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sábado, 14 de febrero de 2009

Camila llega con la lluvia


-Te llaman, tío -me dijo Nacho.

-¿Quién?

-No sé. Una chica.

Llovía a cantaros y yo estaba en el techo, reparando las goteras. Pensé ¿la gente no tiene nada que hacer justo para llamar ahora?

Casi me voy abajo al bajar la escalera. Con el agua, parecía de jabón.

-¿Aló? -contesté de mala gana.

-¿Profesor Harol?

Esa voz no sé dónde la había escuchado.

-Sí, soy yo.

-Soy Camila Vidal, ¿se acuerda de mí?

Camila Vidal, claro, esa voz era la de Camila Vidal, la chica que hace más de cinco años me había entragado un cuaderno con sus poemas, cuentos, apuntes de su vida diaria.

-Claro que sí. ¿Y qué tal?

-Acá pues. Encontré su número y se me ocurrió llamarlo.

-¿Y qué ha sido de tu vida? ¿Te casaste, divorciaste, ya eres mamá?

Rió con ganas.

-Acabo de terminar mi carrera -dijo, mientras yo buscaba un recipiente para colocarlo bajo una gotera-. Estoy sacando mi título.

-¿Y qué estudiaste? -pregunté, empujando con el pie el balde. El cable del teléfono no daba más allá. Hace veinticuatro horas que llovía intermitentemente.

-Psicología -dijo.

-Qué bien.

Una pausa. En el cielo de La Realidad estalló un relámpago.

-¿Y usted?

-¿Yo?

-¿Se casó, enviudó, ya es abuelo?

Me reí.

-Nada -dijé-. El amor no es para mí.

-Siempre con lo mismo -dijo.

La imaginé más alta, transformada en mujer. Ya no esa niña con cara de monga que seguía con atención mis clases de literatura.

-¿Cuántos años tienes?

-Casi veintidós -dijo.

Pausa. Las gotas de lluvia golpeaban los ventanales.

-Hoy es el día de la amistad -dijo.

-Si te invito a salir, ¿aceptas? -me arriesgué.

-Claro -dijo.

-Para conversar -dije.

-Para recordar -añadió-. Se cambió de cole, ¿no?

-Mmm. Hace un par de años. ¿Dónde nos encontramos?

-¿Le parece en Ciudad?

-Claro. ¿Por allá está lluviendo?

-No -dijo-. ¿A qué hora?

-¿Te parece a las tres y media? -dije, mirando el viejo reloj, calculando el tiempo que me tomaría reparar las goteras.

-A las cuatro mejor -dijo.

-Perfecto. ¿Me das tu número para llamarte?

Me lo dio.

-Bueno, profesor, hasta las cuatro entonces.

-Ya, Camila. Chau.

-Chau.

1 comentario:

  1. ¿Realidad o ficción? La verdad es que no importa demasiado ya que ese día la lluvia te trajo a Camila junto a tus recuerdos. Y si escribiste esta historia es porque Camila se quedó, prendida como un abrojo, en tu corazón.
    Me gustó tu relato. Simple, tierno, sin artificios vanos.
    Un abrazo.

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