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martes, 7 de abril de 2009

La bella durmiente


Nunash y Cuynac huyen. Pilconoso, padre de Nunash, y por malas artes convertido ahora en amaru, los persigue. Pilconoso tenía prohibido a su hija, la niña de sus ojos, que le abriera su corazón a hombre alguno. Pero la testaruda no le ha hecho caso. Se ha enamorado de otro. Va a cobrar caro la afrenta. ¡Miserable mortal que ha osado posar sus ojos en la única flor de su jardín! ¡La ha roto, la ha mancillado con sus sucias manos! Le arrancará el corazón y se lo dará de tragar a los animales salvajes. ¿Y a ella qué le hará? La perdonará, la recibirá con los brazos abiertos, con los ojos llorosos. Vuelve, hija, ¿o acaso no tienes un poco de piedad por este pobre viejo?
Nunash y Cuynac huyen. La serpiente amaru los persigue con furia implacable. No hay lugar donde esconderse. El monte no es refugio seguro. Los animales huyen, los pájaros dejan de cantar presas del terror.
¡El amaru se acerca!
Cuynac clama a Wiracocha. Y la deidad oye su plegaria. Ahora Nunash es una frágil mariposa invisible a los ojos del amaru y Cuynac una figura pétrea.
El amaru no los encuentra y se marcha derrotado.
Nunash busca a su amado. No está. Agotada, recuesta su cabeza sobre una roca y se queda dormida. En sueños se le aparece Cuynac: es la roca sobre la que está descansando. Ha sido voluntad de Wiracocha. Y es voluntad del Dios que Nunash lo acompañe para que generaciones futuras sepan de ellos.
Y allí están ahora, la Bella Durmiente reposando en brazos de su amado.

1 comentario:

  1. Hola, quisiera saber, para un trabajo que hago sobre los cuentos peruanos, si tu mismo lo había reescrito (y en este caso si eres originarie de los Andes) o si lo habías escuchado directamente en Tingo María. Gracias :)

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