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miércoles, 19 de febrero de 2014

Alma llanera

Me une a Venezuela lazos familiares: hace unos cuarenta años, mi tío Percy marchó a la tierra de Bolívar a trabajar en una refinería. Volvió al cabo de unos años. Aparte de los regalos que trajo para todo el mundo, trajo consigo a una chica. Lo mismo hizo los siguientes años, pero siempre con una chica diferente. Hubo un año en que vino con dos chicas, mismo James Bond. En el mes que se quedaba de vacaciones, se daban la gran vida: fiestas, viajes a Machu Picchu, a alguna playa del norte. Año que no venía, es que se había ido a pasear a los Estados Unidos o a Europa, siempre en buena compañía.
         Yo siempre recuerdo a Susy, la última de sus chicas. Cuando mi tío se fue de vuelta a Venezuela, ella se quedó en casa como una integrante más de la familia. Total, era la chica del tío. Nosotros le decíamos tía aunque apenas nos llevaba unos cuantos años. Solía andar en sostén y cuando salía de la ducha lo hacía apenas cubierta por la toalla de la cintura para abajo. Un día que nos quedamos solos me sedujo. Yo tenía unos trece o catorce años. La historia, maquillada por la ficción, la cuento en “Tía Susy”. Terminó casándose con uno de mis mejores amigos de la infancia y enviudó unos cuantos años después.
         Un día el tío Percy dejó de venir. Eran los años de la guerra y pocos se atrevían a andar por estos lares. La última vez que lo hizo, un par de años antes de la muerte de mi madre, vino acompañado por su flamante esposa, una morena que, en lugar de venezolana, parecía ser una chinchana comegato. Hasta entonces todas sus chicas habían sido blancas, incluso rubias. Bueno, se cansaría de la carne blanca.
         Con la llegada de Hugo Chávez al poder, la empresa de mi tío, se había vuelto empresario, empezó a tener dificultades hasta que la situación se hizo insostenible y marchó a España, donde lo sorprendió la crisis ibérica y marchó a Suecia, otra vez solo porque se divorció de su morena. Hace poco recibí una postal suya donde está en Estocolmo con una rubia despampanante. Suerte la suya.
         Todos estos recuerdos familiares se me vinieron a la cabeza al ver las protestas en Caracas contra el gobierno de Nicolás Maduro, sucesor de Hugo Chávez, muerto hace casi un año después de una prolongada agonía en Cuba.
         Hugo Chávez llega al poder después de un fallido golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez. Mediante triquiñuelas, ardides, cambios en la Constitución, fraude electoral, logró prolongar su mandado una y otra vez hasta que un cáncer, algunos dicen que provocado por el Imperio, lo mandó a mejor vida. En vísperas de su viaje final a Cuba, nombró como su sucesor a Maduro.
         Este, al igual que Chávez, carece de toda preparación intelectual e ideológica. El uno era un cachaco matón y el otro era, antes de entrar en la política, un oscuro chofer de camión. Es de estas carencias de la cual se han aprovechado los Castro, Fidel y Raúl, para convertirlos en sus títeres, en sus monaguillos. Si no fuera por Chávez, primero, y Maduro, después, Cuba habría colapsado por el abandono de la antigua URSSS y el bloqueo yanqui que dura ya más de medio siglo.
         Los Castro le han hecho creer a Chávez, y a su sucesor, que ellos son los salvadores de la patria venezolana, los legítimos herederos de Bolívar. Enceguecidos por el poder, los tiranos han arruinado Venezuela, país que está al borde del colapso económico y social.
         En las pasadas elecciones presidenciales, Enrique Capriles estuvo a punto de derrotar al delfín de Chávez. Pero Maduro ha obtenido una victoria pírrica que se sostiene por el apoyo de grupos paramilitares y una parte de la población acostumbrada a extender las manos y luchar como sea para no verse privada de las dádivas que recibe del gobierno.
         Ahora han empezado las protestas encabezadas por Leopoldo López, contra quien el gobierno empezó una cacería digna de una película de Hollywood. Estos no son más que los últimos estertores de un gobierno que va en caída libre y se estrellará en el momento menos pensado pues el pueblo venezolano ya está cansado de estos pseudo salvadores de la patria que se han entornillado en el poder durante más de una década. ¿Tantos años y el país sigue igual, o peor?, se pregunta la gente. En lugar de salvadores de la patria, parecen piratas que, no satisfechos con el botín obtenido, quieren más. Seguirán así hasta que caigan como lo han hecho Fujimori y otros dictadores. Entonces a Maduro solo le quedarán dos caminos: el suicidio o la cárcel. Él elige.


Carabobo, febrero 2014