EspaInfo.es

espainfo.es
estamos en

jueves, 31 de diciembre de 2009

Balance

Ha sido un buen año este 2009 que ya se va, aunque el dolor por la pérdida de papá sigue latente, pero en los otros aspectos sigo gozando de mi "beca" y sacándole el jugo lo más que pueda. Espero hacer realidad todos los proyectos que tengo. Se va el año y con él se van viejas amistades, algunas estafas, algunos malos momentos que me servirán de esperiencia y se viene un nuevo año que espero que sea mi año como ese inolvidable 2007, hasta ahora mi mejor año.

martes, 29 de diciembre de 2009

2009: mi peor año

Desde la ventana del hospital vimos iluminarse el cielo en múltiples colores por las bombardas que anunciaban la llegada del 2009. ¡Feliz año, hijo!, me dijo papá desde su lecho de enfermo. De igual manera, papá, le dije, estrechando su cuerpo, todo hueso y pellejo, entre mis brazos. Llamaron de la casa y puse mi celular en su oído sano para que escuchara los saludos de sus hijas y nietos. ¿Dónde estaremos cuando llegue el 2010?, me pregunté mientras oscuros pensamientos cruzaban mi cerebro. Un par de horas antes, un médico me había dicho que papá tenía un cáncer irreversible, solo queda esperar el final. Pero todavía tenía fe: papá le había pedido a su Dios cuarenta años más de vida para llevar su palabra al mundo entero. Deseé que su Dios existiera, que lo escuchara. Papá regresó a casa la primera semana de febrero. Tenía una sonda para que evacuara la bilis, su vesícula estaba dañada. Se pasaba los días en cama, durmiendo, o aburriéndose por el fortísimo calor del verano. La primera semana de marzo lo internamos de emergencia: la sonda se le había movido. Papá estaba harto del hospital, de las enfermeras, de la comida, de que no lo dejaran ir al baño a darse una ducha, de que no lo dejaran que se lavara los dientes. Dejó de comer. El ocho cumplió ochenta y dos años. Ahora ya puedo morir, me dijo, he vivido bastante, no le temo a la muerte. Se terminaron mis vacaciones y se me hizo difícil visitarlo. El dieciocho mi hermana me llamó para decirme que papá quería verme, que le llevara hoja y papel. Al día siguiente estuve temprano en el hospital. Después de hacer unos garabatos, papá se hundió en un sopor del cual ya no despertó. A las ocho y diez de la noche su corazón dejó de latir. Habían pasado 1338 días desde que mamá había muerto. Pensé ahora los dos están en las estrellas, juntos para toda la eternidad. Otra vez el llanto, las visitas al cementerio, llevar luto durante un año, recordar, añorar cuando el dolor no existía, desear que el año terminara de una vez.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Falta poco

Falta poco para que se termine el año. Ahora que tendré más tiempo espero concretar algunos de los proyectos que tengo en mente, aunque hay muchas cosas que hacer en casa ahora que ya no está papá. Veremos.

La tierra de las papas


"La tierra de las papas" es una novela de Paloma Bordons. María, una niña española, llega a Bolivia acompañando a su padre. Primero siente repulsión por todo lo que la rodea pero poco a poco sus sentimientos van mutando gracias a Casilda, la chica que hace las labores en su casa hasta que tiene que volver a España. Leer "La tierra de las papas" es leer una historia que también podría ocurrir en Perú por los cerros llenos de chozas, los niños hambrientos, las madres adolescentes, el campesinado olvidado, las costumbres ancestrales que aún perviven en el Perú profundo. Excelente novela que lo empecé ayer y terminé hoy mientras hacía mis registros. Libros como este me hacen disfrutar de la vida. Ha sido una buena inversión, y ya la volveré a leer con más calma ahora que se vienen las vacaciones de verano. Dos días más, y vacaciones. Por fin.

La leyenda del rey errante


Esta es una hermosa novela de Laura Gallego García que transcurre en los desiertos de Arabia. Un príncipe desea ser el mejor poeta de su reino y, antes de presentarse a un concurso importante, su padre le sugiere que convoque a un concurso local. Así lo hace y pierde en tres ocasiones y, lleno de envidia, nombra su historiador al poeta que lo ha vencido solo para humillarlo. La vida da un vuelto y pierde su reino y se encuentra con los hijos del antiguo poeta y cada uno le va abriendo los ojos y.... A leerla y espero que les guste como a mí me gustó que me lo terminé de leer en unos cuantos días.

sábado, 26 de diciembre de 2009

La sexta lámpara


También leí "La sexta lámpara" de Pablo de Santis. Interesante novela sobre la arquitectura dividida en cien pequeños capítulos donde se habla del Zigurat, una construcción del tiempo de Babilonia que justo este año estuvimos tratando en historia del arte. Son las andanzas de Balestri desde su llegada a Nueva York procedente de Italia. Balestri está obsesionado en construir un zigurat pero en su camino se encuentra con muchos obstáculos y muere sin haber hecho realidad su obsesión.

Santuario


"Santuario" es una novela de William Faulkner que releí después de unos diez años y me sigue sorprendiendo como entonces. La historia es simple: Temple Drake es una perruncha de 17 años, una pendejita como la llamaríamos ahora, una calientahuevos que cae en manos de Popeye, un sietemesino psicópata que desvirga a Temple con la ayuda de un choclo porque parece que al hombre, que gusta vestir de negro, no le funciona el pipí. Uno de los amigos de Popeye es llevado a juicio por un crimen cometido por aquel, y cuando a Temple le toca testificar, hunde al pobre hombre a quien la chusma quema vivo. Popeye cae tiempo después por un crimen que no ha cometido y es llevado a la horca.

Esta novela fue publicada en 1931 y es un alegato contra el racismo.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Navidad

Pasó la navidad. Hubo algunos "milagros" que no se dieron en su momento y ahora ya es tarde. Solo queda esperar el paso del tiempo, de los años para comprender la magnitud de esta navidad.

lunes, 21 de diciembre de 2009

05

Solo jalé a un alumno de la promoción, uno que se las daba de pintor y que casi se convierte en uno de mis alumnos favoritos pero abusó de la confianza y se dedicó a vagar y le puse la nota mínima y lo mandé a recuperación. Pobre de él.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Nueve meses

Han pasado nueve meses desde la muerte de mi padre.

La leyenda del signo


Así se llama este libro de literatura juvenil que terminé de leer ayer. Aburrido o no sé, no me gustó nada, demasiadas reiteraciones, repeticiones. En fin, no se la daría a leer a mis sobrinos.

Pobres huerfanitos

Hoy llevé a mis sobrinos a almorzar y a comprarles sus presentes por navidad. Después del chifa, nos fuimos al parque de diversiones. Estaban jugando de lo más felices, cuando un tipo me preguntó si esos chicos eran de algún albergue, le dicen tío pero ninguno se le parece. Qué se me van a parecer si todos son de distinto padre, pensé yo. Les dije que sí. Y empezamos a hablar del cariño que deben recibir los chicos, de los desgraciados que son los hombres, etc., etc. Nunca me reí como hoy. Le conté a los chicos y también se rieron de los lindo.

jueves, 17 de diciembre de 2009

José María Arguedas

Documental sobre este gran escritor peruano
http://www.youtube.com/watch?v=144gFKPx0Jc

El entierro

El cortejo fúnebre sale de la casa de los Gastelú Palomino en hombros de don Vásquez, el papá de Coto, el tío Teófilo y don Moya. Doblan tres veces las rodillas para que la difunta se despida de su casa, de los suyos y bajan por la polvorienta calle Libertad de Huampaní Alto. Es domingo veinticuatro de julio. Es la una en punto de la tarde. El sol brilla en lo alto. Ese sol que la mamá ya nunca más volverá a sentir en su piel. Ahora está fría, rígida, está en un cajón color rosa y va en hombros de su hermano y de los vecinos. Es mal agüero que los hijos carguen el cajón de sus padres dijo ¿don Vásquez o don Yupanqui?, cuando sus hijos pretendieron sacarla en hombros de la sala a medio construir de Mariana. A paso lento el cortejo se va alejando de la casa donde doña María Palomino Seras ha vivido los últimos treinta y cuatro años de su existencia. Nunca más volverás a tu casa, mamá, allí quedan tus plantas, tus flores, tu historia, tus sueños, los tuyos. Los perros están en silencio. ¿Presentirán que después de tu muerte nadie les cocinará y tendrán que comer las pocas sobras que queden en los almuerzos, y a veces ni eso? La calle Libertad es en declive. ¡Cuántas veces has subido y bajado por ese mismo camino, mamá! Y ahora lo estás recorriendo por última vez. Las casas empiezan a sucederse. De la nuestra, que está pegada al cerro, continúa la de Carolina, sigue la de Eduardo Bendezú, hijo de la difunta Tolín, a quien un día agarraste a zapatazos cuando le quiso pegar al viejo; allí vivimos nosotros cuando recién llegamos a Huampaní Alto, allá por 1973. Continúa la de la prima Eva, hija de tu hermano Anacleto, asesinado hace veintiún años atrás por Sendero en Jiljarajay. Sigue la casa de Viejo Miguel. El siguiente es el de Victoria, la otra hija del tío Anacleto, y del Cojito, quienes acompañan hoy tus restos. Chojolio, hermano de Eva y Victoria, no ha venido. Con qué cara iba a venir. Milagro que Eva y Victoria nos están acompañando. Por hoy hemos olvidado las rencillas familiares. Yo también me he reconciliado con Mariana, con Carolina y con Jonás. Las tres últimas casas eran antes un solo lote perteneciente a don Francisco Vila y a doña Eusebia Porras, abuelos de Viejo, Pelusa y Lube. A la muerte de los abuelos lo dividieron en tres para cada uno de los nietos. Pelusa se juntó con la prima Eva. A la muerte de Pelusa, Eva se quedó con su terreno y con el de Lube, a quien se lo compró en una ganga y regaló a su hermana Victoria. Don Gastelú dividió su terreno también en tres: un pedazo bien grande para Carolina, otro para Mariana y el resto para sus otros tres hijos. A la mujer de John, mi cuñada Emilia, no le gusta Huampaní Alto. Mucho polvo, muchas piedras, dice. La vieja murió disgustada con ella. Continúa la casa del enigmático profesor Ricra, hijo de la finada mama Bini. Milagro que no está el tío, un experto en discursos funerarios. Maneja su labia. Por último, está la casa de la señora Arcaria, viuda de don Pablo. Ahora las casas de la izquierda de la calle Libertad: frente a la nuestra está la de Zas, hijo de don Navarro, no recuerdo el nombre de su difunta madre; después la de Demecio, cuyo padre falleció hace unos meses atrás; sigue la de la mamá de Demecio, conocida como doña Locomba; después hay una calle ¿el Rosario se llama?, la penúltima casa es la de don Huaqui que vive solo desde que se murió la señora Aurora, su compañera. Por último, está la casa de las Bendezú, hermanas de Eduardo. Casi todas las casas tienen un difunto en su haber, o más, como el de Eva, que perdió a su hermano, a su marido y a su hijita en menos de cinco años, sin contar a su padre, madre y otros hermanos, tampoco a la abuela Eusebia y a don Pancho. Hacemos un alto antes de cruzar la sequia donde solíamos bañarnos casi todas las mañanas Viejo, Pelusa, Lube, John y yo en los ya lejanos veranos de nuestra infancia cuando esa sequia era de límpidas aguas y no el vertedero de aguas sucias que es hoy. Debajo del puente había un pocito de donde solíamos juntar agua limpia para beber cuando recién llegamos al barrio. Hoy la hidroeléctrica nos proporciona el agua que bebemos. Tantas décadas de fundada y Huampaní Alto sigue con las calles sin asfaltar y sin contar con los servicios básicos de agua y desagüe. Nada pudo hacer Mariana cuando estuvo como secretaria general del barrio. Lucho Bueno llegó en plena campaña electoral prometiendo que haría realidad el sueño del agua potable y el desagüe, pero nada, dice que no hay presupuesto. El otro año será. La modernidad se ve en los postes de luz y teléfono. Ahora los postes son de cemento. Antes eran unos palos medio torcidos de eucalipto. Más antes, ni eso, solo las velas y los mecheros de kerosene. La vieja se lleva tantos años de historia, de luchas, de padecimientos. El cortejo es numeroso, pensé que nadie iba a venir a tu despedida, mamá. Miro las fotos que tomó Chanca ese domingo de tu entierro y veo a antiguas amigas tuyas como doña Cristina, la misma que nos tejía chompas cuando éramos niños. Entre los más solícitos está don Vásquez, con el que tantas veces discutiste por los límites de nuestros terrenos. Don Vásquez, el mismo que antes se robaba nuestros patos y conejos aprovechando la oscuridad reinante. El mismo que se hizo un enorme tanque en la punta del cerro y nos negó agua para nuestras plantas. El mismo que casi se mata cuando cortó nuestro enorme eucalipto con su motosierra. El mismo que cortó la enorme rama de molle que cayó sobre el techo de la Casona cuando vivíamos en la Pampa. ¿Por qué no habrá venido doña Juana que también era amiga tuya? Ahora don Vásquez y su mujer viven en Huaycán. Tienen alquilada su enorme casa. Don Lastra lleva uno de los arreglos florales. Que yo sepa, no ha sido tan amigo de la familia. En las fotos también está don Cabrera, el chismoso, el que paraba metido en el comedor popular nomás, el que se opuso cuando Mariana iba a sacar el agua y desagüe con Sedapal. Nos va a costar un ojo de la cara, dijo. También está la señora Hilda, que destaca por su blanca cabellera, su hija Charito y sus nietos. ¿Hace cuántos años que murió don Hilario? En las fotos está una señora de edad que no conozco y que lleva un pequeño arreglo floral. Está el guardia Yalta en casa de quien alguna vez trabajamos con el viejo. Está Coto, el enano que alguna vez estuvo templado de Jota y fue a la Casona con la cabeza rota por Felipe, papá de Dieguito, tu antepenúltimo nieto. Está don Montes, afanoso también, papá del difunto loquito Montes y tío del papá de Dieguito. Está Coqui Chinchay, amigo de mi infancia, cuyo padre murió hace dieciocho años atrás. Yo al menos he tenido a mis padres treinta y siete años. Están la madrina de Carolina y su hija. Están las compañeras de Mariana, los colegas de John, los hermanos de Jonás. No están mis colegas del Independencia. Justo el día en que murió mamá, hace dos días atrás, entramos en vacaciones de medio año. Está don Domingo. Está mucha gente que solo conozco de vista. Continuemos, dice don Vásquez. Fue precisamente don Vásquez quien sugirió llevarte en hombros. Íbamos a meter el cajón en la carroza, pero don Vásquez dijo cómo le vamos a hacer eso a la vecina, a la vecina hay que llevarla en hombros para que se despida de su barrio. Uno, dos, tres, arriba. Reanudamos la marcha, ahora cargan el cajón don Moya, don Vásquez, Jonás y su hermano. Cruzamos el puente de troncos y cemento, pasamos por arriba de la chacra del papá de Pulguita y la Ratablanca. Ese camino no existía en 1984 cuando el tío Anacleto llegó a Huampaní Alto trayendo a sus hijos de Ayacucho. Huían de Sendero Luminoso. Todo el barrio hizo el camino en las jornadas dominicales. Seguimos bajando. Ahora pasamos frente a la chacra de los Angulo. La abuela Angulo también murió hace años. A la izquierda, abajo, está el Centro Vacacional Huampaní. Seguimos bajando. Un domingo, hace tantos domingos ya, cuando aún no había movilidad en el barrio, estábamos subiendo empujando una carretilla con las compras que habíamos hecho en La Parada. Pasó una camioneta llena de maderas. Subía, hasta que empezó a retroceder. Retrocedía, retrocedía. Entramos en pánico. Corrimos. El viejo se quedó quieto con su carretilla. ¿Lo paralizaría la sorpresa? La camioneta pasó a toda máquina por su costado. Ese domingo nos salvamos de una muerte segura. Dios es mi guardián, fue la única explicación del viejo. Ese camino lo levantó el pueblo con enormes rocas para que pudieran subir los carros. Allí está la abandonada casita de adobe de don Ramírez, tío de Viejo, Pelusa y Lube. Hacemos otro alto bajo la sombra de un añoso eucalipto. Chanca toma fotos y más fotos del cortejo fúnebre. Ahora, tiempo después, las miro. Faltan mis compañeros de trabajo. Falta Martha. ¿Debí invitarlos cuando no los invité al ganarme el Horacio el año pasado? Si no hubiera sido por Gladys Luna, ni se habrían enterado. Eso fue casi al mes de la muerte de la vieja. No llamé a Martha. ¿Para qué si estábamos peleados? Martha, mi madre ha fallecido. Martha habría pedido la dirección de la casa, la dirección del cementerio, pero nunca habría aparecido. Era domingo. Era vacaciones de medio año. Habría salido a pasear con Rafael y Chavelita. Cuando murió su papá, diecisiete meses antes de la muerte de la vieja, fui uno de los “privilegiados” a quien Ida llamó. Eso fue cuando éramos amigos. Ya no lo somos. El único amigo a quien llamé fue a Chanca. Ahora voy al lado suyo. Más atrás van mis hermanas. Todos los hijos de doña María Palomino Seras de Gastelú deberíamos estar juntos, pero no, cada uno va por su lado. Allí está Flora con Dieguito, en todas las fotos aparecen detrás del cortejo; más allá Dora con los padres del papá de Nachito; allí está la vieja Roldán o Rondán, la misma que se negó a brindarle ayuda cuando Bibi estaba embarazada dizque porque no tenía plata. Cuántas veces la vieja se humilló pidiéndole ayuda. Dudaban que Nachito fuera su nieto. Hasta que años después le vieron la cara y era el vivo retrato del miserable de su padre. Fue la primera en venir ni bien se enteró, ¿Bibi le avisaría?, que la vieja había muerto. No los boté porque en fin. Tampoco boté a Eva ni a Victoria. Mariana está con sus colegas. Mariana, la misma que le hacía la vida imposible a la vieja metiéndose en la vida de sus hermanos y reclamándole a la pobre vieja como si ésta tuviese la culpa de todo lo que hacían sus hijos. Allí está John, el mismo que hace trece años atrás dijo me caso y se casó con Emilia a pesar que los viejos no estaban de acuerdo con esa boda. Dijo me voy a hacer hombre, y bien que se hizo hombre: toda la vida su mujer lo botaba, toda la vida su suegra lo botaba, toda la vida no tenía plata. Recién este año medio que le estaba yendo bien. Ahora no estará la vieja para insistirle que saque su título, para insistirle que se nombre y no esté trabajando en varios colegios donde apenas gana para sobrevivir, según él. Ahora ya nunca más estará la mamá. Carolina va con su madrina y con la hija de ésta. Carolina, la misma que un día mandó a su marido para que le preguntara al viejo si ella era hija de la vieja. Pobre miserable. La vieja se acordaba siempre de eso. La vieja tenía buena memoria. La he parido y me niega. ¡Ya os tocará, perros, algún día ser llevados en hombros por los vecinos de Huampaní Alto! Reanudamos la marcha. Ahora vas en hombros de Katimba, el que te llevó desmayada en su carro al hospital donde fallecerías, el papá de Coto, don Moya y el hermano de Jonás. Apestegui y sus hermanitos se han quedado en su casa. Los Apestegui han sido, según ellos, los nietos excluidos de la vieja. ¿Excluidos? ¿No era Jonás el que no quería que sus hijos se junten con Nacho y Diego? Por eso no estarán en tu entierro, mamá. El camino al cementerio es el más triste que hay en el mundo. Las personas nos miran pasar, indolentes, indiferentes. No es su dolor. No es su sufrimiento. Pero ya les tocará. Ya nos tocará. Cruzamos el puente Huampaní. Hacemos otro alto frente a los quioscos de don Mauro y la Bruja. Esa es la entrada a nuestro barrio. Cuántas veces habrás cruzado ese puente en los últimos años, mamá, cuando ibas al mercado, cuando ibas a trabajar donde doña Olga, donde doña Julia Abarca, donde la mamá de Paloma, a los Girasoles. El río apenas es un hilo cubierto de musgo y basura. ¡Nosotros hemos cruzado otros ríos allá en Ayacucho cuando fuimos a Chincho, a Jiljarajay y Cangari! Ya nunca más volverás a escuchar el rumor del río Rímac. El cortejo fúnebre reanuda la marcha. Ahora mamá va en hombros de los colegas de John. John lleva una camisa a cuadritos entre azul y morado. Es Testigo de Jehová. ¿Por eso no se habrá puesto luto? El viejo también es Testigo y está todo de negro, hasta su gorra. Yo sí estoy todo de negro. Menos mal que tenía ropa negra. Casi todo mi sueldo se lo empresté a Mariana para que comprara el nicho. Otro poco dio ella. Otro, Carolina. John no dio ni un centavo, menos Flora y Dora. Antes, cuando estaba en la universidad y era poeta, me gustaba vestirme de negro. También me gustaba llevar el cabello largo. Ahora lo llevo corto. Ya tengo algunas canas en las sienes. También en la barba. Hacemos otra parada frente al paradero de las combis que suben a Huampaní Alto. ¡Por lo visto, pesas bastante! Allí tu amiga, no sé su nombre, vende frutas en su triciclo. Anoche estuvo en tu velorio. Ahora está vendiendo sus frutas. Es que no es su dolor. Para ella, la vida sigue su curso. Días después le dirá a Flora que le debías ocho soles por unas frutas que te habías fiado. ¡Cobrarle a los muertos! Lo mismo hizo Carolina: mamá se quedó debiéndome cuarenta soles de un pantalón que le vendí. Tuvimos que pagar tus deudas, vieja linda. En ese mismo lugar, un año y días atrás, nos tomamos unas fotos mientras esperábamos a los Apestegui para ir a recoger mi premio Horacio. Allí estamos en las fotos. Tú estabas feliz, llena de vida, tu hijo estaba haciendo realidad sus sueños, y los tuyos también. ¿La subimos a la carroza? Todavía no. Un poquito más. En la esquina. Ahora vas en hombros de Katimba, don Moya, Jonás y el papá de Coto. Coto se amaneció velando a la vieja. Vamos en bajadita. Pasamos frente a la calle de los Matos. A la izquierda están la línea del tren y la Carretera Central. Seguimos avanzando. Chanca sigue tomando fotos. Llegamos hasta la altura de la casa de los Chinga. Allí te subimos a la carroza. Chanca y yo vamos al costado del chofer. Vamos hasta los Girasoles, hasta allí has llegado alguna vez, muchas veces, cuando ibas a trabajar donde una enana y serrana que se las daba de gran señora nomás porque tenía algo de plata; allí cruzamos la Carretera Central y subimos por el camino que lleva al barrio Huascarán. Llegamos al cementerio Paz y Descanso Eterno de Chaclacayo. Hace años que no venía al cementerio. Un día le agarré pánico a los entierros y no vine ni cuando murieron mis mejores amigos como Pelusa, el loquito Montes, Pocco, Gilberto. Cuando era chiquillo sí venía. Más allá, en lo que ahora es el barrio Huascarán, era el botadero municipal de Chaclacayo. Buscábamos juguetes y otras cosas a la que pudiéramos darle utilidad. En esa época Chaclacayo estaba llena de gringos y uno podía encontrar buenas cosas en el botadero. Ahora las cosas han cambiado. Las demás personas ya han llegado. Volvemos a cargarte en hombros para llevarte al cuartel San Agustín. San Agustín. Dormirás eternamente en un cuartel que lleva el nombre que alguna vez utilizó tu hijo para firmar sus poemas. ¡Miles de muertos nos ven pasar! El cortejo sube y sube entre los cuarteles. ¿Dónde estará la abuela Eusebia, don Pancho, Pelusa, su hijita Milagros, el loquito Montes, Gusanón, Gilberto, Pocco, don Pancho Reyna, doña Aurora, don Hilario, Susy, la hermana de Gilberto? ¡Tantos muertos de Huampaní Alto yacen en este cementerio! Años sin venir a un entierro. Mamá sí asistía a los entierros y a las misas de difuntos. La vieja le tenía miedo a la muerte. Y la estamos llevando a su última morada. ¡Está muerta! Meto mano para que el cajón no se deslice para atrás. Uff, pesas, viejita. Al fin llegamos al cuartel San Agustín. Allí está el andamio y el albañil que sellará el nicho. Tiene listo su badilejo y su arena con cemento. Un señor, vestido de negro, con pinta de loco y una enorme cruz colgada en el cuello, hace las oraciones, pide por el descanso eterno de tu alma, mamá, ¿cómo se llamaba la señora?, María Palomino Seras. Canta el Salve: las lágrimas resbalan por mis mejillas. En las fotos también está Carolina llorando. Llorando. La misma que te negó. ¿Algún familiar que quiera expresarse? Un colega de John toma la palabra. Después, Jonás. Jonás toma la palabra. Jonás, el mismo que con las justas te pasaba. El mismo que granputeaba cuando sus hijos se escapaban para jugar con Nacho y Diego. El mismo que se llevaba a almorzar y pasear al viejo y nunca dijo venga usted también, suegra. El mismo que siempre mandaba un plato de comida al viejo y a ti ni una migaja. Hasta ha llamado a sus hermanos. ¿Acaso te llamaba cuando alguna vez hacía sus reuniones y venían sus hermanos? ¿Se estará acordando que lo agarraste a zapatazos cuando embarazó a Carolina y los hiciste casar a la fuerza? Primera vez en su vida que escuché que te decía mamá. Siempre te decía abuela. Al viejo sí le dice papá. Ahora le toca al viejo. El viejo, el mismo que te obligó a cuidar a la hija de Mariana porque ella estaba peleada con todos en casa y nadie quería cuidarla. O cuidan a la bebe, o se van, amenazó el viejo. El viejo. El mismo que alguna vez te empujó porque cuando se amargaba contigo se le salía el animal que lleva dentro. El viejo que nunca habló con sus hijas para que te dejaran de joder. El viejo que ahora dice son cuarenta y seis años pasados al lado de mi esposa. Habla de Jehová, de la esperanza de una futura vida eterna en el gobierno de los mil años de Jesucristo. ¡Si pudiera creer como él! Tiene setenta y ocho años. Tiene los cabellos blancos. Es pelado. Su calva brilla en las fotos. Derrama lágrimas. Jonás lo sostiene. Ahora le toca a John: adiós, mi gordita linda. Besa tu ataúd. ¿Ahora a quién le dirá mi mujer me ha botado, mamá, mi suegra me ha botado, mamá, tienes un sol para mi pasaje, mamá? No veo a Emilia. ¡Anoche les dije su vida! Ahora me toca a mí: muchas gracias por acompañarnos en nuestro dolor. Y a ti, mamá: nunca te olvidaremos, vivirás en el corazón de todos los que te quisimos, tu esposo, tus hijos, tus nietos. Descansa en paz, mamá. Beso tu ataúd. Ahora pienso que debimos de haber abierto el cajón para verte por última vez y para que todos tus hijos y nietos nos despidiéramos de ti. Ahora pienso que debí decir mamá fue la madre más buena y hacendosa del mundo, todo lo que soy se lo debo a ella. Debí decir a veces los hijos no nos merecemos los padres que tuvimos. Debí decir algún día daremos cuenta, antes de morir también, de todos nuestros actos. Pero ese veinticuatro de julio me faltaron las palabras. Ninguna de tus cuatro hijas dijo nada. ¿Con qué cara? ¿Qué iba a decir Mariana? ¿Que siempre te jodía? ¿Qué Carolina? ¿Que te negó alguna vez? ¿Qué Dora? ¿Que tuvo un hijo y nunca asumió su responsabilidad? ¿Qué Flora? ¿Lo mismo que Dora? ¿Que fueron excelentes hijas? ¿Que le dieron alegrías a su madre? Échales tierra en los ojos cuando me estén llorando, me dijiste alguna vez. No pude hacer eso, mamá, había mucha gente, pero anoche les dije su vida. Don Valerio toma la palabra en nombre de los vecinos. Se explaya. La gente empieza a pitear bajito. Ya quieren irse. Termina su perorata. Ahora a subirte al nicho. También ayudo. Ayudan Jonás y su hermano, ayuda don Montes. Uff, ya estás dentro del nicho. Te miramos por última vez antes que el albañil coloque la lápida para separar tu mundo del nuestro. Chanca va registrando todos esos momentos. En las fotos las personas están mirando hacia lo alto mientras el albañil sella con arena y cemento el nicho. Tu nicho está en la cuarta fila, es el número veintisiete. Escribe con un clavo tu nombre, María Palomino Seras de Gastelú, tu fecha de nacimiento, 28 de febrero de 1936, hace sesenta y nueve años atrás, tu fecha de muerte, 22 de julio del 2005, hace apenas cuarenta y ocho horas atrás, escribe PERPETUO y listo, se acabó. Todo terminó para ti. Eran las tres de la tarde.

Un lugar llamado Oreja de Perro


"Un lugar llamado Oreja de Perro" es una hermosa novela de Iván Thays, finalista del Premio Herralde 2008. La compré en el último día de la pasada Feria del Libro Ricardo Palma. Me gustó desde la primera página y al llegar a la última me quedé con las ganas de seguir leyendo. La historia es la de un periodista que ha sido enviado a esta localidad ayacuchana para cubrir la llegada del presidente Toledo. Aquí conoce a Jazmín, una chica embarazada por un soldado. Jazmín tiene una trágica historia. El protagonista ha perdido a su hijo de cuatro años y el recuerdo lo abruma. También se ha separado de su mujer a la que quiere mandar una carta pero no lo hace. ¿Críticas? Ninguna. Solo que fue muy corta, apenas 212 páginas. Ya la volveré a releer.

Dueña de mi corazón

Bella canción de Daniela Romo. Aquí está el enlace.
http://www.youtube.com/watch?v=Tv1RnxVbi_4

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Una semana

Falta una semana y será navidad.

lunes, 14 de diciembre de 2009

La tamalera

Vende sus tamales en la puerta de la panadería. Lleva a una niña en una manta sobre sus espaldas. Hoy llovía y ella estaba allí, bajo la lluvia con su pequeña en las espaldas. Tendrá 20 años, quizá 21.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Imaginación

Me han preguntado si lo que escribo sucedió, si es real, si tal personaje existe. Y yo digo que no, que todo es producto de mi imaginación. Nada de lo que cuento sucedió.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Feria del libro Ricardo Palma 2

Fui a la Feria del Libro por segunda vez y compré unas cuantas novelas: "Un lugar llamado Oreja de Perro" de Iván Thays, "La tierra de las papas" y "Qué cornucopia" de Paloma Bordons, "La leyenda del signo" de Gladys Segovia Baldwin, "La leyenda del rey errante" de Laura Gallego García y "Veinte mil leguas de viaje submarino" de Julio Verne. Ya tengo para leer todo el verano.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Mitad de semana

Y los días siguen pasando y las vacaciones se acercan a pasos agigantados. Ya quiero descansar, dormir hasta tarde, no sufrir todos los días los problema de tráfico camino al trabajo, no aguantar pulgas ajenas. Una semana más, y chau clases hasta el próximo marzo.

El pequeño vampiro


Novela de Ángela Sommer-Bodenburg que narra el encuentro de Anton con Rudiger, un pequeño vampiro a quien le gusta leer historias de vampiros. Ana, la desdentada, hermana de Rudiger, es una pequeña vampira que toma leche. Se enamora de Anton y a veces sufre por los desplantes que recibe de este. Los padres de Anton quieren conocer a los nuevos amigos de Anton y Anton pasa cientos de peripecias para que sus padres no sospechen que sus amigos son unos vampiros. Interesante novela que te arranca carcajadas a manos llenas.

Este libro llegó a mi ex colegio en un paquete donado por el Ministerio de Educación. En ese entonces yo estaba a cargo de la biblioteca. Como veía que nadie lo leía, me lo traje junto con una buena cantidad de libros que estaban amontonados en mi biblioteca hasta que me puse a leerlos y mi prejuicio sobre la literatura infantil y juvenil quedó de lado y ahora disfruto de estos libros que no solo son para chicos.

martes, 8 de diciembre de 2009

lunes, 7 de diciembre de 2009

Cupido es un murciélago


"Cupido es un murciélago" es una excelente novela juvenil de María Fernanda Heredia. Historia llena de humor, amor, decepciones, mentiras, trampas, intrigas que salen de lo común que tratan las historias para chicos que nos hacen leer en los colegios. Los textos de esta escritora ecuatoriana siempre me hacen reír, morirme de la risa. La leí en un solo día. Lenguaje simple pero profundo que te hace pensar en cuán complejo es para un niño llegar a la adolescencia, conocer el amor, enamorarse por primera vez de la persona equivocada.

Finis Mundo


"Finis Mundi" es una excelente novela de Laura Gallego García que lo compré en la Feria del Libro y dije lo voy a leer en el trayecto al trabajo y me cautivó desde la primera página y la noche del sábado y la mañana del domingo la terminé de leer. Es una novela ambientada en la Edad Media, llena de juglares, brujas y guerras. Se acerca el fin del milenio y tres amigos -Michel, Mattius y Lucía- van en busca de tres objetos que pueden impedir la llegada del Anticristo. Llegan a Normandía, de allí navegan a Britania y etc. Una novela publicada por ediciones SM para un público juvenil recomendable para toda edad. Me gustó y la volveré a releer en las vacaciones que se acercan a pasos agigantados.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Delirio


Novela de Laura Respreto que la tenía guardada hace más de cuatro años. Había leído un par de páginas y me aburrió o no sé qué que la dejé hasta que decidí leerla y no me arrepiento. Excelente historia esta de Agustina la clarividente. Recomendable.

Segunda persona


Novela de Selenco Vega Jácome con la cual ganó el premio de la Cámara Peruana del Libro. Interesante historia, aunque creo que Ricardo Gonzáles Vigil le echa muchas flores. Pero al menos no es aburrida y se deja leer con fluidez.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Falta poco

Falta poco para que se acabe el año escolar. Ando cansado, harto, que ya lo único que hago es esperar que finalice el año para dormir a pierna suelta. Un año más que se va. Este año he leído como nunca.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Cucurrucucu paloma

Hermosa versión de este clásico de la música popular mexicana. Bella la intérprete, aunque no dicen su nombre, tiene una voz parecida al de Linda Rostand. Aquí el enlace.

Libro solidario


En esta publicación hay un cuento mío sobre navidad. A ver si lo leen y lo adquieren y así harán felices a muchos niños.
Los siguientes artistas, poetas y escritores también han colaborado con esta campaña:

Ilustraciones: Blanca Bk (portada), Ana Cristina Martín, Agustín Garriga, Mario de la Cruz, Nina R, Fernando Prats, Alexandrina Pinto, Miguel Angel Martínez, Juan Carlos García del Blanco.
Relatos y cuentos: Silvia Ochoa Ayensa, Conchita Ferrando, Mª Dolores, Alonso Manuel Ferrer, Marta Bolet, Antonio Arteaga, Antonio Constán, Nava Lola Montalvo, Federico Fayerman, José Gómez Muñoz, Niobe, Belén Arteaga (11 años), Daniel Hernández, Harol Gastelú Palomino, Celsa Barja, Daniel Hernández Rodríguez, Mario Jesús, Salomón Escobar (9 años), Daniel Hermosel, Natalia Linares, Almudena Romea García (8 años), Diego Castro Sánchez, Mayte Moro Artalejo y José Luis Latorre Rivas, Catalina Gómez Parrado, Emcharos, Carmen Gómez Ojea, Toño Prado, Daniyecla, Silvia Penedo Torres, Carolina Lorenzo (12 años), Benet M. Marcos, Yolanda Díaz de Tuesta.
Poemas: José Manuel López Martín, José Ramón, Marcos Sánchez, Rosario, Bersabé Montes, Paquita Dipego, Mari Carmen Espinosa, Emmanuel Quiñones, Emili Gallego, Sampedro, Fernando Sabido Sánchez.


miércoles, 2 de diciembre de 2009

Diciembre

Ya estamos en diciembre, el último mes del año. Un par de semanas más, y vacaciones.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Fin de mes

Se acaba noviembre. Este mes he escrito poco pero he leído bastante, más que nunca, creo, hasta he desempolvado viejos libros para leerlos, libros que había comprado hace cinco años y esperaban su turno. Mañana empieza el último mes de año y luego vacaciones.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Feria del libro Ricardo Palma

Anoche fui a la Feria del Libro Ricardo Palma a abastecerme para el verano. Compré un par de libros de literatura juvenil -"Cupido era un murciélago" de mi estrella María Fernanda Heredia, "Finis Mundi" de Laura Gallego García, "El ladrón de monosílabos" de Ángel Pérez Martínez-, una novela de Pablo de Santis, "La sexta lámpara", "Segunda persona" de Selenco Vega Jácome, la estoy leyendo y no tiene nada de espectacular, esta novela ganó el premio de la Cámara Peruana del Libro y "Glaomorama" de Bret Easton Ellis, el mismo de "América psicho", un ladrillo de algo más de 500 hojas que me costó diez lucas, un regalo, que espero leer en enero cuando esté de vacaciones.
Vi un poco la presentación de Óscar Colchado Lucio en Ediciones SM, un autor que poco a poco ha ido cimentando una carrera con buenos libros. "Rosa Cuchillo" ha sido publicada por Alfaguara en una nueva edición. Buena por Óscar Colchado Lucio, quien, si mal no recuerdo, fue jurado cuando gané los Juegos Florales de La Cantuta allá por 1997. Espero seguir su ejemplo.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Contigo soy feliz


porque este amor no es clandestino,
porque tú piensas en mí
y tu corazón no es compartido.
Contigo soy feliz
a pesar de tus momentos de furia
porque luego regresas arrepentida.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Amaneciendo en ti

entre sábanas blancas
que anuncian la mañana
para ti y para mí
entre cantos de pájaros,
hojas al viento,
gaviotas en el cielo
y relinchos de caballos.

jueves, 26 de noviembre de 2009

La persecusión


Sus pisadas resonaban en la vereda como los cascos de un caballo furioso. Aceleré sintiendo que el aire me faltaba, que me ahogaba, que el corazón me iba a explotar de un momento a otro como una granada. La calle estaba en penumbra, solitaria, las luces de todas las casas estaban apagadas como si nadie viviera allí, como si ese fuese un pueblo fantasma. Tragué una bocanada de aire. Aceleré. Si la criatura, monstruo, o lo que fuera, me daba alcance, iba a ser mi fin. Doblé una calle, otra calle y otra calle. Perdí uno de mis zapatos pero seguí corriendo, cojeando, sintiendo que mi pie desnudo era desgarrado por las imperfecciones de la vereda. No era un sueño, era una pesadilla. No estaba durmiendo, estaba corriendo tratando de escapar de las fauces de un monstruo. Un monstruo. Si me daba alcance, me mataría. ¿Quién se iba a imaginar que esa mujer era un monstruo? Había llegado unas horas antes a La Realidad y me había alojado en un hotel barato. Había salido a caminar un poco y entonces la había visto: iba sola por la vereda y la seguí. ¿Qué hacía una mujer en una calle solitaria casi a la medianoche? Llevaba un diminuto vestido con la espalda desnuda. Aceleré los pasos para alcanzarla. A un metro de ella, le dije hey, amiga, ¿a dónde vas? Entonces volvió el rostro y lancé un grito de terror: ese no era el rostro de un ser humano. Di la media vuelta y eché a correr. Podía sentir en mi nuca su aliento como una llama de fuego, sus resuellos. ¡Un parque! En los parques siempre había parejas. Ahora sí estaba a salvo. Respiré con alivio, volví el rostro por una fracción de segundo: corría con la lengua afuera, tenía los ojos desorbitados. Me metí entre los matorrales, ¿hay alguien ahí?, pregunté. No había nadie. Nadie vivía en ese pueblo. Sentía las espinas clavarse en mi pie desnudo. Escuchaba sus pisadas destrozando los arbustos caídos, quebrando las ramas. Tragué una bocanada de aire. Más allá había un resplandor azul, unas luces. Estaba a salvo. Aceleré un poco más. Podía sentir su aliento en la nuca. No, no eran las luces de una calle. Era el mar. Esas lucecitas eran las de los barcos que entraban al puerto. A mis pies se habría un abismo. No podía retroceder. Salté antes que una de sus garras me cogiera de la garganta.

Canciones

La farsante, Juan Gabriel
http://www.youtube.com/watch?v=XrEOcXRbBFA
Con tu amor, Pandora
http://www.youtube.com/watch?v=mDorZ6mzYsk
Quién soy yo sin ella, Luciano y Camargo
http://www.youtube.com/watch?v=ohBgIci8D3Y

martes, 24 de noviembre de 2009

La casa vacía


Agustín lanzó una maldición. Trató una y otra de poner en marcha el vehículo, pero todos sus esfuerzos fueron vanos. Afuera la lluvia arreciaba. ¿Dónde encontraría un mecánico a esa hora? Era casi la medianoche en su reloj. Las casas de La Realidad estaban todas con las luces apagadas. El alumbrado público apenas iluminaba lo indispensable como para saber que ahí, al frente, se levantaba un pueblo. ¿Quedarse a dormir en el vehículo? Podría ser pero, si el cielo seguía vaciándose así, pronto habría otro diluvio universal, y precisamente su auto no era ni de lejos el arca de Noé. A un par de metros de la carretera pasaba el río Rímac arrastrando en su fiero y lodoso caudal piedras, árboles arrancados de raíz y sabe Dios qué cosas más. En cualquier momento podría desbordarse y lo lamentaría. La carretera estaba solitaria, ni un vehículo a la vista, ni siquiera un grifo donde pedir ayuda. Tal vez habría caído un huayco en las alturas interrumpiendo el paso. Cómo saberlo si hasta la radio no funcionaba. Era mejor buscar un lugar donde pasar la noche antes de que las cosas se pusieran color hormiga.
Bajó del vehículo y cruzó la carretera en dirección al pueblo caminando bajo la copiosa lluvia. Las calles estaban convertidas en un lodazal, el agua se metía por sus zapatos y ni una sola casa con las luces encendidas. Dobló una calle, y otra, y otra. Todo el mundo parecía dormir. No debió de haber viajado tan tarde, debió de haber esperado el día siguiente, pero cómo iba a saber él que llovería de esa manera. Era una lluvia inusual. Por aquí llovía en verano, nunca en julio. Mañana era veintidós de julio. Treinta años atrás, su madre todavía estaba viva. Treinta años atrás, su madre estaba viviendo su última noche de existencia. Al día siguiente moriría, culminaría su paso por la tierra.
Cruzó la plaza y vio una casa con las ventanas iluminadas. Se alegró. Era la única con las luces prendidas en ese pueblo fantasma. A ella se dirigió de prisa sintiendo cómo el frío le calaba los huesos, el alma.
Cruzó un jardín lleno de geranios. ¿Beethoven? Alguien tocaba el piano. En medio del golpeteo de la lluvia y el rumor del río reconoció La patética. Cuántas veces lo había tocado su madre. Se abrió una puerta en su memoria y vio las manos, blancas, bien cuidadas, de largos y finos dedos, de su madre cayendo como esta lluvia sobre las teclas del viejo piano que ahora estaría apolillándose en algún rincón de la antigua casona familiar.
Los Eucaliptos 141, decía la placa sobre la puerta de madera recién barnizada. Los Eucaliptos 141, repitió. Vaya coincidencia: esa era la misma dirección de su casa. En todos los pueblos había una calle llamada Los Eucaliptos, por lo visto.
En lugar de timbre había una reluciente aldaba de bronce en forma de puño.
Llamó.
Nadie.
Insistió.
¿Y si alguien se había quedado dormido escuchando un disco de Beethoven? La lluvia se intensificaba. Llamó otra vez. Dejaron de tocar el piano, o apagaron el tocadiscos. Escuchó unos ligeros pasos acercándose a la puerta.
–¿Quién? –preguntó una voz de mujer.
–Mi auto se ha malogrado cerca de aquí. No sé si podría…
La puerta se abrió.
–Buenas noches, señorita, disculpe que la moleste tan tarde, es que mi auto…
–Pase, pase –dijo la joven–. No vaya a pescar una pulmonía con este clima.
–Gracias.
Ella lo condujo a una salita. En la chimenea ardían los leños llenando de calor el ambiente. En un rincón estaba un viejo piano. Parecía el piano al que su madre arrancaba sentidas melodías.
–¿Era La patética lo que tocaba?
La chica dijo que sí.
–Para no aburrirme.
Alimentó el fuego con otro leño.
Era bonita. El fuego le daba unos matices rojos a su albo rostro. Tenía los ojos grandes y oscuros. Su negra cabellera estaba atada formando una trenza.
–Mamá también tocaba el piano –dijo Agustín–. Y tocaba La patética. Al escucharla me acordé de ella. Mañana son treinta años desde que murió.
–Lo siento mucho. ¿Cómo se llamaba?
–María Luisa.
–Qué coincidencia, yo también me llamo igual.
Agustín hizo un gesto de incredulidad.
–En serio –dijo ella–. María Luisa es un nombre común.
María Luisa era joven. A lo mucho tendría unos veinte años. ¿Qué habría estado haciendo su madre a esa edad? El viejo la conoció a los veintitrés, se casaron, lo tuvieron a él.
–¿Un café?
–Si no es mucha molestia. Gracias.
–De nada.
Pareces mi madre, iba a decirle Agustín. Su mamá siempre lo esperaba con un café caliente.
–¿Qué hacía a estas horas en la carretera? –preguntó ella desde la cocina.
–Iba a Chosica. Mañana le vamos a hacer una misa a mamá.
Alguien empezó a toser en un cuarto cercano.
–Es mi abuelita que está con una fuerte gripe –dijo María Luisa, cruzando la salita–. Ya vengo.
Agustín la vio desaparecer en una puerta al fondo del pasillo. Afuera, la lluvia no tenía cuándo acabar. Las amplias ventanas eran golpeadas por las gruesas gotas de lluvia. A lo lejos el río bramaba como un animal furioso. Qué sería de su auto. Tantos sacrificios para comprarlo para que al final se lo lleve el río. Menos mal que no se quedó a dormir allí. Qué suerte había tenido al encontrar esta casa. La única casa en todo el pueblo que parecía estar habitada.
María Luisa cruzó hacia la cocina. Agustín escuchó el ruido de tazas y cubiertos. Se acordó del ruido que hacía su mamá en la cocina de su casa.
–Sírvase –dijo la muchacha, alcanzándole una bandeja donde humeaba una taza de café.
–Muchas gracias.
–De nada.
–Excelente café –dijo Agustín–. Así lo preparaba mamá.
María Luisa sonrió. Tenía una bonita sonrisa. Las lenguas de fuego se reflejaban en su blanca y pareja dentadura.
Desde la otra habitación volvieron a toser.
–Ya regreso.
La lluvia seguía cayendo con furia sobre el pueblo. Agustín miró por la ventana: las calles parecían ríos, el cielo era iluminado por los relámpagos a cada instante. Las casas continuaban con las luces apagadas. Suerte que encontré este refugio, se repitió otra vez, sino, dónde estaría ahora.
–De repente desea descansar –dijo ella al regresar–. Tenemos un cuarto de huéspedes.
–Todavía no –dijo Agustín–. Más bien me gustaría escucharla. Claro, si no es abusar de su hospitalidad.
–Al contrario –María Luisa sonrió, echó otro leño al fuego y se puso al piano. Sus dedos, largos, delicados, casi transparentes, de uñas recortadas y bien pulidas y sin pintar, empezaron a caer sobre el teclado como la lluvia sobre ese extraño pueblo–. Casi nunca tengo oyentes.
–¿Die schöne müllerin?
Ella asintió.
–Schubert.
–Mamá solía tocarlo siempre –dijo Agustín. Cerró los ojos para disfrutar mejor de ese instante tan especial. Vio a su madre tocando el piano en la sala de la casona familiar. Tenía las manos bien bonitas. Casi no recordaba su rostro. Sus manos sí las recordaba con toda claridad como si nunca las hubiera dejado de ver. Y también recordaba las canciones que tocaba. ¡Mamá! Después de tanto tiempo iba a visitar su tumba. Se sintió culpable de tenerla olvidada, de no llevarle ni un ramo de flores en tantos años. Esa pieza era Das wandern, el lied favorito de su madre, y el suyo también. Cuántas veces lo había tocado mamá. Si no hubiese muerto tan temprano, seguramente él también hubiese sido pianista y ahora estaría dando un recital en algún lugar del mundo y no en ese pueblo donde la lluvia no parecía cesar jamás. ¿Tanta agua había en los cielos? Pero bien valía un chapuzón el estar aquí escuchando a María Luisa cuyas bien cuidadas manos seguían danzando sobre el teclado como una ballerina. Se miró las manos. No, esas no podían ser las manos de un pianista. Eran feas; sus dedos eran gruesos, torpes. Sintió vergüenza de sus manos. Ahora la chica tocaba Nouvelles pièces fruides. Satie. Otra vez su madre. Volver a la infancia, estar junto a mamá, escucharla tocar todas las tardes. Tocaba divino. Se arrepintió de no haber seguido sus pasos. Él era un músico frustrado. Claro de Luna. Vuelta Beethoven. Ese era el primer movimiento. Otra vez su madre. Afuera el cielo seguía derramando sus lágrimas sobre La Realidad. Los rugidos de ese animal furioso que era el río cada vez se hacían más fuertes.
Volvieron a toser.
–¡Dioses, ya es tarde! –exclamó la chica como si recién se diese cuenta de la hora que era–. Debes estar muriéndote de sueño.
Agustín asintió aunque no tenía ganas de irse a dormir.
María Luisa fue donde su abuela y regresó al minuto y lo condujo al cuarto de huéspedes.
Mientras el sueño lo vencía, Agustín volvió a escuchar La patética. Beethoven. Su madre, sus manos bonitas y bien cuidadas de largos y frágiles dedos que caían como la lluvia sobre el teclado.

Una semana después, esta vez de día, un hermoso día lleno de sol y sin lluvia, Agustín estaba de vuelta en La Realidad. Buscó Los Eucaliptos 141. Se sorprendió al encontrar una casa antigua en cuya sucia ventana de lunas rotas un cartel deslucido por las inclemencias del tiempo decía SE VENDE. No recordaba haber visto ese aviso. Los geranios a duras penas sobrevivían en ese jardín devorado por la mala hierba. ¿Era la misma casa donde había sido acogido en esa noche de infernal llovizna? Quizá se había equivocado de dirección, pero allí decía, sobre la vetusta puerta de madera, Los Eucaliptos 141. Hizo sonar el herrumbroso puño de bronce.
Nadie.
Insistió.
–Nadie vive en esa casa hace años –le dijo una señora sacando la cabeza desde la casa vecina.
–¿Nadie?
–Así es. Hace años vivía una viejita, viuda ella, que tocaba el piano. Pero se murió y desde entonces nadie vive allí. Decía que tenía un hijo, pero parece que el hijo se murió antes que ella porque nunca vino a visitarla.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Tienes unos ojos bonitos


que me miran con cariño.
ojos grandes, ojos oscuros,
ojos que yo amo,
ojos que sonríen siempre
como un día de setiembre.
Si lloran, me gusta secarlos,
de besos llenarlos.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Un mes más

Un mes más de la muerte de mamá. Un mes más de soledad, de dolor, de ausencia.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Ocho meses

Hace ocho meses murió papá. El dolor de su ausencia sigue latente en mi corazón. Mi único consuelo es saber que ahora ya no sufre más.

martes, 17 de noviembre de 2009

lunes, 16 de noviembre de 2009

Diablo Guardían


Rosalba, o Violetta, como le gusta llamarse, está harta de la hipocrecía de sus padres que se andan alucinando que son gringos. Niña inquieta, descubre el botín que sus padres guardan producto de sus robos en obras de caridad. Con el dinero robado huye a New York donde termina de puta y drogadicta y cae en manos de Nefastófeles, que le saca la eme cada vez que le da la gana. Vuelve a México con las intenciones de redimirse, pero la vida no se lo permite y vuelta se topa con Nefastófeles, convertido en publicista. Al final, para empezar de nuevo, Violetta decidí desaparecer del mapa y planifica su muerte con la ayuda de Pig, que se convertirá en su Diablo Guardián.

Excelente novela de casi 600 páginas que devoré en un par de semanas. La pregunta es ¿qué es lo que hace que una novela tan inmensa me cautive tanto, no me aburra y la historia me quede corta y novelas cortas, de cien hojas y tantos, terminen en el tacho? Debe ser la ironía, el doble sentido, el lenguaje desenfadado despojado de ese aire culto, académico que algunos "escritores" suelen emplear.

Xavier Velasco es el autor de esta buena novela que releí después de seis años y sigue intacta la sorpresa, el interés que causó en mí la primera lectura. Recomendable. Hay una versión gratis en Google.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Viernes 13

–¿Fumas, Agustín? –Susy te ofreció su cigarrillo después de darle una larga pitada.
Empezaba a llover en La Realidad. Jason daba largos trancos en pos de su víctima. La asustado chica avanzaba por la desierta calle volviendo el rostro a cada instante como presintiendo que algo siniestro la acechaba.
–No, tía, gracias.
No, tía, gracias; mocoso estúpido, bien que quisieras darle una pitada a mi tronchito. Cómo se te hace agua la boca.
–Por mí no te hagas rollos –dijo Susy, aspirando profundamente como para tentarte. Jason movía la cabeza como si fuera un radar. Botó el humo por boca y nariz. ¿Estaría tratando de localizar los asustados latidos de la pobre muchacha escondida detrás de unos contenedores? Las volutas se elevaron hacia el cielo raso perdiéndose en la semipenumbra. Susy insistió–: toma, Agustín, es solo un cigarrito.
–No, tía. Gracias.
No, tía, gracias. Chiquillo idiota.
–Toma, prueba, no seas tonto, sobrinito. Yo no soy como la anticuada de tu madre que te anda prohibiendo todas las cosas buenas que te ofrece la vida.
De reojo viste que cruzó y descruzó las piernas. Las luces de la pantalla se reflejaban en sus blancas y lisas rodillas como en una fuente de agua.
–Aquí tienes la más amplia libertad para hacer todo lo que se te apetezca, sobrinito. Puedes echarte tus tragos si tienes sed, fumar tus tronchitos, tirarte un polvito con tus amiguitas aunque sea en tu imaginación.
Te pusiste colorado. Qué cosas eran esas que decía tía Susy. La lluvia empezó a caer con fuerza, Jason husmeaba el aire tratando de localizar a la asustada muchacha, los perros daban alaridos como si se sintieran amenazados por el psicópata enmascarado. Tu tía se alisó la faldita celeste.
–¿Es cierto que tu pobre madre te encontró autosatisfaciéndote, sobrinito?
De un certero machetazo Jason le cortó limpiamente la cabeza a la pobre chica que ni siquiera llegó a decir esta boca es mía. La pantalla y tu rostro se tiñeron de rojo. Sentiste que te morías de vergüenza.
Agustín tenía los ojos fijos en el televisor.
–Te hice una pregunta, sobrinito –Susy bajó el volumen al mínimo, puso el control sobre sus piernas, ahora se escuchaba la caída de la lluvia en toda su intensidad, el toc toc que producían las gruesas gotas al golpear los ventanales impelidos por el viento nocturno. A ver, quítame el control si puedes, sobrinito, parecía decirte–. Vaya, este chiquillo, aparte de pajerín, es mudito, ¿no?
Querías desaparecer del mapa, querías que la tierra se abriera y te tragara. Cómo te ardía el rostro, sentías que tus orejas se derretían como la cera y Susy estaba allí, mirándote, escudriñándote.
–¿Acaso estás esperando que te torture para que me respondas, ah, sobrinito?
–Tía…
–Recuerda que hemos quedado en que no habrá secretos entre nosotros dos, Agustín, ¿o acaso no confías en mí como yo confío en ti, sobrinito, ah?
–Pero, tía…
–¿Acaso yo no te cuento hasta mis cosas más íntimas, ah? Además, no tiene nada de malo autosatisfacerse de vez en cuando, sobrinito. Aunque no me creas, muchas veces yo también lo hago.
¿Sería cierto lo que Susy decía? ¿También jugaba con el Secreto que tenía allá abajo? Mamá decía que jugar con eso era sucio, pecado, cochino, que Diosito castigaba, que te salían pelos en las manos como si fueras mono, que el único que se sentía feliz con esos juegos prohibidos era el diablo que te esperaba con los brazos abiertos para que te achicharraras en el infierno por lujurioso. Pero qué rico se sentía jugar con eso, era mucho más divertido que estar en internet chateando con los amigos o jugando fútbol. Afuera parecía que se había desatado el diluvio universal, rayos, truenos y relámpagos rompían la calma en La Realidad, los perros gemían lastimeramente como pidiendo que les abrieran las puertas del arca de Noé. En la película también llovía torrencialmente pero Jason cruzaba los charcos y lodazales como si nada con sus botas todo terreno.
–Además, tú estás en una etapa en la cual todas tus hormonas están en plena ebullición, corriendo en fórmula uno, ¿no es así, sobrinito?
Agustín, sin quitar los ojos de la pantalla, hizo un gesto de afirmación.
–Pobre hermana mía. ¿Es cierto que casi le da un infarto?
–Exagera, tía.
Susy te miró las manos, ¿se estaría preguntando con cuál te la estuviste manipulando? ¿Con cuál mano te tocas, Agustín, con la derecha, con la izquierda? ¿O con las dos?
–Qué tonta tu mamá: en lugar de alegrarse porque su hijito ya es todo un hombrecito, ¡y qué hombrecito!, arma un escándalo por gusto. Si tú fueras hijo mío, te habría llevado al Open para que debutes de una buena vez y dejes de estar manchando las sábanas y gastándote las manos, Agustín.
–Tía…
–Si te encontraba fornicando, se moría la pobre.
–Tía…
–Caracho: tía tía. ¿No sabes decir otra cosa, ah? Pareces un disco rayado: tía tía. ¿En quién estabas pensando?
–¿Cuándo, tía?
–Cuando estabas jugando con tu chupetín, pues, sino cuándo. No te hagas el sonso conmigo, sobrinito.
–No me acuerdo, tía.
–Qué malo eres, Agustín. Cualquiera dice en ti, tía Susy, estuve pensando en ti porque tú eres más bonita que la Maju Mantilla y la Marina Mora juntas.
–Ay, tía.
–Ay, tía –remedó Susy, cruzando y descruzando las piernas.
Jason tenía acorralada a su siguiente víctima. La torrencial lluvia seguía cayendo sobre La Realidad. Otro rayo cayó por los cerros. Los perros aullaron asustados, parecían lobos en luna llena.
–¿En quién estuviste pensando, Agustín?
–En nadie, tía.
–¿Nunca piensas en tu tiíta Susy, Agustín? –dijo ella, con la voz lastimera–. Porque tu tiíta Susy siempre piensa en ti, Agustincito.
¿Sería cierto eso? ¿Susy diría Agustín Agustín con esa dulce vocecita mientras jugaba con su cucarachita, mientras le movía la patita hasta hacer que se pusiera dura, rígida, ah? ¿Susy sería capaz?
Jason empezó a blandir su machete en el aire. De pronto, Susy empezó a chillar como si el enmascarado la estuviera amenazando.
–¿Qué pasa, tía? No te asustes por gusto, es solo una película.
–¡Ay, mi pie! ¡Mi piecito!
–¿Has pisado un clavo, tía?
–¡Calambre, sonso! ¡Ay, mi piecito!
–Yo pensé que Jason te había cortado mal la cabeza.
–Ya quisieras, pajerín, para librarte de mí, ¿no? Sóbame el pie, porfa.
Sobarle el pie. Acariciarle el pie, la piel.
Te pusiste de rodillas frente a ella y tomaste entre tus manos ese pie chiquito, ¿calzaría 36? Parecía el piecito de Cenicienta. Era suavecito como la gamuza. Le sobaste el empeine, la planta, no me hagas reír que me voy a hacer pis en mi calzón, sobrinito, los deditos, el dedo gordo, el tobillo. Sentías los movimientos rítmicos, precisos, de esas ¿expertas? manos que te empezaban a llenar de calor. Qué rico era ese calorcito que empezaba a subir por tu sangre poquito a poco como por los escalones de una pirámide azteca.
–Más arribita también, sobrinito, porfa –le pediste sintiendo cómo sus manos empezaban a trepar por tus largas piernas.
Era la primera vez en tus trece años que agarrabas una pierna de mujer, antes solamente en tus fantasías, en tus sueños, en esas noches de insomnio pensando en que te iban a salir pelos en las manos como decía tu mamá y te ibas a ir al infierno a achicharrarte. Susy era velluda como la mona de Tarzán, nunca se depilaba, ¿o le salía tanto pelo por jugar mucho con su cucarachita? En las axilas también tenía un mata de pelos, a ti te gustaba mirárselos e imaginar que allá abajo, en el Territorio Prohibido, también había una selva de pelos cubriendo la entrada al Santuario.
Agustín tenía las manos suavecitas y calientes, los dedos largos y fuertes. Se sentía clarito cómo ese calorcito empezaba a entrar en tu Zona Sagrada. Era un gustito único, rico, desconocido, nuevo, maravilloso, deslumbrante. El calorcito ya estaba dentro de tus entrañas, en tu sangre, en tus fluidos, había atravesado tu piel hasta llegar a tus huesos, a tu alma. Ah, qué rico se sentía. Era mucho mejor que hacerlo solita, que imaginar que tus manos eran unas manos fuertes de hombre.
–Arribita de la rodilla también, Agustincito, por favorcito.
Enrolló su faldita y tus manos empezaron a subir temerosos, dubitativos; los que no tenían temor eran tus ojos que escudriñaban más allá del límite de la faldita tratando de descubrir lo que había entre los pliegues y la penumbra en que te tenía condenado la poca luz que emanaba de la pantalla del televisor. Allí estaría el Bosque No Explorado Aún. Si entrabas allí, era más que seguro que te perderías entre el follaje, la maraña de lianas, de troncos caídos y hojas que estarían pudriéndose formando un pantano que tragaría, devoraría, succionaría todo lo que cayese en él. ¿Allí también llovería como en La Realidad? Seguro que sí.
Susy estaba con los ojos cerrados sintiendo cómo esas manos se desplazaban por su muslo a un par de centímetros del centro de su humanidad, de su universo. Dentro de ella había una caldera hirviendo su sangre, abrasando sus entrañas, quemándole, evaporando sus fluidos.
¿Qué era ese aroma que parecía brotar de la tierra mojada? Era un aroma desconocido para ti, una mezcla dulzona, ácida, salina, como de troncos podridos por el mar, como si un inmenso pez hubiese abierto sus fauces y te arrojase su aliento en el rostro. ¿Sería cierto que Susy también pensaba en ti al tocárselo? Agustín Agustín. Ah, si tuvieses la llave que abría esa Puerta Prohibida…
–La otra pierna también, Agustincito, porfa.
–¿También te ha dado calambre ahí, tía?
–Por si acaso nomás, sobrinito, porque más vale prevenir que lamentar, ¿no crees?
–Tienes razón, tía.
–Y tú tienes unas manos bien suavecitas, sobrinito –te acarició los cabellos.
Qué ganas de agarrarle la cabeza y hundirlo dentro de ti, en tu Pozo Infinito donde hervían tus ansias, tus ganas, tus deseos contenidos, tu curiosidad. Tu Estalactita estaba a punto de derretirse. ¿Así habría estado el Michael Douglas frente a la Sharon Stone en Bajos instintos, ah? Pero parece que la Sharon estaba sin calzón. Cómo no se te ocurrió temprano lo del calambre, lo habrías planificado con más cuidado, pero te estaba saliendo mejor de lo que habías pensado.
¿Tanto le duraba el calambre a tu tía? Las rodillas ya te dolían. Ese aroma tan raro era cada vez más fuerte, sentías que te estabas mareando, emborrachando, hundiendo en un pozo lleno de flores. Susy seguía con los ojos cerrados.
–Un poquitín más arriba, sobrinito, si no es mucho pedir.
Sus manos seguían escalando tus muslos como por una montaña escarpada. Eso es, así, así, sobrinito, ábrete paso por entre el follaje, pídele ayuda a Jason, ese tipo tiene buenos brazos y maneja bien el machete. Así, así, qué rico.
Ese raro aroma estaba en toda la habitación, si no abrían las ventanas, te ibas a ahogar, ¿Susy no lo sentiría? De repente sí, porque parecía que respiraba con dificultad, no se fuera a ahogar también, ¿abro las ventanas, tía? ¿Quieres que entre la lluvia, ah? Así, así, sobrinito. Qué rico se sentía. Tu vientre estaba en el punto más alto de ebullición, en cualquier momento iba a explotar como una bomba atómica. Las manos de Susy se posaron crispadas como garras sobre tu cabeza. Contuviste las ganas de hundir esa cabeza en tus entrañas. Aaaaah, tu vientre explotó expulsando un torrente de miel, de néctar. Las manos de Agustín debían estar pegajosas.
–Aah, listo, sobrinito, qué relajada me siento. Ahora sí estoy como nueva –le acariciaste los cabellos–. Mil gracias, Agustincito, eres un amor.
–De nada, tía.
–¿Nos vamos a dormir, sobrinito? Jason ya aburre.
Apagaron el televisor, aseguraron puertas y ventanas y se dirigieron a sus habitaciones.
–Hasta mañana, sobrinito –Susy se puso de puntillas y estampó un sonoro beso cerquita de tus labios–. Que sueñes con los angelitos, Agustincito.
–Tú también, tía, hasta mañana.
–Y no te la vayas a tocar esta noche pensando en mis patas flacas porque Jason te puede cortar la cabeza –dijo Susy, riendo, antes de cerrar su puerta.
Un buen rato después, tocaron la puerta de tu cuarto.
–¿Duermes, sobrinito? –Susy asomó la cabeza.
Agustín estaba en su cama, hizo un rápido movimiento y sacó su mano de debajo de la colcha. ¿Se lo habría estado manipulando?
–Todavía, tía.
–¿Se puede?
–Claro, tía, pasa, pasa.
Susy cruzó la habitación. Llevaba una bata rosada, transparente, debajo solo un calzoncito cubriendo el Lugar Prohibido.
–Esta lluvia no me deja dormir –dijo, sentándose al filo de la cama. Allí estaban otra vez sus piernas, poderosas, largas, velludas–. Tengo miedo que Jason venga a buscarme.
Te reíste.
–Es solo una película, tía.
–Pero a mí me da miedo –sus senos, esas dos perfectas peras de oscuros pezones, se movían al ritmo de su respiración–. ¿Puedo echarme un ratito aquí hasta que me venga el sueño, sobrinito?
–Claro, tía, échate nomás.
Levantaste la colcha. Agustín estaba en calzoncillos, tenía un bulto debajo de la prenda. Te deslizaste a su lado.
–No estorbo, ¿no?
–Claro que no, tía, cómo crees –sentiste al lado tuyo ese cuerpo tibio lleno de curvas y sinuosidades. Era la primera vez que tenías una mujer echada a tu lado, tan cerquita de ti. El aroma dulzón y marino, tenue esta vez, entró por tus fosas nasales.
–¿Qué lees, ah? –su aliento te quemó el rostro.
–Esta enciclopedia de arte.
–A ver. ¿Se puede mirar?
–Claro que se puede, tía.
Pusiste el grueso libro sobre el vientre de Susy. Sus senos se marcaron, la punta de sus pezones parecían querer atravesar la bata. ¿Los tendría suavecitos como sus piernas? ¿Se pueden tocar, tía?
–Mira cuánto realismo hay en estas esculturas, Agustín. Hasta parece que fueran de carne y hueso.
–Los griegos fueron grandes escultores, tía.
–Eso es lo que estoy viendo. Mira cuánta perfección. Mira su ombliguito, mira su pancita; están mejores que yo, ¿no, sobrinito?
–Tú eres bonita, tía.
–Pero estoy media chorreada, ¿no crees?
–Claro que no, tía, tienes una bonita figura.
–Lo dices nomás por halagarme, Agustín. Mira, toca –agarró tu mano y la puso sobre su vientre, entre su ombligo y su pubis. Allí la piel era suavecita como la seda–. ¿Ves que tengo la panza como una bolsa de agua, ah?
–Está durita, tía –Agustín cogió un pliegue de carne–. Y firme.
–Solo lo dices para no quedar mal conmigo, Agustín. La verdad es que estoy peor que la Alicia Machado.
–¿Quieres que te diga vieja y choclona, tía?
–Ay, sobrinito, tampoco tampoco. Apenas tengo veinte abriles.
–Por eso, tía. Cuando tengas cien años recién te desmondongarás.
–¿Aquí también está durito? –movió tu mano y lo puso al filo de su monte de Venus.
–Claro, tía –un poquito más y le tocabas el calzoncito.
¿Por qué no avanzas un poquito más, sobrinito? No te voy a decir nada, tú continúa nomás, ¿por qué tienes miedo si no es territorio minado?
–Tú si tienes la barriga bien durita, sobrinito –pusiste una mano sobre su ombligo. Agustín también era velludo–. Bien podrías haber sido un dios griego. Baco, Apolo, o Zeus, mínimo.
–Exageras, tía.
–En serio, Agustín. Tú sí eres perfecto, y peludo –enredó su índice en tus vellos.
–Pero no soy un dios griego, tía.
–Para mí lo eres, sobrinito –te acarició la barbilla, su cálido aliento te abrasó el rostro, su voz parecía el ronroneo de una gata en celo, y ese aroma que parecía brotar del fondo de la tierra te invitaba a dormir, a cerrar los ojos, a hundirte en las profundidades del sueño.
Agustín se quedó dormido. Afuera la lluvia había cesado, por fin. Los perros ya no aullaban, estarían en su casita, juntitos, dándose calor, sin temerle a nada, ni a la penumbra, ni a ese silencio que daba miedo. Agustín estaba profundamente dormido. Despierta, Agustín, Jason ha venido a buscarnos. Lo sacudiste y nada, no despertaba, estaba seco como un tronco. No le importaba que Jason viniera por ti, por lo visto. Dormía como un angelito, ajeno a tus súplicas, a tus necesidades, a tus ganas, a tus deseos. Era lindo, tenía un perfil perfecto. Recordaste sus manos, ahora inertes, friccionando, sobando, masajeando tus piernas. Tu Estalactita estaba dura de nuevo. Agustín, vamos, despierta. Nada. Pusiste tu mano derecha sobre su pubis, la izquierda la tenías ocupada en ti. Le empezaste a acariciar el pubis, el hoyito del ombligo. ¿Y si se despertaba? ¿Qué haces, tía Susy? Nada, nada, sobrinito, vi una pulguita y la estaba buscando para matarla, no te asustes por gusto. Eres una viciosa, tía Susy. Eso no se hace, te van a salir vellos en las manos, se te van a morir las neuronas y te vas a volver loca, Diosito te va a castigar y te va a condenar al fuego eterno. Viciosa. Cochina. Sucia. No me digas eso, Agustín. Tuve curiosidad nomás. Es que nunca he visto una, nunca he tenido una en las manos, entre las piernas, tu mamá si es una viciosa. ¿Es cierto que casi se desmaya? ¿De dónde sacaste esa revista de calatas? ¿Por qué nunca piensas en mí, ah? Yo siempre pienso en ti, Agustín. Tiíta Susy siempre piensa en ti, Agustincito. Por eso te traje aquí, para que te distraigas, para que te olvides de todas esas cochinas que salen en las revistas de calatas y solo pienses en mí, en tu tiíta Susy. Separaste tus labios mayores y empezaste a friccionar tu Estalactita mientras tu otra mano reptaba como una serpiente y se metía debajo del calzoncillo y llegaba al Objeto Anhelado. ¡Agustín, despierta! Nada, estaba bien dormido. Se lo tocaste. Primera vez que tocabas uno. Parecía un gusano gigante, todo flácido. Lo cobijaste en la palma de tu mano y lo empezaste a manipular, primero lentamente, luego con mayor rapidez hasta hacer que se pusiera dura. Era grandaza, caliente, nervuda, llena de vellos. Te echaste saliva en las manos y proseguiste tu afán, una mano debajo de ti, la otra en ese objeto que se ponía cada vez más duro y caliente. Extrañaste sus manos acariciándote las piernas, haciéndote imaginar tantas cosas. ¿En serio que nunca piensas en tu tiíta Susy, Agustincito? Cómo tu tiíta Susy siempre piensa en ti. Mira cómo te ayuda, cómo te lo acaricia, cómo te lo besa, cómo se lo mete en la boca y se traga toda tu miel, todo tu néctar.



Viernes 13

Hoy casi meto la pata, bueno, la metí, pero menos mal que me perdonaron.
Me falta poco para terminar "Diablo guardián", la bella novela de Xavier Velasco.
Ahora ando corrigiendo unos poemas y unos cuentitos que publicaremos en el colegio. Veremos en qué termina.

martes, 10 de noviembre de 2009

Amaneciendo en ti


entre sábanas blancas
que anuncian la mañana
para ti y para mí
entre cantos de pájaros,
hojas al viento,
gaviotas en el cielo
y relinchos de caballos.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Debo estar enamorado


para pensar a cada segundo en ti,
para soñar con estar a tu lado
y hacerte feliz.
Debo estar enamorado
para estar así:
con el corazón en la mano
si no estás junto a mí.
Debo estar enamorado
para ya no sufrir
por amores que han pasado
dejando mi corazón a punto de morir.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Andrea Bocelli y Judy Weiss

"Vivo por ella" en la voz de estos dos magníficos cantantes.
Andrea a caballo, Judy con un vestido crema y el cabello oscuro, un pueblo con aires de la Edad Media. La escena final es hermosa.
http://www.youtube.com/watch?v=Tm5XcZVdpTk
Una casona antigua, Judy con un vestido plomo, tiene bonitas piernas, unas estatuas.
http://www.youtube.com/watch?v=qVJF-jQ2GNg
Andrea sin barba, Judy con un conjunto oscuro y una blusa roja, un escenario con humo.
http://www.youtube.com/watch?v=GiGTXItgcLw
Los dos elegantes, Judy con un vestido negro que resalta su belleza y su cara de ángel. Canta como los ángeles. Cantan.

jueves, 5 de noviembre de 2009

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Cinco años

Hace cinco años me sacaron un enorme cálculo del riñón derecho. Hace cinco años mis padres estaban vivos. Quizá alguien sabio esperó a que me operaran para que mis padres se pudieran marchar en paz. No sé...

martes, 3 de noviembre de 2009

Canciones

Esta chica canta bonito en el idioma de Pelé, y toca la guitarra también.
http://www.youtube.com/watch?v=KRTyBDdNmvk
Ella también canta, y baila, bonito
http://www.youtube.com/watch?v=8Ooiir-tCcA

lunes, 2 de noviembre de 2009

La credibilidad

Es dificil de conseguir después de hacer estupidez y media, después de dar tu palabra y no cumplir y esperas, ¿ingenuamente? que te crean y lo que has hecho te pasa la factura e inventas pretextos, buscas explicaciones y las tienes a la mano y no te quieres dar cuenta.
Estoy leyendo, releyendo más bien después de seis años, "Diablo guardián" de Xavier Velasco. Una excelente novela que te desnuda hasta los huesos. Recomendable sobre todo para esos pinches que se las quieren dar de vivos. Paciencia que todo cae por su peso.

Desolación

Dúo Romances
http://www.youtube.com/watch?v=0vGgg_BIj8o
Dúo Arguedas
http://www.youtube.com/watch?v=lihXjG8rwCo

sábado, 31 de octubre de 2009

Fin de mes

Y se acabó octubre con sus promesas incumplidas, con nuevos proyectos para el año que viene, que los sueños aún en pie a pesar de las adversidades, con el dolor por los ausentes, con el asco por los falsos amigos. Muchos dicen se acaba el año y no he hecho nada, yo he hecho mucho y me quedo callado.

Ilona llega con la lluvia


Maravillosa novela de Álvaro Mutis con las tribulaciones de Maqroll el Gaviero, esta vez acompañado por la despampanante Ilona. Libro que te cautiva desde la primera línea por su lenguaje poético, por su sensualidad. Siempre es bueno leer a Mutis. Esta es una relectura en realidad, pero cada que vuelvo a las páginas de algunas de las novelas de Mutis, encuentro siempre elementos nuevos.

Joseycha

Es un cantante de mi pueblo. Aquí algunos de sus temas:
http://www.youtube.com/watch?v=O1wzYwkAKqY

http://www.youtube.com/watch?v=xciSCUAlhCg

Cucurrucucu paloma

Tema de Tomás Méndez Sosa en diversas voces:
Ángeles Ochoa
http://www.youtube.com/watch?v=2I3JGCHBr74
Natalia Maribojoc
http://www.youtube.com/watch?v=B9csczcCJ2A
Semiro Rossi
http://www.youtube.com/watch?v=Y9A8eAoHxko
Florencia Tinoco
http://www.youtube.com/watch?v=7-xVaHSd2_g
Perla Batalla
http://www.youtube.com/watch?v=AN8RaAmQvJA

viernes, 30 de octubre de 2009

El seminarista de los ojos negros 2

Otra versión de estos versos
http://www.youtube.com/watch?v=USJ15q31VxE

José María Arguedas


Durante estas dos semanas de ausencia, leí "Yawar fiesta" y "Los ríos profundos" de José María Arguedas. Con la primera me reí, me estremecí, me llené de furor, de indignación. Así vivían, y aún viven en algunos lugares del Perú profundo, nuestros hermanos peruanos. La segunda es media empalogosa, ingenua.
"Yawar fiesta": los indios esperan con ansias la llega del 28 de julio para batirse en duelo con el Misitu, un toro bravo en torno al cual se ha hecho un mito. Pese a la llegada de una directiva prohibiendo las sanguinarias corridas, los indios se las ingenian para burlarla y van en cacería del Misitu.
"Los ríos profundos": Ernesto está interno en Abancay, la opa sirve de consuelo de las ansias carnales de los alumnos en el aparente rígido internado. Ernesto va tras las chicheras que se han sublevado a la autoridad, se enamora de una chica que le recuerda a un viejo amor. Finalmente una peste azota el pueblo y Ernesto parte al Cusco.

El seminarista de los ojos negros

Hermosos versos y bella historia de amor eterno. Con este poema empieza "Primer amor", mi nuevo proyecto: Agustín llega a La Realidad, sus padres se acaban de divorciar, él vivirá con sus abuelos, es el nuevo alumno del colegio, conoce a... y allí me quedo, veremos qué pasa más adelante. Mientras tanto, aquí está el enlace a ese bello poema.

jueves, 29 de octubre de 2009

El doble discurso

Con una mano me golpeo el pecho porque los demás hacen cosas que afectan a los demás y con la otra hago lo mismo pero a una escala menor sin saber que es lo mismo, que lo que hago a cien lo puedo hacer a uno y es reproblable pero como los demás no me ven, lo que piense ese uno no me interesa o no lo quiero ver o tengo la conciencia atrofiada porque siempre he sido así, he actuado con doblez y solo protesto para que los demás digan es un hombre justo. La vida da vueltas, menos mal.

Amigo se escribe con H


Antonia detesta la presencia de H en "su" salón y frente a "su" casa, pero H logra ganarse su amistad a base de terquedad, persistencia. El "odio" inicial de Antonia se transforma en amor y duelo en dolor al saber que H no siente por ella nada más que amistad. Un día H se va a los Estados Unidos y Antonia se queda con los recuerdos bonitos vividos al lado de H.

Hermosa novela infantil de la ecuatoriana María Fernanda Heredia que leí anoche en un par dehoras donde se nos enseña el valor de la amistad desinteresada, sin caretas.

Grandes Miradas


En el reino de la corrupción, pocos son los que sobreviven. Los demás se venden, fingen, se adaptan. Han matado a Guido Pazos y Gabriela, su novia-viuda, busca venganza y bucea en el fango y llega hasta Montesinos, el corrupto mayor, el amo detrás del trono. Javier, el periodista, antiguo rebelde, le da una mano, igual Ángela Maro, hermana del asesino de Guido, y Artemio, quien traicionó a Guido. Al final, casi todos se redimen, Montesinos huye cuando se derrumba el gobierno fujimorista.

Buena novela de Alonso Cueto, uno de los mejores escritores de los últimos tiempos. Esta es una relectura para pisar tierra y conocer la realidad que muchos hemos vivido en la última década del siglo pasado.
Todo bien, aunque creo que Cueto abusa de los asteriscos, no solo en esta novela, sino también en "El vuelo de la ceniza". Esas divisiones no dividen un cambio de la historia, un punto de vista. En fin, solo eso, lo demás está perfecto.

miércoles, 28 de octubre de 2009

El cohetero de San Judas Tadeo

Como todos los años, hoy celebramos a San Judas Tadeo en mi trabajo. Es nuestro patrono. Me pusieron a cargo de los cohetes así que marché adelante de la procesión con mis ayudantes prendiendo los cohetes. Menos mal que todo salió bien y no hubo ningún accidente que lamentar.

lunes, 26 de octubre de 2009

Vuelvo

Después de dos semanas de estar en el aire, regreso casi recuperado pero aún con alguna dificultad. Después de la tormenta viene la calma, y creo que la tormenta ha servido para conocer cuáles son mis sentimientos, solo falta desnudar mi corazón y veremos cómo se presenta el futuro.
He leído varios libros que iré comentando en el transcurso de los días.

jueves, 22 de octubre de 2009

Un mes más

Hoy es un mes más desde la muerte de mamá. Aún duele su ausencia, siempre dolerá, pero hay que continuar hasta el día en que también me toque partir.

lunes, 19 de octubre de 2009

Siete meses

Hace siete meses papá murió. Aún duele su ausencia, los días sin él, ver pasar la vida desde el dolor. Solo queda el consuelo de saber que donde esté, ya no sufre, ya no llora. Solo queda saber que esa cita con el final lo tenemos todos.

viernes, 16 de octubre de 2009

El Mal

Ataca con más furio. El final se acerca inevitablemente.

jueves, 15 de octubre de 2009

A veces

A veces es mejor guardar silencio para no empeorar las cosas. A veces es mejor pasarme las horas mirando el techo para no abrir los ojos a la realidad.

sábado, 10 de octubre de 2009

La visita


Se apareció en la puerta del 5°F. Cabello rojo, carita de traviesa, ojos maquillados. Llevaba una lycra super ajustada, un polito blanco ceñido con un Cifrut estampado como un arco iris sobre las montañas que eran sus senos.
-Estamos promocionando un nuevo sabor de esta bebida –dijo la chica-. Tenemos permiso de la dirección. ¿Se puede?
-Claro –le dije.
Detrás de ella se apareció un chico que llevaba un polo con el mismo estampado y en la mano varias botellas de Cifrut.
-Pasen.
Entraron y los alumnos empezaron a silbar y a decirle piropos subidos de tono a la chica, que, diplomática, se limitaba a sonreír aunque seguro estaría pensando he llegado al infierno, ojalá que salga viva.
-Silencio, alumnos –dije, pero nadie me hizo caso. Solo se callaron cuando entró en escena la subdirectora y el auxiliar. El salón estaba sucio, acababa de terminar el recreo, las carpetas estaban fuera de sus lugares, los chicos sudaban.
La chica tomó la palabra para decir que estaban promocionando un nuevo sabor de Cifrut.
-¿No es Guaraná? –preguntó un alumno.
-No –dijo la chica-. Se parece, pero no es.
Empezó a repartir vasitos descartables con el logotipo de Cifrut mientras su compañero vertía la bebida. Salud, preciosa, murmuraban los alumnos. ¿Cómo te llamas, linda? ¿Cuántos años tienes? ¿Dónde vives?
-¡¡Silencio, alumnos!! –masculló la subdirectora, media avergonzada por la actitud de los alumnos.
Yo solo los miraba amenazándolos con los ojos de ponerles un cero cinco, pero ellos igual seguían susurrando sus piropos subidos de tono, aunque, para ser sinceros, la chica se lo merecía.
-Para usted –dijo, dándome un vasito.
-Gracias.
-De nada –me regaló una sonrisa de dientes blancos y ojos risueños.
-¡Salud, chicos! –dijo ella, levantando su vasito.
-¡¡Salud, mi amor!!
-¿Qué es esto, chicos? –rugió la subdirectora.
La chica solo sonrió. Qué otra cosa le quedaba ante cuarenta pirañas y otros más que miraban desde las ventanas.
-¿Se sirve un poquito más, profesor?
-Claro. Gracias. Hace calor –dije, sin darme cuenta que hacía un frío de los mil demonios. Bueno, cualquiera pierde la cabeza ante semejante beldad. Todos tenemos nuestros cinco minutos de estupidez al día.
Después empezaron las fotos. Los alumnos se disputaban el honor de posar con ella para la eternidad. Yo, yo, yo soy más guapo. Anda, cabezón, vas a malograr la foto.
-¿Una fotito, profesor?
-Claro.
Le pasé una mano por la cintura y temblé al contacto de su piel.
-¡¡Beso, beso, beso!! –pidieron los chicos-. ¡¡Beso, beso, beso!!
La chica me estampó los labios en las mejillas.
-En la boca –rugieron los pirañitas.
-Otro día –dijo la chica.
-¡¡¡Ooohhh!!!
-Silencio, alumnos –volvió a rugir la subdirectora.
La chica nos dio las gracias, repartió un poco más de Cifrut y salió del salón y con ella su amigo, la subdirectora y el auxiliar. Yo me quedé con el sabor del nuevo Cifrut en los labios.