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lunes, 16 de marzo de 2009

La dama del retrato

Entré al cuarto del piano y la sorpresa, al mirar el cuadro que la presidía, me dejó congelado por unos segundos.
Allí estaba la profesora de guitarra, pintada de perfil, tocando el piano. No, no era ella exactamente, porque la del cuadro, se notaba, era un poco mayor. Pero tenía los mismos rasgos que la profesora, el mismo perfil, el mismo color de cabellos, aunque la del retrato tenía el pelo ondeado. Las manos eran las mismas, las recordaba.
Por eso tenía la sensación de haberla visto en algún lugar.
¿Ella era la duena del Palacio Olvidado?
-¡Nacho, Alessandra, Bebe, Gordo, vengan! –llamé.
Vinieron corriendo.
-Miren el cuadro.
-¡Diablos, es la profesora María Luisa! –exclamó el Gordo.
-Se parecen, pero no es ella, esta es mayorcita –dijo Alessandra-. Fíjense bien.
-Quizá sea su abuela –dijo Nacho.
-O su bisabuela –dijo la Bebe.
-Eso significa que es la dueña de todo esto –dijo el Gordo.
-¿Y entonces qué hace dando clases de guitarra a tantos pulgosos? –preguntó la Bebe.
-Quizá ni sepa que este lugar existe –dijo Diego.
-Cómo no lo va a saber si es la dueña –dijo Nacho.
-Quizá no sepa que es la dueña –dijo la Bebe.
-Habría que preguntarle –dijo Diego.
-¿Eres tonto, o qué? –le espetó la Bebe-. ¿Quieres que nos descubra y bote?
-Tarde o temprano lo hará –dijo Nacho.
-Adiós, Palacio Olvidado –dijo el Flaquito.
-Adiós, caballitos –dijo Bere.
-Tienes que casarte con ella –dijo la Bebe.
-No hay más remedio –agregó Alessandra.
-Vamos a estudiar guitarra gratis –dijo Nacho.
-Ya, no se hagan los payasos –les dije-. Saben que eso es imposible.
-Para el amor no hay imposibles –suspiró la Bebe.
-El amor todo lo vence –agregó Alessandra.
Tecleé las primeras notas de Vivo por ella y me reí con ganas.
-Así sepa que exista este lugar, no creo que se imagine en qué condiciones está –dije.
-Agustín tiene razón –dijo el Gordo-. Y para que llegue aquí tiene que cruzar todo el bosque.
-Y nunca hará eso, a menos que le prenda fuego –dijo Nacho.
-Con un tractor nada es imposible –dijo la Bebe-. Fácil se habre camino tumbando los árboles.
Quizá las siguientes vacaciones ya no vendríamos a jugar al Palacio Olvidado, solo la contemplaríamos desde el Mirador o desde el río.
-Mejor que ni se le ocurra venir porque nos disfrazamos de fantasmas y la hacemos asustar –dijo la Bebe.
-Esa es una buena idea –dijo el Gordo-. Hasta que al fin piensas algo interesante.
Nela empezó a lloriquear.
-Los fantasmas son para esa bruja –la Bebe le señaló el cuadro-, no para ti. No llores por gusto.

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