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sábado, 7 de febrero de 2009

Una chica bonita


En baño de sangre acaba toma de rehenes en colegio ruso: 250 muertos y 704 heridos. Dejé de leer y la vi: estaba casi en la puerta, haciendo malabares para mantener el equilibrio. Las pistas limeñas no tienen nada que envidiar a las de una ciudad en guerra. Cada salto del vehículo era como si me metieran de nuevo el catéter. Lo recordaba y se me escarapelaba el cuerpo. Toc, había escuchado un golpe seco cuando la sonda chocó contra el cálculo –un meteorito de casi cuatro centímetros– que tengo alojado en el riñón derecho. ¿Será verdad que también tengo una estreches en el uréter? Debido a eso fue que se formó la piedra, dijo el doctor. De repente te hacemos dos operaciones al mismo tiempo, añadió. Las cosas se me estaban complicando. Era bonita, una chica bonita. ¿Cómo fue que no me di cuenta hasta ahora de su presencia, yo que siempre viajo con los ojos abiertos para deleitarme del paisaje humano? Vamos Perú, a romperse en la cancha, decía en deportes. ¿Podremos ganarles a los flamantes campeones olímpicos? Soñar no cuesta nada. El vehículo dio un salto como Ibáñez para atrapar la redonda y la chica bonita hizo malabares de trapecista para no caer. El tipo que estaba sentado a su lado se hacía el dormido. Le hubiera dicho señorita, siéntese, pero estaba lejos de mí y a mi lado había un par de señoras que ya me estaban mirando con mala cara por no darles el asiento. Su rostro estaba dibujado con mano diestra. Parecía obra de Miguel Ángel. Era inevitable compararla con Martha. La una tenía la piel lozana, la otra, agrietada. La edad es implacable. Tenía los cabellos lacios pintados de rojo vino sujetos por un ganchito. Con el pelo suelto se te vería más linda, princesa. Yo llevo el cabello como a mí me gusta, ¿ok? Yo solo decía. Subieron un par de chiquillos con traza de delincuentes juveniles y ese angelito sujetó la mochila celeste que llevaba colgado en el hombro derecho. Ni los ángeles están libres de los delincuentes. Róbenla nomás y les saco la entreputa, mocosos de mierda. Ayayay, sentí que me acuchillaban. Cuando oriné después que me sacaron el catéter, me ardió como si me hubieran echado limón en las vías urinarias. Había restos de sangre en la orina. Qué habrán hecho con mi pobre cuerpo. Nos miramos: tenía los ojos grises como los de una gata. Una linda gatita. Miau. Tome asiento, princesa. Gracias, amigo. Qué amable es usted. Deje que lo premie con un beso. Un beso suyo sería el mejor regalo que mujer alguna me haya dado en la vida. No, no era normal que alguien te ofreciera el asiento desde tan lejos. Qué pensaría. ¿Con qué intenciones me está dando usted el asiento? Con ninguno. ¡Si no conociera yo a los hombres! Si hubiera estado sentado a su lado quizás… Cuando tomé el vehículo en Wilson esos primeros asientos estaban vacíos, pero la experiencia me ha enseñado que no sirve sentarse adelante porque no falta una embarazada o una señora con sus críos que sube y hay que cederles el asiento como si uno no tuviera su propia carga de dolores. ¡Si hubiera sabido que iba a subir semejante criatura! Pielografía. Por el nombrecito yo creí que iba a ser alguna revisión de piel para ver por dónde me iban a operar y no que me iban a meter un catéter por la verga. De dolerme mucho no me dolió, pero hubo tramos en que la sonda chocaba en las curvas de mi tripa y sentía que veía al diablo calato y maldecía a Martha. Después de nuestra pelea –23 de marzo–, al fin decidí acudir al doctor después de muchos años. ¿Le llevo su mochila, amiga? No, gracias. Guardo cosas personales que nadie puede ver. Sus toallas higiénicas, sus anticonceptivos… Disculpe, yo no soy Martha. ¿Estaría en la universidad esa preciosura? Esa mochila no parecía muy llena. Era sábado: después de estudiar, a bailar, y a la disco no vas a llevar todos tus cuadernos, ¿no? Después se pierden y es un problema ponerse al día. Yo mismo estaba peleando con mis programaciones y registros porque el siguiente martes tenía supervisión y hasta el momento no había elaborado ningún documento. Tenía mi diario de clases, pero un día fui de parranda al Open y lo manché con la sangría. Ni modo de presentarlo en esas condiciones. Cuidado con los consejos que des. No intervengas en asuntos ajenos o perderás amistades. Suerte con el número 5, me aconsejaba la brujita Josie. ¿A quién podría darle consejos en el vehículo? ¿A esa nena? Apenas la conocía de vista. Le diría nunca subas a un vehículo lleno porque ningún idiota te va a ceder el asiento, excepto yo. Nunca más lo haré. Gracias por el consejo. ¿Y qué haría con el número cinco? ¿Comprarme la tinka? Con el premio mayor me compraría un avión para llevarla a conocer el mundo. Gracias, pero no suelo aceptar invitaciones de desconocidos. Para eso te estoy invitando, para conocernos. Gracioso. ¿Cuál es tu signo, amiga? Pues adivínalo. ¿Aries? Frío. ¿Tauro? Hielo. ¿Sagitario? Nada que ver. ¿Géminis? Quédate con la duda. ¿Cuál podría ser el signo de un ángel? Llevaba una casaca jean azul–gris, adentro una cafarena color plomo con rayitas horizontales marrones. En el lado derecho de su cuello –blanco, terso– descubrí el nacimiento de un tatuaje, unas líneas rojas. ¿Tendría una rosa en el cuello de junco? Dichoso el que la tatuó. ¿Le habrá dolido cuando se lo hicieron? Nada. Me lo hicieron con anestesia. Sino habría gritado como loca. ¿Cuántos años tendrá? ¿Veinte, veintiuno? ¿Cuántas primaveras tienes, princesa? ¿Acaso no sabes que eso no se les pregunta a las mujeres? Perdón. Máximo tendría unos veintidós. Martha le lleva una década. Y más. Está vieja ya, aunque tiene un cuerpito de una chiquilla… después de una huelga de hambre. Hasta Angie –mi favorita, según mi ex amiga–, con sus doce añitos, tiene mejores proporciones y volúmenes que su profesora. ¿Cuántas placas me estarán sacando hasta ahora? Unos diez, mínimo. ¿Y si me da cáncer por tanta radiación? Sería la cagada. Fue la primera vez que subí a una camilla. Me pasearon por varios pisos, lo cual se agradece. No iba a andar con el catéter colgándome de la verga por los pasillos del hospital, ¿no? Nuestros ojos se encontraron otra vez. ¿Esos ojos serán naturales? Las chicas de ahora son más plásticas que una Barbie. Hace un par de días atrás la Maricielo Effio había presentado en sociedad sus nuevas tetas. Como si a uno le importase. Martha decía que antes, en sus buenos tiempos, usaba lentes de contacto. Antes. Todo era antes con Martha. Esta chica bonita tenía un ligero parecido con Claudia. Dos años y medio sin ver a mi amiga. ¿Qué estará haciendo? Pasajes, pasajes. El cobrador se metía entre la gente como el catéter en mi organismo. Pasajes, pasajes. El pendejo se puso detrás de la chica. Sal de ahí, huevón, o ahoritita te corto la verga, o te meto una sonda sin anestesia. Tiene sus ventajas ser cobrador, aunque estar de pie tantas horas debe ser terrible para los pobres riñones. Ella ni se inmutó, ¿lo estaría disfrutando, o el cobrador era mocho? La tiene chiquita, ni se siente. ¿No quieres probar? Paso. Tenía la naricita perfecta. La chica, no el cobrador. El reto de Cati, decía una de las llamadas de espectáculos, anunciando el retorno de mi ex estrella a la televisión, ahora como flamante conductora. Sentí que la verga se me ponía dura. El animal herido estaba recuperando fuerzas. Menos mal que me bañé y cambié de calzoncillo. Nadie hizo un comentario por mi culo peludo. ¿La chica bonita o Caticita? La chica bonita, definitivamente. ¿La chica bonita o Martha? Esa pregunta estaba demás. Tenía las uñas sin pintar, recortadas como las de mi hermano Jhon. ¿También se los comerá pensando que son pan? Esas manos serían más hermosas con las uñas largas y pintadas como las de una modelo. ¿Quieres que te arañe cuando nos peleemos? Mejor lleva las uñas así nomás. El tipo que estaba sentado al lado suyo seguía durmiendo sin importarle los saltos del vehículo. La princesa estaba demasiado pegada al tipo. ¿Se estaría sobando en sus hombros? A veces las féminas suelen hacer eso. Una vez una chica, no tan bonita, estuvo autosatisfaciéndose con mi hombro. Casi le digo ¿nos bajamos, amiga? A falta de hombres, buenos son hombros. Subió un vendedor de productos golosinarios de la fábrica Winter acabado de salir de Lurigancho. ¿Quién lo habrá soltado si los del poder judicial están en huelga? Chicles, caramelos y cigarrillos. ¿Un caramelo para que endulces tu vida, ángel mío? Paso. Después se me malogra el estómago. Fiscal confirmó la descripción de la fábrica de firmas. Por lo visto, nuestro presidente llegó a Palacio con trampa. Ella seguía sufriendo con su mochila y con los tipos que al pasar por su detrás la sobaban. Una vez un viejo se puso detrás mío y me colocó su verga, blanda como un gusano a pesar de su dureza, entre las nalgas. El viejo creyó que yo era una hembrita porque por entonces llevaba el cabello largo. ¿Y lo disfrutaste? Claro que no. Es una sensación bien fea tener una verga caliente entre tus nalgas. ¿Martha y Rafael ya habrán tenido intimidad? Supongo que sí después de casi medio año de estar juntos. ¿Acaso yo no me levanté a Neni a los tres meses nomás? Martha no tiene otra alternativa si Rafael le pide tener relaciones. No le va a decir estoy virgen, primero hay que casarnos. Lo único que le queda es aceptar calladita los requerimientos de su amado. ¿A Rafael se le parará? Debe ser doble filo. Traté de imaginarlos haciendo el amor. Pobre Martha. Si no le importó cuando le dije que el perro había dicho que ella ya sabía lo que era tener un hombre montado encima, era por algo, ¿no? Para mí que ella le abrió primero las piernas, sus piernas flacas de grillo –¿acaso no se me regaló a mí y yo no hice nada por idiota?– y Rafael se enchuchó. Pobre Nancy, estará llorando. La mujer a quien le dio la mano le quitó el hombre que amaba. ¿No es para reírse? Hacerle eso a su propia amiga. Ni las putas. ¿Habrán ido al campeonato magisterial? Para mí que sí. Deja a Chavelita con su mamá y se van a cachar a cualquier hotel de medio pelo. La chica bonita se limpió los mocos. Parece que estaba con gripe. Cualquiera con este clima de mierda que un día parece el infierno y al siguiente una refrigeradora como los pasillos del tópico de urología. Voy a tener que comprarme una piyama gruesa para la semana que voy a estar internado sino voy a morirme de frío y no de otra cosa. Ojalá que sea cierto que me van a dar un mes de descanso. Por mí que me operen mañana para no presentar mis documentos pedagógicos. El director es capaz de clavarme mi memo. Martha cree que yo soy chupamedias de Caycho. Ni que fuera Benites, o ella. ¿Acaso me he encerrado en su oficina para felicitarlo por su cumpleaños? ¿Acaso voy a las fiestas que organiza Caycho en su casa? ¿Le debo algún favor al director? ¿Creerá que yo estoy faltando por gusto? En fin, Martha está media loca, ¿no estuvo internada un par de semanas en el pabellón de enfermos mentales del Rebagliati? La idiota cree que todo el colegio está en su contra. Pobre taradita. ¿Le limpio los mocos, amiga? A esa chica hasta el potito le limpiaría con gusto. No seas mal hablado, por favor. De paso le cambio la toalla higiénica. No hables estupideces, o me molesto contigo. Si no termino mañana mi documentación, falto el martes. Digo que me sentí mal. ¿Me descontará Caycho? ¿Acaso mi sueldo sale de su bolsillo? ¿Ya se olvidó que el año pasado trabajé en exceso? Si no fuera por mí y por la auxiliar, ahora Martha estaría en la calle. Nunca más vuelvo a mover un dedo por ella. Subieron una tía y un gordo. En el asiento de adelante había una señora que llevaba a su bebito envuelto en una manta como si fuera una momia. La tía que acababa de subir le dijo déle aire a su bebe, no se vaya a asfixiar. La chica bonita prestó atención a ese diálogo. Tenía un rostro dulce, amable. Siempre lo llevo así, dijo la señora. ¿Cuándo será mamá? Será una mamá linda. ¿No quisieras ser la madre de mis hijos? Ya estás hablando tonterías. ¿Yo contigo? ¿Y por qué no? ¿No quieres ser feliz? No me quiero quedar viuda tan joven. Voy a salir vivo de mi operación, ya verás. Primero sales, y después hablamos, ¿ok? No hay dinero para fonavistas. Nunca va a haber dinero para ellos así hagan huelga de hambre hasta morir. Empecé a hojear de nuevo las noticias. ¿Qué les costará a los rusos darle la independencia a Chechenia y evitarse más ríos de sangre? Mi horóscopo me decía acude al médico cuanto antes o de lo contrario lo lamentarás. Del hospital venía, medio adolorido y medio arrepentido de haber acudido a la cita. ¿Cuántos centímetros me habrán metido? De catéter, digo, no de otra cosa, la otra cosa es para Martha. Cati decía estoy rompiendo con una imagen de inocente. Ojalá nomás que no termine como Martha arrinconada detrás del Arguedas. Esa sí se pasó de pendeja: de la mosquita muerta que era, o aparentaba ser, se transformó en una putaza. Cómo lloraba por el papá de Chavelita: nunca lo voy a olvidar, Pepe ha sido el único hombre de mi vida, siempre voy a estar enamorada de él, decía. En menos de medio año lo olvidó. Nunca me voy a enamorar de otro hombre. En eso sí tenía razón: Rafael no es hombre. Cuando la puta se dé cuenta será demasiado tarde. ¿Qué hacer para vengarme? ¿Matar a mi rival? ¿Matarlos? ¿Seré feliz sin ellos en el mundo? No. Ninguno de esos bastardos vale la pena. No voy a pasarme veinticinco años de mi vida en Lurigancho por dos perros para salir después a vender caramelos en los carros. Ni que la loca fuese Miss Universo. Hasta esta chica es más linda que ella, tiene los ojos claros, los rasgos finos, las manos delicadas, y mejor cuerpo. Martha ni espalda tiene, parece media tuberculosa o anémica porque está más pálida que un muerto. Que la puta sea feliz con su maricón mientras pueda. Además, esta chica es joven. Nuestros hijos serían saludables, inteligentes. Por Santa Anita la señora del bebe–momia bajó y la mujer del gordo le dijo a la chica bonita siéntese porque nosotros ya vamos a bajar. Y la chica bonita tomó asiento. ¡Por fin! Ya me dolían los riñones de tanto estar parada. El gordo y su mujer bajaron a la altura de Plaza Vea. La Vergara –la brujis, no la actriz– me decía que dejarás atrás los resentimientos; tu humor será tu conciliación. Estarás muy afectivo (a) y te tomarás un tiempo muy especial para el amor… Nada de encuentros especiales en mi existencia el día de hoy. ¿Con quién me reconciliaré? ¿Con Martha? Ni en sueños. ¿Será feliz con Rafael? ¿Será feliz quedándose en los recreos en su salón mientras Rafael baja al quiosco a tragar con la gorda Natalia y no le importa que la pobre loca esté haciendo el papel de cojuda? Hasta la más tarada se daría cuenta que el cabro solo se está aprovechando de ella. A veces le doy la razón a Rafaelillo. ¿Quién no si la perra se le aventó con el calzón en la mano? ¿Qué quieren que haga si ella me persigue y yo soy hombre?, dice el pobre. La chica bonita sacó un espejito y empezó a pintarse los ojos bonitos. Era ojona. Tenía las cejas negras, tupidas. Amiga, ¿te depilo las cejas? Ay, no, gracias, eso lo dejo en manos de Rafael que es una experta en estos menesteres. En su mollera empezaba a formarse una mata de pelo negro. Te verías mejor con el cabello negro, contrastaría con la blancura de tu piel. Yo llevo el cabello como a mí me da la gana, ¿ok? Yo decía nomás. Gracias de todas maneras por el consejo. Se echó rubor en las mejillas. Esas sí son mejillas, no como los de la tarada que empiezan a descolgársele por la fuerza de gravedad de los años. 33 años dentro de… treintaiséis días. Como para crucificarla por el culo. A esa edad urgente necesita una verga todos los días. Se aplicó rimel en las pestañas, sacó un aparatito, ¿se llamará rizador? y empezó a darle forma a sus pestañas. Si así estás linda, nena. Todo lo veía yo por el espejito que tenía ella en la mano izquierda. Amigo, no seas sapo que te va a salir una bolota en los ojos. Diego Torres estará el diez de setiembre en la explanada del Monumental de Ate. ¿Vamos, princesa? Gracias, ese día voy a estar muy ocupada. ¿Una cita romántica? No es tu problema. Disculpa. Un mes después la loca estará de cumpleaños. ¿Aún estaré yo en el Independencia? Ojalá que ya no. Este año no la llamo. Las fotos del El Comercio sobre la tragedia de Beslán eran elocuentes. Matar niños es lo peor, pero a veces no hay más remedio que hacerlo. Algún día –máximo cien años– todos los del carro seremos un montón de huesos, hasta la chica bonita, ¿a qué edad morirá?, ¿cómo morirá? Eso no lo pueden adivinar ni Mirtha, ni Josie, ni la chucha del gato. La preciosa sacó un lápiz labial y se empezó a pintar los labios, esos labios imposibles para un pobre diablo como yo, aunque yo creo que mínimo me merezco una chica así. ¿Estará yendo a una cita? Eso era más que seguro. Mamá, hoy me toca jugar con el 69–69 y se va a cachar con el cabro. Esa perra andaba buscando marido. Por idiota la perdí. Pero fue lo mejor. Esa clase de mujer no vale la pena. Dentro de veinticinco días será un año de su desgracia. ¿Chavelita ya cobrará su pensión? Seguro, sino la puta de dónde va a sacar para comprarse ropa, a menos que Rafael la esté vistiendo. La viste y la desviste. Para interesada Martha es única. Cómo me lloraba por plata diciendo ya he gastado mis últimos cien soles. Como cinco veces dijo mis últimos cien soles. El vehículo seguía avanzando veloz por la Carretera Central. La chica bonita llevaba un anillo en el dedo medio de la mano izquierda. Por mí no volvería al Independencia ni por el vuelto. Al diablo con Martha. La chica se limpió una manchita que había dejado el rimel en sus párpados. Se soltó los cabellos, cortos y lacios, sacó un peine y empezó a peinarse. Un flaco que estaba parado a su lado se agachó y le entregó su rimel que acababa de caérsele. Ella le dio las gracias con una sonrisa. Envidié al tipo. Para mí ni sonrisa ni nada. Paciencia, ya te tocará. ¿Cuándo? Paciencia. Suertudo. Restringen luz y no se extenderán nuevas conexiones. ¿Volveremos a los tiempos de los apagones? A alumbrarnos con vela. En la sierra no cae ni una gota de lluvia. A tu lado, amor, no me importaría vivir en la más completa oscuridad. Tus ojos serán el faro que guíe mi barca hacia un puerto seguro. Qué cursi eres. Terminó de peinarse, abrió su mochila, sacó unos papeles, les dio una rápida ojeada, los guardó, sacó una botella de agua mineral San Antonio y le dio un buen sorbo. Sacó unos halls y se lo metió en la boca ¿para refrescar el aliento y descongestionar su linda gargantita? Se apoyó en el respaldar y cerró los ojos por un instante. ¿Qué ideas pasarían por su cabecita? ¿A dónde estará yendo? ¿Con quién soñarás, princesa? Mi próxima cita es el viernes primero de octubre, el siguiente viernes es feriado. A descansar. Diez de octubre es domingo. ¿Llamarla? ¿Puedo invitarte a cenar? Llevas a Chavelita. ¿Por qué no nos damos una última oportunidad? El año pasado le regalé unas rodilleras y a su hija un cuento con su caset. Este año no hay nada; así cumplas mil años no te regalo ni mierda. La chica bonita abrió los ojos, miró dónde estábamos –en Ceres– y volvió a cerrarlos. Soñar contigo, que el meteorito y el catéter sean un recuerdo nada más, mejor ni recuerdo, mejor borrarlo de mi memoria como a la loca y a todo el Independencia. Llegamos casi a Huachipa, el tráfico era un caos, el vehículo avanzaba con lentitud, los ambulantes asaltaban las ventanillas ofreciendo mil chucherías. La chica bonita se puso de pie –tenía un jean azul–gris Parada 111–, le vi la cintura blanca, tenía otro tatuaje debajo del ombliguito cuyas líneas verdes se perdían pantalón abajo. ¿Hasta dónde llegará? El flaco se sentó en su lugar, le dijo amiga, se te ha caído, y le entregó su lápiz de labios. Esta chica anda botando todas sus cosas. Ella volvió a sonreírle, dijo baja, baja, y se bajó del ómnibus. Adiós, ángel.

2004
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"La chica de la boutique" de Heleno para acompañar esta historia

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