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jueves, 26 de abril de 2012

Diez años

El 17 de abril, si la memoria no me falla, cumplí diez años como profesor nombrado. Después de una odisea como contratado, al contratado en esa época lo trataban como a un perro, al fin logré el ansiado nombramiento, para lo cual tuve que irme hasta Villa María del Triunfo, una trayectoria diaria de cuatro horas. Estando en Vallecito perdí a mi madre y el último año me mudé a vivir allá porque era difícil cambiarme de colegio con los pocos años de servicio que tenía. Nunca olvidaré el frío polar que hacía en ese sitio, ni tampoco a amigos como Abel, Wilber y un par más. Después de tres intentos y estar cinco años en la Ugel 01, al fin me pude venir a un colegio cercano a mi lugar de residencia. Llegué al Inei 46 donde también estuve cinco años. Ese colegio era un infierno, parecía un penal, la sucursal de Lurigancho. Hasta que al fin me cambié de cole y ahora estoy en Chosica, feliz de la vida, sintiendo de nuevo esas ganas de enseñar y de aprender de l@s alumn@s que había perdido en el Inei.
He tratado de aprovechar la tranquilidad que te da el ser nombrado -ya no tienes que dar exámenes cada año y aguantar las pendejadas de algunos huevones que se creen dueños del colegio, ejemplo Benites, la Vargas y otros huevones más que he conocido en todos los colegios por los que he pasado- para hacer las cosas que me gustan como pintar, dibujar, tocar la guitarra, escribir, dormir. Donde me ha ido mejor ha sido en la escritura, he ganado un puñado de concursos -entre ellos cinco veces el Premio Horacio (dos veces el primer lugar, un segundo lugar y dos menciones de honor) el máximo galardón del magisterio peruano, cosa que no han logrado, ni intentado, muchos huevones con más años de servicio que yo.
Yo siempre he pensado que es bueno cambiar de aires para no caer en la tentación de creerte el papá del colegio, y no me he equivocado.

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