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viernes, 27 de febrero de 2009

El cumpleaños de mamá (la víspera)


Mamá hubiese cumplido mañana 73
años, pero solo vivió hasta los sesenta y nueve. Un día, hace casi cuatro años, su corazón se detuvo y se marchó para siempre. Era una mujer fuerte, valiente, trabajadora. Eso aprendí de ella: trabajar, que cada sol que me llevaba al bolsillo lo hubiera ganado con el sudor de mi frente, no extendiendo la mano para que alguien me lo dé, esas sí son puterías. Mamá estuvo con mi padre, hasta que la muerte los separó, en las buenas y en las malas, no era de esas mujeres que cuando el marido anda con los bolsillos vacíos, de patitas lo pone en la calle. Estuvieron juntos cuarenta y seis años, andando de aquí para allá como gitanos por la cabeza loca de mi padre, que un par de mis hermanos heredaron. Y a pesar que no sabía leer ni escribir, fue una mujer inteligente, sabia, a quien la vida le enseño a sortear tantas dificultades que se le presentaron. En sus tiempos las niñas del campo no iban a la escuela, ¿para qué si para cocinar o cortar leña o ayudar en la chacra no se necesitaba ni leer ni escribir?

Estoy seguro que si no fuese por ella, habría terminado yo de albañil o jardinero como tantos de mis amigos, o me habría muerto en Multitemp. Tengo amigos cuyos padres tenían mejor profesión que los míos pero que a las finales se han quedado en nada. Mi madre quería que yo sea profesional, que tenga un trabajo digno. Cuando terminé la universidad, me dijo saca tu título, hijo, para que no estés sufriendo como tu hermano, y lo saqué. Después me dijo nómbrate, hijo, y me nombré. Siempre traté de no darle dolores de cabeza, de no amontonarle mis problemas como lo hicieron mi hermano y mis hermanas, siempre traté de ser un hijo modelo. Y en mi conciencia sé que le di algunas satisfacciones: sacar mi título, nombrarme, y ganar el Premio Horacio, el galardón más importante en el Magisterio para los maestros creadores. Mamá añoraba Huanta, murió deseando el ansiado retorno que por muchos años no se dio por culpa de la guerra, y las pocas veces que lo hicimos después, lo disfrutamos. Siempre la recordaré esperándome con la cena caliente, despertándose tempranito para prepararme el desayuno, diciéndome acuéstate las pocas veces que llegaba borracho, recriminándome cuando estaba con alguna chica. La vieja era celosa en exceso, así que todas mis pendejadas las hacía a espaldas suyas, pero, aun así, a veces, por obra y gracia de mis hermanitas, se llegaba a enterar. No soy un santo, nunca lo he sido, nunca lo seré, pero traté de ser un buen hijo. Esté donde esté, en el Cielo, si es que existe, ojalá que haya encontrado la paz que aquí no le pudimos dar. Y que esté tranquila porque Nacho y Diego serán hombres de bien. Ya están grandes. Nacho pasa a segundo de secundaria y Diego a quinto grado. La Chola cumplirá seis años dentro de un mes, y la Nela, a quien no llegó a conocer, se va por los tres años. A la vieja le gustaba que le toquen Las Mañanitas para su cumpleaños. Mañana su Racu Bullis irá al cementerio y se lo cantará bajito como a ella le hubiese gustado. Allá arriba debe estar con Pedro Infante preparándose para la serenata de mañana con el Mariachi Vargas de Tecalitlan. También le gustaban las canciones de Flor Pucarina.
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Flor Pucarina canta Ayrampito
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Acá nuestro querido Pedro Infante canta Las Mañanitas
http://www.youtube.com/watch?v=YVgRSHJkdMg

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