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sábado, 7 de abril de 2012

La agonía de Juan de Dios (5)



Necesitamos una ambulancia omega, me dice la técnica. Tu papá se ha descompensado.
¿Ambulancia omega? ¿Descompensado? ¿O sea?
Una que tenga oxígeno y equipo médico para trasladarlo a Vitarte con seguridad, me dice. Todavía está bajo los efectos de la anestesia y necesita ayuda para respirar.
¿Y dónde se consigue esa ambulancia?, le pregunto, pensando que me va a decir que tiene un costo que la familia del paciente tiene que asumir.
Aquí mismo, me dice. Voy a ver si hay una disponible. Ya vuelvo.
Se va. Es una morena alta y voluminosa que siempre para de buen humor. ¿Así habrá sido la mujer de Prudencio Luján?
¿Y si llamo al doctor Tumba para que nos dé una mano? Es amigo de Mariana. Hace unos días vine a recoger unas placas y estaban que me paseaban de aquí para allá, que falta esto, que falta lo otro, que la chucha del gato, que no es el único paciente hasta que Mariana se acordó que tenía un amigo en el Almenara y lo llamó, nos encontramos, fuimos a Radiografía y en cinco minutos me las entregaron.
Al viejo le han hecho un drenaje biliar. Tiene las vías biliares obstruidas, por eso el color amarillo de su piel: no puede evacuar la bilis.
Espero, los minutos pasan y la técnica no regresa. ¿Y si no consigue esa ambulancia?
Papá entró al quirófano a las nueve de la mañana y ya son las diez y cuarto. Le vamos a insertar una sonda para que evacue la bilis, me dijo el médico que le iba a hacer la operación, una operación de media hora que me ha costado varias idas y venidas entre el hospital de Vitarte y el Almenara: el médico solo había puesto la fecha y la hora de la operación en la hoja de cita y en Vitarte querían que ponga su sello y firma, sino no podemos trasladar al paciente, pretextaban. Allá saben que es suficiente, me dijo el doctor, cuando al fin lo pude ubicar y le expliqué mi problema. Cómo les gusta perder el tiempo.
Claro que les gusta perder el tiempo, y que uno lo pierda como si uno se estuviera rascando los huevos. Hace unos días llegué justo a la hora que cerraban Patología para recoger unos resultados. La que atendía me mandó a Informática porque la impresora estaba ocupada imprimiendo sus horarios de trabajo. En Informática me dijeron acá no damos los resultados de Patología, ¿por qué te han mandado? Volví a Patología. La señorita me dijo vuelva usted mañana, pero más temprano. ¿No me lo puede enviar a mi correo y lo imprimo en mi casa? Está prohibido hacer eso, señor, me dijo la flaca. ¿Prohibido si es un simple papel que ni sello lleva? La mierda cerró su ventanilla como respuesta.
El viernes fue peor: trajeron al viejo para una cita pero nadie se dio cuenta que la cita era recién el otro mes. Todos se confundieron porque los días y las fechas de febrero y marzo coinciden. Menos mal que ese día Mariana fue la que estuvo acompañándolo. Menos mal que la gasolina de la ambulancia no sale de nuestros bolsillos.
Me arden los pies y no hay dónde sentarse. Somos seis hijos, pero solo Mariana y yo estamos en todo este trajín. John está en la casa, pero como no tiene ni para un pan…
La técnica regresa. Me dice que consiguió la ambulancia. Me encontré con una amiga y ella les dijo a los de arriba que es para un familiar. Ahora sí nos vamos.
Le doy las gracias. ¿Darle para su gaseosa? Está que suda copiosamente…
Suben al viejo a la ambulancia y nos ponemos en marcha. Este vehículo sí está equipado con todo, el otro no tenía ni una curita, menos un tanque de oxígeno. Nos acompaña una ¿doctora? Viste de celeste. Ella y la técnica hablan de ambulancias, que la mayoría son chatarra nomás porque se les terminó la garantía y ya no hay repuestos en el mercado. Así Alan quiere inaugurar un hospital cada mes, dice la de celeste. Con pura chatarra. Rajan de los apristas corruptos que han copado el Seguro y tienen sueldos fabulosos.
El viejo sigue dormido. Ni el zangoloteo del vehículo lo despierta. A veces la de celeste le mide la presión.
¿Cuántos años tiene tu papá?, me pregunta.
El ocho de marzo cumplirá ochenta y dos años, señorita.
Ha vivido bastante.
Mmm.
Ojalá que vivamos siquiera hasta esa edad, dice la técnica.
Tú, no creo, le dice la de celeste. Uno de estos días te da un infarto, y te nos vas. Tu peso no me gusta.
Tengo que hacer dieta, dice la técnica. Por lo menos tengo que bajar veinte kilitos.
Hazlo pronto antes que te bajen a tierra, le dice la de celeste.
Hasta yo río.
La gente antigua vivía más, dice la morena.
Mmm, murmuro. Pienso en Pelusa, Lube, el Loquito Montes, Héctor Pocco, Óscar Lazo, Fernando Chávez, Gilberto Ávalos, Rafael Molina, amigos de mi edad que ya han muerto. También en Delia, Miriam Cruz, Marina del Mar Arroyo. Es un milagro que esté vivo. ¿Pero hasta cuándo?
La de celeste aparta parcialmente la sábana que cubre al viejo. Allí está su pecho lleno de llagas. Si estuviese despierto no se lo dejaría ver. Siempre ha sentido pudor de mostrar esas cicatrices que se hizo en Pisco cuando trabajaba en una panadería. Le han puesto una sonda para que evacue la bilis, me dice, palpando la manguerita que le han insertado a papá debajo de las costillas de la derecha y que termina en una bolsa donde ha empezado a juntarse un líquido oscuro como aceite quemado. Cuando la bolsa se llene, lo vacias en un recipiente limpio para que no le vaya a entrar ningún germen.
¿Y hasta cuándo estará así, señorita?
No sé… quizá meses, años. Si le han puesto esa sonda, es que su vesícula biliar no está funcionando bien. Pregúntale a su médico cuál es la razón de eso. Sin su historia clínica, no te puedo ayudar mucho.
Ya, señorita. Gracias.
La ambulancia sigue su marcha dando saltitos por la pista llena de cráteres.
El viejo abre los ojos por un segundo.
Ya vamos a llegar, pá, murmuro mientras le acaricio la calva, las mejillas. Sonríe y cierra los ojos. Ojalá que de esto también salga bien librado, pienso, contemplándolo, sintiendo bajo mis dedos la piel lisa de su calva. ¿A qué edad empezaría a perder el cabello? Lo recuerdo siempre con un sombrero o con esas gorras, como las que se ponía Neruda, cubriéndole la cabeza. Alguna vez me pidió que le arrancara con pinza los pocos pelos que le empezaban a brotar. Eran unos cabellos gruesos, oscuros y parados como espinas.
El calor es sofocante dentro del vehículo a pesar que el pequeño ventilador gira sin pausa. Está tan herméticamente cerrado que ni el ruido exterior se filtra. Es como si estuviéramos en un cajón. Ni sé dónde estamos porque la pintura que cubre las lunas apenas me permiten ver una línea de casas a la altura de mis ojos.
¿Cuándo le darán de alta?, pregunto.
Eso lo dirá su médico, me dice la de celeste. Pero me imagino que pronto.
Ojalá, pienso. Estamos once de febrero. Ya lleva diecinueve días internado. En la casa lo extrañan sus nietos, lo extrañamos nosotros. Yo ya ando cansado de estar yendo y viniendo de los hospitales. ¿Cuántos días estuvo el año pasado en el San Isidro Labrador? Menos de un mes, creo. Pero no era verano, no hacía este calor de mierda.
Faltan nueve días para el cumpleaños número cuarenta y ocho de Juan Ignacio. Hace cuarenta y ocho años el viejo estaba a punto de cumplir treinta y cuatro años, diez más que John cuando tuvo su primer hijo, siete menos de los que yo tengo ahora. Seguro estaría contento, feliz, dichoso de ver a su mujer con una enorme barriga redonda como una luna. Pero la dicha apenas le duraría un poco menos de ocho meses. Hace cuarenta y ocho años también su tía María Villanueva estaría planificando su venganza, haciendo sus misas negras, invocando al diablo.
Nos detenemos un rato en un atasco de vehículos. La técnica suda como si estuviese en una sauna.
Faltan cuatro días para el cumpleaños de Diego, diecisiete para el de la vieja, un mes para el de Nacho. Es curioso, pero la mayoría de los Gastelú han nacido en el verano: Mariana el 30 de diciembre, Flora un día después –faltó un poquito para que el viejo acertara en el mismo día–, John el 21 de enero, Cristian el 3 de febrero, Diego el 15, Juan Ignacio el 20, la vieja el 28, el viejo el 8 de marzo, Nacho el 11, Nela el 17, Bere el 26 y, si no me equivoco, uno de los hijos de John es de febrero o marzo. ¿Tanta coincidencia será casualidad? Como para hacer una fiesta todo el verano… sin mí, porque yo nací en junio, con lluvia y neblina.
La ambulancia da una vuelta casi completa. Fijo que estamos en el parque que hay frente al hospital. Ya vamos a llegar.
Unos minutos después, entramos al hospital de Vitarte. La de celeste nos ayuda a llevar al viejo hasta su habitación. Le doy las gracias.
De nada, me dice. Cuídalo bastante.
El viejo sigue dormido. A su costado cuelga la bolsa para la bilis.
En el parque del frente un grupo de chiquillos persigue a unas chicas globos de agua en mano. También tienen latas de betún. Las chiquillas chillan como locas. ¿Dónde estarán esos carnavales cuando perseguíamos a Marisela, a Emperatriz, a Verónica para agarrarles las tetas con el pretexto de embadurnarlas con betún y talco?
Buenos días, señor, ¿es usted pariente del paciente Juan de Dios Gastelú Luján?
Sí, señorita. Soy su hijo.
Me pregunta mi nombre y lo apunta en su tablero.
Soy la doctora Burga, señor Harol Gastelú, me dice la mujer, vestida de blanco, extendiéndome la mano. ¿Podemos conversar en mi oficina?
Claro, doctora.
Vamos al último piso, donde tiene su oficina.
Lamento mucho tener que comunicarle que su papá tiene un cáncer irreversible a las vías biliares, señor Gastelú Palomino, me dice, de sopetón, dejándome cojudo. Estamos sentados frente a frente. Hace una pausa como para que asimile el golpe.
¿Qué va a tener cáncer si él no toma, no fuma, no come comida chatarra, doctora?
Ahora el cáncer es una enfermedad común, señor Gastelú.
¿Y no hay nada que se pueda hacer por él?
Lamentablemente, no. Su neoplasia está en una fase avanzada.
Un escalofrío recorre mi cuerpo de la cabeza a los pies.
Entiendo, doctora, le digo, todavía incrédulo. ¿Qué más le puedo decir? ¿El clásico cuánto tiempo le queda de vida? ¿Reclamarle por qué chucha cuando lo operaron hace dos años el hijo de puta del doctor Flores no le extirpó el “tumorcito” que tenía? ¿Que por qué diablos me mintieron cuando me dijeron que ese tumorcito crecería en veinte años, que antes se moriría de otra cosa?
Vamos a trasladarlo a la clínica Santa, me dice. Veo que ustedes viven cerca de allí. Será más cómodo para que lo visiten y su papá estará mejor atendido.
Gracias, doctora.
Me hace firmar unos documentos para autorizar el traslado del viejo.
Le doy la mano y salgo de su oficina. Bajo las escaleras como borracho. Me meto al baño y allí lloro como lloré cuando mamá murió.
¿Se siente mal?, me pregunta un tío que acaba de entrar a orinar.
A usted qué chucha le importa, me dan ganas de decirle.
Me acaban de decir que tengo cáncer, le digo, secándome las lágrimas.
¡Putamadre!, exclama, mirándome con lástima, como se mira a un condenado a muerte, con el pájaro en la mano, orinando en el piso. Lo siento mucho.
Salgo del baño.
Me encuentro con mi tía Griselda. Le digo que su hermano está internado hace más de dos semanas.
¿Qué tiene?, me pregunta.
Todavía no lo sabemos, tía, le miento. ¿Decirle la verdad para que le dé un infarto? La tía también está mal de salud.
Le voy a decir a Kathy para que venga, me dice.
Ya, tía.
Nos despedimos y regreso donde el viejo. Lo contemplo. ¿Cáncer a las vías biliares? ¿Por qué? ¡No, no creo eso! Su Dios no puede ser tan cruel…
Abre los ojos.
¡Pá!
Arolín, murmura.
Le acaricio la calva, las mejillas.
¿Cuándo voy a ir a la casa?
Dentro de poco…
¿Y esto?, se fija que tiene una sonda. ¿Qué es?
Es para que evacues la bilis. Ya no te picará el cuerpo…
¿Cuándo vamos a ir a Chincho?, me pregunta. Allá me curaré. Allá el agua es limpia, el aire es puro.
En cualquier momento, pá…
¿Puedes leerme un poco la Biblia, Arolín?
Claro, pá.
Abro la Biblia al azar.
Los justos mismos poseerán la tierra, leo, y residirán para siempre en ella.
Salmos 37: 29, dice.
Siempre he admirado esa capacidad suya que tiene para memorizar capítulos, versículos, para citar pasajes enteros de la Biblia. ¿Cuántas veces la habrá leído en más de cuarenta años de ser Testigo de Jehová?
Me repite las pruebas a las que ha sido sometido por estar en la religión verdadera. Lo escucho en silencio, ¿qué más podría hacer yo?
Se duerme. ¿Debe un hombre bueno morir?, me pregunto, sin poder contener las lágrimas.
No estés así, me dice una voz de mujer, poniendo sus manos sobre mis hombros.
Es la enfermera amable. Apenas si la reconozco con ropa de calle y el cabello suelto.
Estoy saliendo de turno. ¿Me aceptas un café? Ya que tú nunca me invitas…
Miro al viejo, la miro.
Deja que descanse, me dice. Vamos.
Salimos del hospital. Vamos por la avenida Central. Cruzamos Plaza Vitarte. Salimos en Calle Nueva. Entramos a una pizzería.
Siempre vengo aquí con mis amigas a tomarnos un café, a comer pizza, dice la enfermera. O a tomarnos una sangría de vez en cuando.
Qué bien.
Vienen a atendernos.
¿Una sangría o un café?
Una sangría, le digo, pensando en emborracharme.
¿No quieres una porción de pizza?
No, gracias. No tengo hambre…
Pide nomás que esta noche invito yo.
No es por eso, solo que no tengo ganas de comer…
Ya sé lo de tu papá, me dice.
¿Cuánto tiempo le queda de vida?, le pregunto.
Cómo saberlo, me dice. Tu papá cree en Dios, quizá pueda ocurrir un milagro…
¿Un milagro a estas alturas? No creo. Si está así, es que a su Dios no le interesa lo que le pasa.
No digas eso.
¿No lo pueden operar? ¿No conoces a un médico que lo ayude? Él no es malo, no merece morir…
Todos vamos a morir algún día… No llores.
Me acaricia las manos.
Recuerdo las palabras de Pía Vittery: todos cumplimos nuestro ciclo. Quizá el viejo ya cumplió el suyo…
Voy a ver qué hago por él.
Gracias… ¿Cómo te llamas?
Grace. ¿Tú?
Harol, le digo. Tengo ganas de decirle tienes nombre de princesa, pero no lo hago.
Se echa tres cucharaditas de azúcar en su taza. Le quiero decir te estás matando, pero tampoco lo hago.
Tienes que seguir, pensar en ti, en tu propia familia.
Él es la única familia que tengo…
¿Tu mamá?
Murió hace casi cuatro años.
Lo siento.
Gracias.
¿No te incomodas si me pido otra porción de pizza, Harol?, pregunta Grace. Es que vivo sola y me da flojera cocinar de noche.
Claro que no. Pide nomás.
¿Tú no quieres uno?
No, le digo, bebiendo.
¿Por qué no te has casado?
Porque soy gay…
Me mira, seria. El rubor se apodera de su rostro.
Bromeaba para no llorar, le digo. Disculpa.
Lo dijiste tan serio que te lo creí.
Río. Ríe.
Le cuento de ese mal matrimonio de mi hermano.
Todos cometemos errores en nuestras vidas, Harol.
¿Cómo yo no los he cometido?
Serás un hombre perfecto…
No es eso, sino que, antes de hacer algo, yo sopeso sus consecuencias.
Es que no todos tenemos esa virtud, dice Grace, comiendo un pedazo de pizza. Tu papá siempre anda presumiendo que tiene un hijo escritor. ¿Tú eres ese hijo?
Mmm.
Tu padre te admira.
Esa admiración me lo he ganado a pulso. Su hijo favorito era mi hermano John, hasta que se casó y convirtió en infierno su vida y la de mis padres.
A veces pasa eso. ¿Y qué haces, aparte de escribir?
Doy clases de arte.
¿En dónde?
En el Inei.
¿En el Inei 46? ¿El que está a un paso de acá?
Sí.
Wao, ese colegio es bien bravo. Siempre se agarran a pedradas con los de la Común. El otro día casi le sacan el ojo a un viejito.
Mmm. Parece una sucursal de Maranguita.
Así dicen en Vitarte. Todo el mundo le tiene miedo a los ineínos.
Es que son unos diablos.
Te volverán loco.
Sí. Si por mí fuera, los tiraría a los leones.
Grace ríe.
Nunca más pasaré frente al Inei, dice.
No tienes que pasar por allí.
Es que vivo en Tahuantinsuyo.
¿Sí?
Sí.
Le cuento que mis padres vivieron allí, la razón por la cual tuvieron que vender la casa y marchar a la sierra.
El mundo es pequeño.
Mmm.
¿Una sangría más?
Claro.
Casi a las diez, salimos de la pizzería. Pasamos frente a la comisaría y a la municipalidad, cruzamos la Plaza de Armas, doblamos como quien va para la Ugel pasando frente al Inei que parece un cementerio sin el bullicio de los pirañitas. Ojalá que las vacaciones duraran un año.
¿No quieres pasar un rato?, me pregunta Grace. Estamos en la puerta de la casa donde vive. Se nota que está mareada.
Le digo que no, que mañana tengo que ir tempranito al Almenara a recoger unos resultados.
Ah, bueno, dice, media molesta. Cualquier cosa me buscas nomás.
Le doy las gracias por todo y me marcho.
Antes de ir al paradero, recorro las calles de Tahuantinsuyo donde pudimos haber seguido viviendo si no fuera por culpa de las brujas. Es un mejor lugar que La Realidad. Y está a un paso del Inei.
Cuando en la casa me preguntan cómo está el viejo, solo digo que le han puesto una sonda para que evacue la bilis. Cómo voy a decirles que tiene cáncer si ni yo me lo creo.
Continúo revisando los papeles del viejo. Encuentro una carta dirigida al gerente de la FAM:
Señor Gerente de la Fábrica de Aluminio y Metales, “FAM”.
Me es grato de dirigirme á Ud. muy respetuosamente, a su digna i distinguida persona, que tán dignamente preside el alto cargo en dicha empresa.
Sr. Gerente, el presente sulicitud es para ponerle en su conocimiento de Ud. en la Asociación Mutual y de Crédito para Vivienda Tahuantinsuyo, Vitarte; lote N° 26, vengo construiendo modestamente una vivienda propia, pero lamentablemente no puedo concluir la obra por falta de recursos económicos, en tal virtud recurro ante Ud. para solicitarle la suma de $.16,000.00 soles oro, un adelanto a cuenta de mi endimisación que necesito con urgencia favor que le agradeceré infinitamente, y, para mayor constancia irá a ver la obra la señorita de la “Asistencia Social”.
Sr. Gerente, le ruego á Ud. acceder me petisión por ser de justicia social, como quiera es caro anhelo de tener una casita propia de cada uno de sus trabajadores, por que el alquiler de las casas está demasiado elevado.
Sin otro particular aprovecho la oportunidad, para reitirarle los sentimientos de mi mayor consideración y estima personal.
Dios guarde a Ud.
Vitarte, 18 de Agosto de 1,966
Sub-Secretario General, del Sindicato de Trabajadores “FAM”.
Tarjeta N° 110
Juan D. Gastelú Luján.
La carta está escrita a máquina. La firma no se parece en nada a la del viejo.
Agosto de 1966, ¿cuánto faltaba para que vendieran la casa y marcharan a la sierra? ¿La casa estaba a medio construir cuando la vendieron?
Encuentro otra carta, con los bordes carcomidos por la humedad, donde el viejo endurece su posición, aunque pide menos dinero de lo que pidió inicialmente.
Señor: Willi Fraeitog
Gerente de la Fábrica de Aluminio y Metales, “FAM”.
Me es grato dirigirme a Ud. muy respetuosamente, a su digna i distinguida persona que tán dignamente preside el alto cargo en dicha empresa.
S.G. el presente solicitud es para ponerle en su conocimiento que; en la Sociedad para Vivienda Mutual y de Crédito Tahuantinsuyo, Vitarte vengo construyendo modestamente una vivienda propia, pero lamentablemente no puedo concluir la obra por falta de recursos économicos, en tal virtud recurro ante Ud. para solicitarle un adelanto a cuenta de mi endimisación la suma de $.12.000.00 soles oro, con urgencia que le agradeceré infinitamente, y, por otra parte S.G. me encuentro sumamente mal de mi salud hace tres años, en el Seguro Social Obrero me hecho chequear durante un tiempo sin conseguir mejoramiento hasta la fecha, los motivos les explicaré a la señorita de Asistencia Social para que constate mi caso.
S.G. í, en un caso contrario que no accediera mi petisión, pido me retiro en forma definitiva en un plazo de 15 días conforme nuestros pactos con el sindicato.
Para los areglos consiguientes es nombrado el Abogado Dr. Julio García Olano, Edificio Lexington, Jr. Apurimac N° 337 Oficina 5 C Quinto Piso, Teléfono 76908 Lima.
Sin otro particular aprovecho la oportunidad, para expresarle los sentimientos de mi mayor consideración y estima personal.
Dios guarde a Ud.
Vitarte, 28 de Octubre de 1,966
Sub-Secretario General, del Sindicato de los Trabajadores, “FAM”
Juan D. Gastelú Luján
No ha firmado la carta. ¿La llegó a mandar? ¿Mandó la primera y no le hicieron caso? Aquí amenaza con renunciar, hasta nombra a su compadre Julio García como su abogado. También menciona por primera vez esa enfermedad inexplicable que lo aquejaba por esos años. Tendría que buscar a su compadre y preguntarle qué papel desempeñó en la renuncia de mi padre a la FAM. El hombre está en Ica, hace más de diez años el viejo y Mariana fueron a buscarlo, pero el encuentro fue tibio y apenas duró unos instantes porque su compadre se iba a trabajar. Ahora debe estar jubilado, me imagino que será mayor o menor que el viejo solo por algunos años. Cuando fuimos hace dos veranos ni lo mencionó.
Sigo revisando los papeles, quitándoles el polvo, dándoles una rápida ojeada.
Encuentro una carta chiquita de mi tío Maximiliano Luján dirigida a mi padre. Está escrita a máquina y tiene un gran corte hecho por las polillas que menos mal no han tocado el texto.
Vitarte 23 de Febrero de 1967
Sr. Juan D. Gastelú Luján Chincho
Mi querido y estemado Primo, le deseo que la presente carta te incuentre gozando de lo más perfecta de tu salud en union de tus queridas famelias de tu Casa y mas familiares que les rodea en esa.
Después de saludarte muy cariñosamente paso a comunicarte los siguientes reglones; Pues primo sobre del Terreno ya te y indecado en la carta anterior que ley mandado con el portador Guillermo Galvez su esposo de la prima Abendina Quispe Gastelú. Pues Primo, segun a su carta y resibido el dia miercoles 22 te mando un giro la suma de trecientos soles oro $.300.00 para tus gastos del pasaje, con la Ajencia ETASA.S.A. reciba conforme primo nada mas te dego por haura primo y mi despido con afectos y saludos la que te estema de todo corazon su primo ATTO.S.S.
Maximiliano Luján Gastelú
Esa es la carta de mi tío Maxi, que escribe peor que mi papá. O sea que para febrero de 1967 los Gastelú ya estaban (no me incluyo porque todavía faltaba más de un año para mi nacimiento) en la sierra. ¿No le dieron el préstamo en la FAM y mi papá renunció? El tío Maxi hace mención de un terreno. Alguna vez papá me dijo que pensaban comprar una chacra a medias, pero la Reforma Agraria les malogró los planes. Lo que hizo llegando a la sierra fue alquilar una chacra, comprar animales y empezar a sembrar alfalfa y cebada. Siempre le decíamos por qué mejor no compró una casita en Huanta y puso un negocio. María era mala para los negocios, decía.
El tío Maximiliano murió hace casi diez años, así que no puedo preguntarle nada.
Encuentro otra carta fechada exactamente un mes después.
Señora:
Maria Palomino de Gastelú.
Me siempre querida y estimada esposa, te deseo de todo corazón que la presente carta te halle gozando de lo más perfecta estado de salud en unión de nuestras pequeñuelas, í nuestros padres, hermanas y hermano, y, más familiares que les rodea en esa.
Después de saludarte caroñozamente paso ha decirte los siguientes, querida Mari yo estoy bien de salud hasta el momento por la divina providencia de nuestro salvador, solo extraño profundamente de Uds. especialmente de mis hijitas, te pido por favor que no lo hagas llorar en mi ausencia, yo sé mis pequeñitas estas haciendo llorar, te pido por favor que tengas pasencia con ellas, ya vendrá tiempos mejores para Uds. cuando nuestro Señor mi cure de mis males, por otra parte mi viaje todavía no se sabe cuando voya llegar allí, iba viajar a Pisco a areglar con Tomás, resulta en la carretera Pisco se ha malaogrado un puente y no hay pase posiblemente va demorar un poco, no se puede areglar las cosas rápido por los malos tiempos, haveces hasta pienso vender la casa de una véz yo ya vere como areglo las cosas, ó si no ya buscaré mi trabajo en cualquier sitio para pasar nuestras vidas, tenemos que tener un poco de paciencia ambos, la casa tambien ha estado hecho un laberinto tuve areglar de nuevo las cosas en realidad me está dando dolor de cabeza, de puro rabia voya vender yo sé en cualquier sitio vamos consiguir con el tiempo espero sanar nada más bien y de nuevo me pondré trabajar como todo un hombre para que nadies se ría de nosotros, yo confio en Dios nuestro Salvador, todo haré por mis hijas por que ellas la que necesitan cuidado en su educación, no quiero que sufran mañana más tarde como yo y yo mi sacrifico será por ellas para que sean más gentes por que en hoy dia la educación lo que vale.
Maria no te preocupes amor mia por mi aunque subro por momentos aquí en la ausencia de Uds. me conformo con la esperanza de regresar a tus lados como un padre, y estrechartes entre mis brasos y sentir las carias de mis pequeñitas hijas, dirán que yo no subro en la ausencia de Uds. pero nada se puede remediar con llorar yo siempre hé sido bien machote, tendremos que luchar contra el corriente se no nos lleva el agua nueva.- Maria aqui te mando los $.100.00, soles, seguro ya no tienen para comprarse algo, dice mi prime Olimpia don Melqueadez Valencia ha reclamado el giro que mi mando mi primo Maximiliano Luján, ya les hé mandado 3 cartas ya con esta para que reclame mi papá Julian la plata son $.300.00, soles, de lo cual les he dicho para que pague a don Estanislao Rejano $.100.00, soles, que me prestó en Chincho, tienen que contestarme Mari, para reclamar aquí a la Agencia E.T.A.S.A.
Reciban muchos saludos y fuertes abrasos por mi parte todos de la casa, y los mismo reciban muchos saludos por parte de Anacleto y familia, ya iremos juntos con ellos.
Vitarte, 23 de Marzo de 1,967.
Att. y S.S. Juan D. Gastelú L.
No entiendo a mi viejo: ¿vender la casa de pura rabia? ¿No la vendieron antes de irse? ¿Llegaron a la sierra, el viejo alquiló un terreno y con la misma se regresó a Vitarte?
Encuentro otra carta de mi tío Maximiliano.
Vitarte 23 de Diciembre de 1967
Señor:
JuandeDios Gastelú
Huanta acienda Cangare
Me estimado y querido primo, les deseo que la presente carta que les encuentre gozando de lo más perfectade tu salud en compañía de tu querida esposa e hijas y de mas familiares que les rodea en esa.
Aque nosotros quedamos bien de salud y sen la menor novedad con el fabor de Dios hasta haura. solo extrañandola presencia de todos Uds.
Despues de saludarte muy cariñosamente paso a decirtelo siguiente.
Pués querido primo lo que no s ha inbiado su cariñosa carta con la fecha 16 de Noviembre de 1967 del mes pasado, en cual mi havias comunicado sobre de la Casa, pues primo de cual yo y combersado con el Sr. Aranda y señora con los dos de cual yo le manifistado segun de la carta de cual y preguntado cuando podria cacelar la suma restante y él haria posible a meriado del mes de Enero hace mi ha dicho, pues primo decique Usted ya habia dicho al Sr. Aranda que ya no eva vender y enclusive evas debolber su plata poreso el ya no se preucupaba de la Casa unico él estaba esperando que debuelbas su plata, y haura él se surprendio cuando y echo ber la carta y si es hacé hare posibles de conceder la plata y cancelar a meriado del mes de Enero , .
Pues primo Ud. mandeme una carta si Ud. mismo va arreglar o conmigo con el Sr. Aranda podemos jirarte la plata en cuanto arreglemos , Ud. mandarias una carta al Sr. Aranda indicando para arreglar conmigo o tambien si tienes tiempo Ud. mismo podrias benir pero antes de esso mi comunique s en que fecha puedes benir y tanto yo tambien te comunicaré poniendome de acuerdo con el Sr. Aranda sino puedes benir por gusto Tambien eso contestame bien claro con Usted mismo ban arreglar o conmigo podemos arreglar, esto espero la respuesta lo mas pronto posible para ponerme contacto con el señor Aranda, espero la respuesta enmidiata con las personas que regresen o por la agencia de E.T.A.S.a.
Me despido hermanito sin más que decirle tu primo que te quiere de todo corazón, ATT.S.S
Maximiliano Luján Gastelú
reciban muchos saludos y abrasos fuertes de Zenovia y demis hejitas de Nancy y Sonia y de tu tia Tiófila y de tu sobrino Juán y de Marcelino y de Olimpia y Yola y Jorge y de mi cuñado Marcelo G. y de todas las famelias de aqué.
muchos saludos para Maria y para Carola y Nadiy y para todas la s famelias por alle
Nota, Lis deseo que pasen Feliz Pascua y próspero Año nuevo de 1967
Otra vez la casa, ¿tanto empeño en venderlo? ¿Estaría embrujada o qué?
Carolina me llama para preguntarme cómo está papá.
Lo van a trasladar a la clínica Santa, le digo. ¿Decirle que tiene cáncer? Mejor no, podría morirse de la impresión. Ella y Mariana adoran al viejo. Además, todavía no me creo eso de que el viejo tiene cáncer. ¡Es imposible! Su Dios no puede ser tan malo para darle un final así. Un final doloroso, cruel…
Allí es para que se muera, me dice, recordando que hace muchos años hizo en esa clínica sus prácticas de enfermería y veía cómo morían los viejitos.
La doctora me dijo que es para que esté mejor atendido, le digo.
Ojalá, me dice.

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