“Berenice, tú ya moriste”, dice Nacho, pero Berenice sigue rampando, palo en mano, detrás de los marines listos para tomar, a sangre y fuego, Faluja, el último bastión iraquí. Mily pregunta si puedo tomar Coca–Cola. Le digo que no. Que mamá te prepare refresco. Los marines, con Dieguito a la cabeza, siguen avanzando entre los árboles. Danielito se tropieza y menta la madre. Sobre el gallinero una vieja bandera peruana es movida por el viento. Dieguito dispara a una francotiradora, Ingrid, encaramada en lo alto del níspero, que en lugar de cumplir su tarea, se dedica a comer sin hacer caso a las balas que caen sobre ella. “Tú ya moriste, Ingrid”. Ingrid sigue comiendo como si nada. “Lo ideal sería que lo condenen a muerte”, dice Carolina. “Mejor que se pudra por el resto de su vida en un hueco de tres por tres”, opina Mariana. “No vivirá mucho”, dice Emilia. “Peor ahora que está sin la Iparraguire”, añade John. Renato sigue disparando su ametralladora sobre los marines que avanzan sobre una alfombra de hojas secas. “Cuidado que les pique la culebra”, advierte la vieja. “Cuánto medía la culebra que vio Dieguito”, pregunta Emilia. “Setenta centímetros”, digo. “Tú ya moriste, Nacho, no seas picón”, protesta Berenice. Emilia y Carolina se espantan. “No me voy a quedar con un solo soldado nomás”, protesta Renato, “Ramiro todavía es chiquito”. “De un solo escobazo lo mató”, dice mamá. Estos soldados tienen más vidas que el gato Félix. “Tú ya moriste, Nacho”, dice Berenice. “No vale, no vale, solo estoy herido”, dice Nacho. “Que empiece otra vez la guerra”, pide Melissa. “No sean picones”, dice Danielito. Mamá los llama para que tomen su refresco. Los chicos hacen una tregua. Ahora se disputan los vasos de refresco. Danielito le quita el vaso a Dieguito. Dieguito le mete un puñete y lo derriba. Carolina me mira con mala cara. Sebastián pregunta si hay hielo. “Tía, parece que Berenice se ha hecho la caca porque apesta”, dice Nacho. La vieja reparte panes con jamonada y queso. “Más agua, abuelita”, pide Álvaro. Se ve que en el desierto hace mucho calor. “¿Empezamos de nuevo la guerra?”, pregunta Nacho. “Ahora nosotros nos escondemos en el gallinero”, dice Melissa. “Mejor vayan a bañarse que el almuerzo está casi listo”, dice mamá. Los chicos van de mala gana a los baños.
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