de Mario Vargas Llosa, nuestro Premio Nobel. Más que policial, esta novela es de humor, creo yo, por la obsesión de teniente Silva hacia doña Adriana, una gorda que lo tiene loco y a quien espía bañándose en una playita de Talara. La otra obsesión es la que Lituma siente por Palomino Molero, a quien han matado salvajemente -capándolo, ensartándole un palo por el culo, quemándolo con cigarrillos-. El criminal no es otro que el enamorado burlado de Alicia Mindreau, hija del coronel del mismo apellido, jefe de la base de avioneros de Talara, una chilla que mira de arriba abajo a los demás, igual que su papito, quien también está obsesionado por su hija y termina matándola y matándose.
Esta novelita de Vargas Llosa la leí hace unos años y la he vuelto a leer con la misma emoción de la primera vez y me he reído como la primera vez. Sin duda que la volveré a leer porque leer a Vargas Llosa es aprender. En lugar de estar escuchando tanto blabla insípido e inutil de los coloquios literarios que, por cierto, detesto, prefiero leer una buena novela de nuestro Nobel donde aprendo más.
Esta novela es de 1986, pero aún mantiene una frescura como si recién la acabaran de publicar, no como otras novelas que salen a la luz y un año después nadie las recuerda.
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