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jueves, 6 de octubre de 2011

La chica del cine


LA CHICA DEL CINE

A Scarlett Johansson

–¡Qué piña, llegué tarde! –se lamentó la chica–. ¿A qué hora ingresaron?

–Hace unos diez minutos –dije.

–¿Tan temprano? –miró su reloj.

–Dicen que hubo cola desde antes de las seis, y como había bastante gente, los hicieron pasar de una vez.

–Ayer en la conferencia éramos apenas unos cuantos gatos –dijo la chica.

–Si es para ver una película, todo el mundo viene –intervino una rubia al pomo–. Y peor si es gratis.

–Debí imaginármelo –dijo la chica.

–¿Y qué tal estuvo la conferencia?

–Bacán. El director se mandó con todo. Dijo que nadie quiso filmar esa película porque la novela era una mierda. Así dijo: una mierda –recalcó la chica, como justificando esa “mala” palabra en su boquita de caramelo–. ¿Alguien la leyó?

La rubia al pomo y yo dijimos que no al mismo tiempo.

–Es la historia de una mujer que por amor cae en lo más bajo, según el director –dijo la chica–. ¿Por qué no vinieron a la conferencia?

–Los lunes trabajo hasta tarde –dije.

La rubia al pomo dijo que pensaba venir, pero a último momento se desanimó, “además, prefiero ver la película antes que escuchar explicaciones”.

–Hace unos cuantos años estuve en este mismo lugar cuando el autor vino a presentar esa novela –dijo la chica–. ¿Estuvieron ustedes?

Dije que sí. La rubia, no.

–¿De qué habló el autor? –preguntó–. ¿Qué dijo sobre su novela?

–Lo único que recuerdo es que recomendó leer a Celine.

–Parece que Celine era su ídolo. Era medio mal hablado el tipo.

–¿Sí?

–Ah. Dijo que se hacía pajas antes de escribir.

La rubia se puso colorada.

–¿Han leído sus novelas? –preguntó.

–Fragmentos –dijo la chica–. Es finalista del Nadal.

–Leí una novela suya sobre un escritor que está pasando por una etapa de esterilidad creativa. Tiene una alumna que ha escrito una buena novela. El tipo termina secuestrándola y matándola para apropiarse de su obra.

–Suena interesante. ¿Lo tienes en tu biblioteca?

–Sí.

–¿Me la podrías prestar?

–Claro que sí.

–Te doy mi número para que me llames.

Apareció el guachimán. Le rogamos que nos dejara pasar para ver la película. El hombre dijo que en la sala de proyección no cabía ni un alma más.

–Aunque sea en un rinconcito –suplicó la chica–. Por favor.

–Hay cincuenta personas de pie –dijo el guachimán.

–¿Y echados?

–Supongo que unos cuantos.

Risas.

–Por favor, no sea malito, déjenos pasar –insistió la chica.

–Por mí los dejaría, ¿pero qué tal si pasa un temblor?

–Morimos viendo una buena película.

Más risas.

–De repente el otro martes lo pasan de nuevo.

–¿Cree?

–Supongo que sí. Como ha habido tanta gente que se ha quedado fuera, es posible que la proyecten de nuevo. Dense una vuelta por si acaso, pero temprano, ya han visto lo que ha pasado hoy.

–Los martes salgo a esta hora –dijo la chica.

–Yo vengo temprano y te guardo cola –le dije.

–Gracias, amigo.

–De qué.

La rubia al pomo se despidió de nosotros “hasta el próximo martes bien tempranito”.

–¿A dónde vas?

–Al Paseo Colón. ¿Tú?

–También. ¿Vamos?

Echamos a andar rumbo al Paseo Colón. Nos presentamos. La chica se llamaba Marisol.

–¿A qué hora llegaste tú, Agustín?

–Antes de las seis. Justo acababan de pasar. Un manchón se retiró antes de que tú llegaras.

–Hoy la gente se pasó de recontra puntual.

–Ah. El otro martes vengo a las cinco de la mañana.

Marisol sonrió.

–¡Qué piña soy!

–Ya no te estés lamentando por gusto. Una semanita pasa volando.

–¿Y si no la vuelven a programar?

–¿No dicen que lo mejor es leer la novela?

–Lo sé –dijo Marisol–. Pero quería ver la película. Como no he podido leer el libro.

–Una novela es más completa que una película. Para filmarla, solo toman la historia en líneas generales. Hasta quitan personajes, historias secundarias.

–Ah, porque vi No se lo digas a nadie y apenas si se parecía a la novela.

–Se ve medio raro cuando las películas no se parecen a los libros, ¿no?

–Mmm. Vi Ciudad de M y leí Al final de la calle y, francamente que entendí más la película que la novela.

–Supongo que para filmarla el director y el guionista organizaron la historia, porque algunas novelas tienen una estructura media compleja.

–Debe ser. ¿Viste Pantaleón y las visitadoras?

–Sí, y leí la novela.

–A La Brasileña la convirtieron en La Colombiana para darle el papel a la Angie Cepeda.

–Que por cierto lo hizo bien.

–Mmm. Jamás me imaginé al Sinchi con la cara de Aristóteles Picho.

–Actúa bacán. Aún me acuerdo de su diente de oro.

–¿Viste Tinta roja?

–Sí, pero hasta ahora no me animo a leer el libro.

–Estás igual que yo.

Sonreímos. Pasamos frente a una cafetería, la invité y entramos.

–¿Viste Salvando al soldado Ryan?

–No. ¿Qué tal estuvo?

–No la vi, pero leí la novela. El final te hace llorar.

–¿Sí? ¿Y por qué no la viste?

–La pasaron antes de que leyera el libro, y como no me gustan las películas de combate… Si hubiera sabido, la habría visto.

–A ver si me prestas ese libro.

–Ya. El martes te lo traigo.

–Gracias. Voy a tratar de venir temprano.

–¿Te gusta el cine?

–Me gusta ver las novelas convertidas en películas; los personajes de ficción convertidos en seres de carne y hueso como nosotros.

–Aunque a veces uno se lleva decepciones.

–Mmm. Como en La casa de los espíritus. La leí, después la vi en la televisión y te digo que no me gustó nadita.

–A veces uno espera que las películas sean mejores que los libros.

–Ah. Como en El señor de los anillos. ¿La viste?

–Solo El retorno del rey, pero todavía no he leído el libro.

–Yo sí lo leí.

–¿Lo tienes?

–Sí. Allí sí la película le hace justicia a la novela con creces.

–A ver si me la prestas.

–Ya. Pero son tres tomos.

–Me las traes nomás que yo devoro libros como galletas.

Risas.

–¿Has visto las películas sobre Harry Potter?

–No. Leí un poquito una de sus aventuras y no me gustó. Eso es para los más chiquitos, creo.

–Tú necesitas cosas más fuertes. ¿Has visto o leído Las edades de Lulú?

–La leí. Esa ya es media porno. ¿La viste?

–No. Solo leí el libro. Bacán, ¿no?

–Mmm. Ya la veré algún día.

–¿Y qué películas basadas en libros no has visto, Agustín?

–Un montón: Papillón, El beso de la mujer araña, Por quién doblan las campanas, De amor y de sombra, Kramer versus Kramer, etc.

–He visto que Papillón lo venden en DVD pirata.

–¿Sí? Ya me la compraré. Esa novela ha sido el libro que más veces he leído en mi vida.

–No me digas, Agustín.

–Sí te digo, Marisol.

–¿Y de qué trata?

–Es la historia de un preso francés condenado injustamente a cadena perpetua y recluido en la Isla del Diablo, un presidio que quedaba en la Guyana Francesa. Y no es ficción, Henri Charriere, el nombre verdadero de Papillón, escribió su historia.

–Me la prestas.

–El martes te la traigo.

Pedimos otro café.

–¿Viste Ilona llega con la lluvia?

–No. Leí el libro. También es media erótica, ¿no?

–Mmm. Lo malo es que las buenas películas casi no la pasan en circuito comercial.

–Al igual que Coronación.

–Eso es lo malo.

–¿Viste El coronel no tiene quien le escriba?

–No. Pero sí leí la novelita. ¿Y tú?

–Tampoco la vi; no duró mucho en cartelera.

–Una vez dieron La mujer del puerto, basada en un cuento de Maupassant.

–¿Y la viste?

–No.

–¿Por qué?

–La daban en un solo cine. Yo decía voy a ir a verla, voy a ir a verla, pero no iba, hasta que la sacaron de cartelera. También era media porno, creo.

–Debe haber en DVD.

–Ya la encontraré.

–¿Viste o leíste American psycho?

–La vi hace años, pero recién la semana pasada terminé de leer la novela. ¿Tú?

–También la vi y la leí. La novela es media aburrida, ¿no?

–Mmm. Me tuve que saltar las últimas páginas para terminarla. La película estuvo más interesante. Aunque demasiada sangre para mis gustos.

Terminamos nuestros cafés y reanudamos nuestra marcha al Paseo Colón.

–¿Viste La ciudad y los perros?

–Un poquito, en la televisión. También es media aburrida.

–Ah. ¿Y La fiesta del Chivo?

–Esa sí estuvo interesante. También el libro.

–Dicen que están filmando Mariposa negra, basada en Grandes miradas de Cueto.

–Habrá que ir a verla cuando la estrenen.

–De todas maneras.

Llegamos al Paseo Colón.

–Entonces hasta el martes, Marisol.

–No te olvides de traerme los libros que te he pedido, Agustín.

–Ya. No te preocupes.

–Me guardas cola.

–De todas maneras.

–¿Y si no la pasan de nuevo?

–Te invito al cine. Los martes son el día del espectador, entran dos por uno.

–Entramos casi gratis.

Reímos.

Apareció una combi y Marisol subió después de darme un beso en las mejillas.

–Chau, Agustín.

–Chau, Marisol. Hasta el martes.

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