
Pasaron otros minutos más. El viejo se empezó a preocupar.
Fue a ver. De mamá, ni la sombra.
De repente he visto visiones, pensó el viejo.
Entró a la casa. Mamá estaba en la cocina charlando con Mariana.
–¿A dónde te metiste, María?
Mamá lo miró extrañada, quizá pensando que el viejo estaba loco.
–Te acabo de ver en el jardín.
–¿En el jardín?
–Sí, allí.
–Debe haber sido mi alma –dijo la vieja–. Ya debo estar andando.
Días después mamá moriría.
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