació en Chincho, Huancavelica, de donde también son sus padres, y vivió sus primeros años en Huanta. Allí debieron lavarle el cerebro como a Edith Lagos. Es un petardito nomás. Ahora vive en La Realidad. En Ayacucho ha escuchado centenares de dinamitazos. Es una zona roja. Estos huevones deberían ir a foguearse allá. Es amigo de Margarita, Lidia, Melba, Chanca, José Picón, Glenda, Lucho, todos ellos izquierdistas. Ayacucho es un campo de batalla. La sangre del pueblo tiene rico perfume. De qué perfume hablan, terrucos de mierda. Todos ellos están metidos en Amauta. La masa de enardecidos alumnos llega al rectorado, pide la presencia de Ramos Geldres. Allá los cadáveres son pasto de los perros y cerdos. Huele a jazmines, violetas, geranios y margaritas. ¡¡El comedor es un derecho, no un privilegio!!, corea ahora la masa, los tentáculos de la bestia. Tú me llevarás a la guarida de la bestia. El tipo del chuzo en la cara y cabellos largos saca de su bolsillo una hoja de cuaderno doblada en cuatro y empieza a leer con potente voz. ¡Ese es Haciendo cola para el almuerzo! Arrastra las erres. Parece francés. Una secretaria de artificiales cabellos rubios se asoma a la ventana del segundo piso y, haciendo bocina con sus blancas y cuidadas manos, les dice el señor rector está ahora en plena reunión en la Asamblea Nacional de Rectores y recién se reincorporará a sus labores en la universidad el día lunes. ¿Por qué escondes a ese perro yanauma?, le escupe alguien en la cara. Ella no sabe qué decir. Ve una piedra cruzando el espacio y mete la cabeza antes que el vidrio estalle en un millón de fragmentos. ¡¡Bala, mi teniente!! ¡Calma, huevón! Una lluvia de piedras rompe el resto de vidrios mientras en el cerro Talcomachay explotan más petardos ¡A pólvora y dinamita, carajo! Los soldados se repliegan hacia su base perseguidos por los aplausos de los estudiantes. ¡¡Fusil, metralla, La Cantuta no se calla!! ¡¡¡Fusil, metralla, La Cantuta no se calla!!!, corea, se ríe, la bestia.
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