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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Fin de mes

Se acaba noviembre. A inicios del mes terminé de corregir/reescribir la segunda versión de "El cazador nocturno" y ahora estoy corrigiendo mis cuentos y pensando en mis proyectos para el año que está a la vuelta de la esquina.

Ando un poco enfermo, espero que la salud no se deteriore más. Tengo que cuidarme. Mañana tengo cita en el Seguro.

¿Lo demás?: he podido sobrevivir a mi propia crisis financiera haciendo ajustes por aquí y por allá. Espero seguir así hasta el siguiente premio, es jodido andar con los fondos hasta el fondo. ¿Y dónde están los conchudos que me deben?

Mañana será diciembre.

martes, 29 de noviembre de 2011

La cita


LA CITA

Hay citas que son inevitables, MARÍA DE LA PAU JANER, Pasiones romanas

Mierda, otra vez sin agua, maldijo Karem, y justo ahora en que tengo mi primera cita con Agustín. ¿Y ahora con qué me baño? Me olvidé de llenar los baldes. Tendré que gastar de mi desayuno, mañana tomaré Coca Cola nomás. Qué piña soy. Sería la muerte ir apestando a perro muerto a mi primera cita. Algo apesta por aquí, Karem. Por si acaso, yo me baño todos los días, Agustín, claro que esta noche solo me he lavado lo indispensable porque los terrucos han volado una torre por mi zona y nos dejaron sin luz.

Sacó de su bolso la cinta que le había regalado Agustín y lo puso en el tocacaset a pilas, apretó play y la voz viril, gruesa, de Leonardo Favio brotó del parlante: Mi amiga, mi buena amiga, / mi amante niña, / mi compañera, / quisiera contarle al mundo / lo que es tenerte una noche entera, / y recorrer tus caminos, / tu vientre fino / y tu piel de seda… Sintió una oleada de placer recorriendo cada centímetro de su cuerpo. ¿Agustín lo estaría invitando a una orgía? ¿No era obvio?: …recorrer tus caminos (que llevan hacia tu Secreto), / tu vientre fino (donde sembraré mi simiente). Agustín se estaba arrojando con todo y zapatos a la piscina.

Se echó espuma en las axilas y se las rasuró. Menos mal que el último domingo se había depilado las piernas y los brazos. Se lavó los cabellos, largos, enrulados, color bronce quemado, con champú y reacondicionador. Jabonó minuciosamente cada parte de su cuerpo, sus senos grandes y duros, su trasero redondo y abundante, sus piernas largas y elásticas. Cómo olvidar tu pelo, / cómo olvidar tu aroma, / si aún navega en mis labios/ el sabor de tu boca, se ponía nostálgico ahora el cantante argentino. ¿Cuándo me has besado para que digas que extrañas el sabor de mi boca? ¿O estarás pensando en Mily? Supongo que con ella sí habrás chapado rico, ¿verdad? Pero yo te haré olvidar esos besos, Agustín, lo juro.

Mi primera cita con Agustín. Quién lo iba a creer. Por fin se me mandó con todo: Karem, ¿qué haces esta noche? Nada, ¿por? ¿Puedo invitarte a salir? Claro, si gustas. Casi le pregunto por qué no invitaba a Mily. ¿Se habrán peleado? Ojalá.

¿Y si se me declara?: Karem, estoy enamorado de ti. ¿Y Mily? Que esa flaca se vaye al diablo. Cómo puedes hablar de una mujer así, Agustín. En serio, por mí que desaparezca del mundo y me daría igual. ¿No estás enamorado de ella?, ¿no es tu chica? ¿Quién dice eso? Todos. Todos sabes que entre ustedes hay algo. Son puras habladurías nomás. Nunca hubo nada entre Mily y yo, solo somos amigos. ¿Amigos nada más? Claro. Pero si siempre andabas tras ella como un perro olisqueándole el trasero. La gente habla porque tiene boca. ¿Acaso tú nunca has tenido un amigo íntimo?, ¿un confidente?, ¿un cómplice?, ¿un amigo del alma?, ¿un pata? De la amistad al amor hay un solo paso. ¿Acaso no puedes ser amigo de una persona sin estar con ella? Son pocas las personas que saben lo que es la verdadera amistad. De quien siempre he estado enamorado ha sido de ti, Karem. No me digas. Sí te digo: desde que llegaste a trabajar aquí me dije esa es la chica que siempre estuve esperado. ¿Y qué hiciste estos dos años que ni siquiera trataste de conquistarme? Andabas como un perro detrás de Mily, ¿no? Tú andabas con tus amigas, no eras sociable, tenías tu grupito. Pero todavía es tiempo, ¿o no quieres ser feliz por el resto de tu existencia? ¿A tu lado? Claro. ¿Por qué no? ¿O soy poca cosa para ti?

No ves que estoy llorando como un niño, / como un mendigo pido tu cariño, / no tengo dignidad ni tengo orgullo / porque te amo mucho más que eso, suplicaba Sabú desde el caset. Tampoco tengo que ser tan dura, de repente es cierto y solamente fueron amigos. De quien siempre he estado enamorado ha sido de ti, Karem, ¿o no te has dado cuenta? Sí, por ahí escuché rumores de que estabas enamorado de mí, pero la gente habla porque tiene boca, ¿no? ¿Quieres ser mi chica, Karem? ¿Tu chica? Bueno, mi novia, mi pareja, mi enamorada. ¿O tu amiga íntima?... Mi futura esposa… Tú avanzas muy de prisa, Agustín, para tu carro. Stop. No corras si puedes caminar.

Tengo que hacerlo sufrir un poco. Nada de aceptarlo a la primera cita. Primero tenemos que conocernos, Agustín, ¿no crees? Justamente por eso te he invitado a salir, Karem, y espero que no sea ni la primera ni la última vez. Eso depende de ti, Agustín. Después nos vamos al Bulevar, a las Rejas, a la avenida la Marina… ¿Qué me dices? Dame un tiempo para pensarlo. ¿Pero tengo esperanzas? Claro que sí.

¿Y si Mily lo mandó al diablo y quiere estar conmigo por despecho? ¿En serio que no pasó nada entre Mily y tú? Te juro que nunca hubo nada entre ella y yo, Karem. Fue un error en mi vida. Te advierto que yo no como platos de segunda mano, Agustín.

Karem salió de la ducha, se paró frente al espejo, levantó los brazos y se embadurnó las axilas con Etiquet. Ahora Jeannette añoraba desde el caset alguna lejana noche de pasión desenfrenada: Tantas veces, / recorriste tantas veces / mi cuerpo con tus manos. / Tantas veces, / recorriste tantas veces / mi cara con tus labios… Soñar no cuesta nada, Agustín, así que es mejor que no te me mandes con todo porque te puede caer un cachetadon. Yo no soy Mily, a mí no me vas a venir con el cuento de que desde que llegaste me dije esa es la chica que siempre he estado esperando. A mí no me vas a llevar a ningún callejón oscuro para dar rienda suelta a tus bajos instintos. Claro que no. Yo no soy Mily.

Para mí que este caset Agustín lo grabó para Mily: tantas veces recorrí tu cuerpo (frágil, delgado, sin curvas) con mis labios. Clarito le está refrescando la memoria. Esa Mily tampoco era ninguna santa a pesar de su carita de mosquita muerta. Qué no habrán hecho en el Leo’s. ¿Por qué diablos habrán terminado? ¿Y si quiere hacer lo mismo conmigo? Conmigo el tiro te va a salir por la culata, Agustín, yo no soy ninguna cojuda, por si acaso, yo tengo las garras bien afiladas.

Karem se peinó la larga y ondulada cabellera. Parecía Medusa. Yo te voy a convertir en piedra, Agustín, eso no lo dudes. Le sonrió a su imagen en el espejo. Se sopesó los inmensos y blancos senos de oscuros pezones. Tengo lista mi artillería pesada, Agustín: pelotón, apunten, fuego: ¡pum!, y Agustín cayó muerto por dárselas de pendejo con Karem. Estas son piernas, Agustín, estas son tetas, éste es un trasero de mujer y no ese potito flácido y chorreado de tu amorcito imposible. El amor es ciego, ¿verdad?

Para mí que esos idiotas se han peleado y Agustín me está utilizando para vengarse. ¿Cuándo me invitó siquiera una gota de agua? Desde que llegaste me dije esa es la mujer que siempre estuve esperando. Puro cuento nomás. ¿Creerá que soy imbécil? ¿Me habrá visto con cara de huevona? Se aprovecha de mí y luego me dice que lo siente, discúlpame, pero esa noche de nuestra cita estaba borracho y no sabía lo que decía y hacía. Me come y me deja, el muy pendejo. ¿Y a quién le reclamo luego? Mejor tomo mis precauciones por si las moscas.

¿Y si llamo a Mily? Mily, ¿estuviste con Agustín? ¿Por qué? Me ha invitado a salir, y como ustedes andaban siempre juntos de arriba para abajo, no quisiera chocar con nuestra amistad. Aunque Mily nunca ha sido tan amiga mía, que digamos. Además, en el amor todo vale, ¿no?

Karem terminó de maquillarse. Tenía un rostro perfecto, la piel lozana, fina, las pestañas largas, los ojos castaños claros, grandes.

Esta noche Diana sale de cacería, pensó, mientras se ponía la ropa interior color negro que había comprado saliendo del trabajo ni bien Agustín le había invitado a salir. Ahora Leonardo Favio volvía a la carga con su Quiero aprender de memoria / con mi boca / tu cuerpo, / muchacha de abril / y recorrer tus entrañas / en busca del hijo / que no ha de venir. ¿Agustín querrá tener un hijo conmigo? ¿Me estará diciendo ya es tiempo de que seas madre, Karem? Pero está diciendo en busca del hijo que no ha de venir. Conmigo no hay peligro de que salgas embarazada, Karem, yo sé hacer estas cosas, ¿o alguien me está reclamando la manutención de un hijo? Lo mismo le dijo a Mily, seguramente: sació sus bajos instintos y luego la dejó tirada como un estropajo. Estoy embarazada, Agustín. ¿Por qué mierda no te cuidaste? ¿Quién te dijo que me abras las piernas? Primero Mily, luego Karem. Pero yo no soy ninguna cojuda, Agustín, a mí no me vas a comer como a una blanca y mansa palomita, claro que no, juega conmigo y me conocerás.

Cómo me duele la piel / de tanto pensar en ti, / me desespero por besarte y en cada abrazo dejarte / por siempre tatuada en mí, gemía, esperanzado, Leonardo Favio. Este caset Agustín lo grabó para su amorcito imposible, no me queda la menor duda. Como Mily no se lo quiso recibir, me lo dio a mí en vez de tirarlo a la basura. Le hubiera dicho que las baladas me aburren, me dan sueño. ¿No le está rogando diciéndole Cómo me duele la piel (del cerebro) / de tanto pensar en ti (Mily)? ¿No te das cuenta cómo estoy sufriendo por ti? Tú eres la última gota de agua en mi desierto, no dejes que muera de sed, dame vida. Me dan ganas de llamar y cancelar esta cita de mierda: disculpa, Agustín, pero tengo cólicos, mejor salimos en otra ocasión, ¿OK? ¿Y si me dice te llevo en el carro al hospital? Qué bueno eres, Agustín. Yo siempre he esperado un hombre que se preocupe por mí, que esté a mi lado en las buenas y en las malas.

Se puso su vestido negro, que tenía un corte a lo largo del muslo derecho que dejaba a la vista su piel blanca como la nieve.

Se asomó a la ventana y contempló la ciudad desde el octavo piso del edificio. La Realidad parecía un tablero de ajedrez con sus partes oscuras causadas por el apagón y las partes iluminadas por los grupos electrógenos. ¿Qué te parece si mejor nos quedamos aquí nomás, Agustín? Salir con este apagón es peligroso, los terrucos deben estar merodeando por los callejones oscuros, ¿no escuchas ese tiroteo? ¿Cuál es tu plato favorito? Te lo preparo, así pruebas mi sazón, te aseguro que te vas a chupar todos los dedos. Por allí tengo unos LPs de Juan Torres y su órgano melódico como para alegrar la noche.

¿Y si quiere divertirse para olvidar a su amorcito imposible? Tan estúpida no soy, aquí hay gato encerrado. Por algo me ha invitado a salir ese hombre. ¿Si quiere ayuda para reconquistar a Mily? Karem, ayúdame con Mily, sino me voy a morir de amor. ¿Y para pedirme eso me has invitado a salir? Largo de mi casa, Agustín. Alto, no, no, esa estrategia está mal, Karem. Ya, Agustín, no te preocupes, yo voy a hablar con Mily. Al final no muevo un dedo: lo siento mucho, Agustín, pero Mily dice que ya no te ama. No llores, algún día conocerás a una mujer que te merezca y serás feliz, ya lo verás, mujeres hay hasta por gusto, no vale la pena que estés sufriendo por alguien que no te merece. Paciencia y encontrarás el verdadero amor.

Karem miró su reloj: faltaban cinco minutos para la hora de su cita. ¿Agustín sería puntual como decían? Dio la media vuelta para darse los últimos arreglos y en ese instante escuchó gritos, pedidos de auxilio provenientes de la calle. Giró sobre sus talones y se asomó a la ventana: vio gente corriendo en todas direcciones gritando ¡coche–bomba!, ¡coche–bomba! Idiotas, ese es el auto de Agustín. ¿Por qué se habrá estacionado mal? ¿Se habrá echado sus tragos para darse valor conmigo o para olvidar a la puta de su amorcito imposible?

La gente seguía corriendo, gritando. Huevón, me estás haciendo quedar mal con mis vecinos. ¿Cómo mierda se te ocurre venir borracho a buscarme? ¿Qué va a pensar la gente, que yo saldo con cualquier hombre? Ahora mismo te mando a la mierda a ti y a tu cita. Qué te habrás creído, ¿que yo soy tu mamá para que me vengas a llorar cuando una mujer te manda al diablo?

Karem dio la media vuelta, dio un par de pasos, y en ese preciso momento un resplandor iluminó todo el interior del departamento envolviéndola en su luz infinita. Antes de desintegrarse, Karem se acordó de sus clases de Historia Universal, de las bombas atómicas que cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki.

Leonardo Favio dejó de quejarse desde el caset.

Historia de taxi


–Maestro, ¿cuánto me cobra por una carrera hasta La Realidad? –preguntó la chica, apoyándose en la ventanilla. Los cabellos negros, ondeados y largos, le caían en cascada.

–¿Hasta La Realidad? –repitió el taxista, bajando el volumen de la radio, mirando de reojo el generoso escote de la chica: se veía en toda su plenitud el nacimiento de sus senos, la piel blanca y lisa con algunas pequitas–. Veinte solcitos nomás.

–¿Tanto? –protestó ella. Era bonita, tenía una carita de ángel de rasgos finos. Se acomodó las tiras del vestidito dejando ver un poquito de su sostén color negro–. Le doy quince.

–¿Quince?

–Es todo lo que tengo.

–Diecisiete.

–Quince –ella frunció el ceño, miró su reloj, impaciente, empezó a retirarse, total, hay taxis hasta por gusto, ¿no?, parecían decir sus ojos grises como los de una gata. Atrás tocaron la bocina, se pararon otros taxis. Volvió a acomodarse las tiras del vestidito.

–Bueno, suba –dijo el taxista, quitando el seguro de la portezuela.

–Gracias –dijo la chica, metiendo, primero, la pierna izquierda con cuidado. El vestidito a duras penas le llegaba hasta las rodillas. Metió la otra pierna, juntó las rodillas. El taxista le echó una rápida ojeada a esas piernas blancas, bien formadas, lampiñas. Parecía modelo. Se acomodó el vestidito como queriendo proteger sus piernas de las miradas furtivas del taxista. Puso su cartera negra sobre sus muslos–. ¿Tiene SOAT su carro?

–Claro que sí, y también seguro contra robos, contra incendios, etc.

Ella sonrió. Tenía una dentadura perfecta, unos dientes blanquísimos algo grandes. Tenía los labios finos, pintados de rojo intenso. Llevaba cinco aretes en cada oreja, los dedos llenos de aros. En la radio Arjona cantaba Señora de las cuatro décadas.

–Póngase el cinturón de seguridad, por favor; la policía está haciendo operativo más allá.

Ella se cruzó el cinturón sobre el pecho, trató de engancharlo, pero no pudo.

–¿Me ayuda, por favor?

El taxista agarró el timón con una mano y con la otra trató de ponerle el cinturón, pero estaba muy ajustado, le dijo meta un poco la barriguita y ella sonrió. Sin quererlo, él le rozó los muslos.

–Disculpe.

La chica sonrió, estiró su vestidito. Se había echado un perfume cuya fragancia a malvas había invadido el interior del carro.

–Huele rico.

Ella sonrió con esa sonrisa coqueta, prometedora de pasiones inalcanzables para el taxista.

–Su cinturón no me deja respirar bien –se quejó–. Me falta aire, creo que me voy a asfixiar.

–Como este carro no tiene tanque de oxígeno, tendré que hacerle respiración boca a boca.

Ella soltó una carcajada.

–Eres un vivo.

El taxista sonrió.

–¿Por qué se ha dejado crecer tanto los pechos, ah?

–Usted es bien sapo –dijo la chica, sonriendo y alisándose los cabellos. Arregló la tira de su sostén. Sus manos eran finas, los dedos largos; tenía las uñas crecidas, pintadas de rojo.

–¿Cuánto le costó el implante?

–¿Quiere ponerse tetas?

–Si se puede, para trabajar de noche y ver si así gano algo más.

Rieron.

–Por si acaso, senos son naturales.

–No parecen.

–Lástima que no pueda comprobarlos.

–Quizás algún día, ¿no?

–Ajá. Soñar no cuesta nada.

–Eso es lo único que me queda. ¿Es usted modelo?

–No. ¿Por?

–Lo parece. Es más guapa que Marina Mora.

–Las norteñas somos guapas por naturaleza.

–¿Es del norte?

Ella hizo un gesto de asentimiento.

–¿De qué parte del norte es?

–De Trujillo. ¿Conoce?

–Un poco. En febrero estuve allí, en la Feria del Libro. Fui a Chan Chan, a Huanchaco.

–Cómo no lo vi.

–Yo tampoco.

Rieron. El auto avanzaba a toda velocidad por la Vía de Evitamiento.

–Yendo por la autopista Ramiro Prialé me parece que llegamos más rápido a La Realidad.

–Eso le iba a decir. A esta hora el tráfico es un caos en la Carretera Central.

–Mmm.

La chica volvió a acomodarse las tiras del sostén.

–¿Cómo te llamas?
–Agustín, para servirte. ¿Y tú?

–Claudia.

–Tienes un bonito nombre.

–Eso le dirás a todas tus pasajeras –dijo Claudia, cruzando las piernas. Agustín miró con el rabillo de los ojos esos muslos poderosos, esas rodillas brillantes surcadas por venitas verdes como culebritas.

–No a todas. A veces suben unas federicas como Magaly Medina o Laura Bozzo.

–¿Y por qué las recoges, ah?

–Tengo que ganarme los frijoles, ¿no?

–Y ganarte con otras cosas –dijo Claudia, riendo.

–Ajá.

–Por plata eres capaz hasta de hacerle una carrera a Momón.

–Tampoco tampoco.

Arjona empezó a cantar Historia de taxi.

–Vuestro himno –dijo ella, alisándose los cabellos. Tenía las axilas recién rasuradas, embadurnadas con Etiquet. Sus pies –las uñas también pintadas de rojo– jugaban con sus zapatos.

–Ah. Nos hace justicia en esa canción a los del gremio.

–¿Vas a ir este 25 a su concierto en el Monumental?

–Si es que hago un par de carreras a La Realidad. ¿Y tú?

–Si es que encuentro un taxista generoso que me invite…

–Me dejas tu número para llamarte.

–Ya, gracias. ¿Y ganas haciendo taxi?

–Depende. Hay días en que no saco ni para el té.

–Es que tú también cobras muy caro.

–La Realidad está al otro lado del mundo. No te voy a llevar por cinco soles hasta allá, ¿no?

–En combi llego con dos soles, y eso si me cobran el pasaje.

–Si quieres, puedes bajarte e irte en combi –dijo el taxista, disminuyendo la velocidad.

–Eres bien fosforito –dijo Claudia, descruzando las piernas–. Otro día me bajo. Hoy llevo prisa –recalcó.

–¿Una cita?

–Tú eres bien curioso, Agustín –dijo ella, enredando en su dedo índice un mechón de sus cabellos.

–Uno siempre quiere saber a dónde van las chicas bonitas.

–Pues quédate con la curiosidad.

–Qué mala eres.

–Mmm, así soy yo –dijo Claudia, sonriendo–. ¿Y haces taxi a tiempo completo o trabajas en otra cosa?

–Soy profesor –dijo el taxista tratando de pasar a un auto azul que iba lento como una tortuga delante de ellos.

–Vaya vaya, ¿y por qué un señor profesor hace taxi?

–Porque en el magisterio gano con las justas para comer y quiero irme a España a ver si hago fortuna.

–¿Cómo embajador?

–Fuera bueno, pero yo me voy a ganar los frijoles con el sudor de mi frente.

–Pero en el extranjero también se sufre, sino mira a los Sandívar, a Ada Cuadros.

–Pero allá, aunque sea cuidando perros, puedes hacer patria, ¿no? Aquí con las justas saco para la comida. Por eso mejor me voy al extranjero a sacarme la mugre unos cuantos años para venir y poner un negocio y mandar a la eme lo demás.

–Tienes razón. Yo estuve una vez en Italia, trabajé cuidando pacientes por horas y junté un capital y puse mi gimnasio aquí.

–¿Eres instructora de aeróbicos?

Claudia asintió, se acarició los muslos, estiró su vestidito.

–Ya decía yo de dónde salió tanta perfección anatómica.

Claudia sonrió.

–Gracias, Agustín –dijo.

–De nada –dijo el taxista–. Honor a quien se lo merece.

–Pero me ha costado un montón. A veces no tenía ni para comer. Algunas amigas, desesperadas, se prostituían. Es fregado estar en un país que no es el tuyo.

–Pero peor es estar aquí –dijo el taxista–. El extranjero es para los que aún tenemos la esperanza de un futuro mejor.

–Todo cuesta, pero al final verás que tanto sacrificio no es por gusto.

–Dios te escuche.

El taxi seguía devorando kilómetros.

–¿Y el carro es tuyo?

–Sí. Felizmente que ya lo terminé de pagar. Pero voy a tener que venderlo para mi bolsa de viaje.

–Es una pena porque es un señor carro.

–Pero qué me queda; ya no aguanto esta situación. Es fregado estar dando vueltas y vueltas buscando pasajeros. Prefiero largarme de aquí.

–O sea que de todas maneras Madrid te espera.

–Ajá.

–Suerte. Si te va bien, a ver si me jalas. Necesito plata para ampliar mi gimnasio.

–Claro, para no estar solito en las noches madrileñas.

Claudia sonrió. Volvió a cruzar las piernas, el izquierdo sobre el derecho; volvió a estirar su vestidito. El viento, que se colaba por la ventanilla derecha, jugaba con sus cabellos y sus pies con sus zapatos.

–¿Ya puedo quitarme tu cinturón? No me deja respirar bien, no me vaya asfixiar porque ahí si no te acompaño a Madrid.

–Más allá, no me vayan a poner papeleta, porque ahí si te quedas sin ver a Arjona.

–Me consigo otro taxista.

Rieron.

Pasando el puente Benavides, una combi cambió sorpresivamente de carril y el taxista estuvo a punto de chocar.

–¡Carajo, maneja bien!

–¡Imbécil, vaya a tu pueblo a manejar burros! –gritó Claudia, sacando la cabeza por la ventanilla y sacándole la lengua, rosada, puntiaguda, al chofer de la combi.

–Ese ni sabrá manejar conejos.

–Casi salgo volando como Superman –dijo la chica, respirando con alivio.

–Y tanto que te querías quitar el cinturón.

–¿Es fácil manejar?

–Sí. Es pura práctica.

–Como hacer el amor.

–Ah. Se aprende practicando.

–Mi papá tiene su carro, pero ni lo agarro, me da miedo chocarlo. El viejo se muere.

–Deberías de agarrarlo, porque si lo agarras, le agarras el gusto al agarre.

Claudia soltó una carcajada.

–Y después ya no lo voy a querer dejar –dijo, mirándole con sus ojos de gata.

–Te vas a volver una fanática del timón.

Rieron. Claudia descruzó las piernas, se arregló el vestidito y la tira del sostén.

–A ver si me das tu número para llamarte para que me des un curso acelerado de manejo.

–Ya. Yo encantado de enseñarte a agarrar el timón.

–Pero no me vayas a cobrar muy caro.

–De repente te ganas una beca y no pagas nada.

–Ojalá.

Antes del peaje de Santa Anita estaban haciendo operativo. Había una fila de combis detenidas.

–A cinco solcitos por combi, los tombos salen millonarios.

–Ni creas, las policías son difíciles de coimear.

–Las enamoras, y listo, pasas piola con tu auto.

–Esas tienen el corazón más duro que una piedra, no creen en nadie, ni en el amor.

–Tienes que utilizar otras estrategias.

–A ver si me enseñas tus armas secretas.

–Yo encantada.

–Pero no me vayas a cobrar muy caro.

–Claro que no, yo no soy tan carera como tú, Agustín.

–Ojalá.

Claudia se alisó otra vez los cabellos. Pasando el puente Santa Anita compró un paquete de caña dulce.

–Come, endulza tu vida, Agustín –le dijo al taxista, poniéndole en la boca una rodaja de caña.

–Gracias.

–No es gratis. Es un sol.

–Me debes catorce soles, entonces.

Claudia sonrió.

–¿Eres casado? –preguntó.

–No.

–Eso suelen decir todos los hombres.

–No todos.

–¡To–dos! –silabeó Claudia.

–Yo no. Tengo un hermano que tiene tres hijos y el pobre no sabe lo que es domingos ni feriados. ¿Para eso me voy a casar?

–¿Y por qué te vas a España si no tienes tantas obligaciones?

–Algún día tengo que casarme, ¿no?

–Y trabajar como burro.

–Ah. Triste es la vida del hombre casado.

Rieron.

–¿Y tú eres soltera, viuda o divorciada?

–Ahora ando solita por el mundo –dijo Claudia, cruzando otra vez las piernas y estirando su vestidito por enésima vez.

–Eso le dirás a todos los hombres.

–En serio, estoy solita.

–O los hombres somos ciegos, o tú eres muy exigente.

–Claro que no, Agustín. Mi último enamorado era bien feito, parecía Chuqui.

–O sea que tengo esperanzas.

–Claro. Mi corazón siempre está abierto para el amor.

Entraron a la Ramiro Prialé a toda velocidad.

–¿Ahora sí puedo quitarme tu cinturón?

Agustín asintió.

–Ya era tiempo –dijo Claudia, liberando sus senos, que parecían felices de recobrar otra vez su libertad.

Por el lado derecho discurría el río Rímac convertido en una serpiente verde cubierta de musgo y deshechos. Varios chiquillos se bañaban desnudos pese a que ya estaba muriendo el sol. A la izquierda se extendían las chacras. Arjona cantaba Te conozco.

–Parece que este verano estamos condenados a morirnos de sed –dijo la chica, levantando el pie derecho y apoyándolo en el asiento. El vestidito a duras penas le cubría los muslos, blancos y lisos. Se rascó la planta del pie–. Creo que hay pulgas en tu carro.

–Estarán buscando un sitio calientito dónde pasar la noche fría que les espera si se quedan aquí.

Claudia sonrió.

–¿Ya has ido a la playa?

–Todavía, ¿y tú?

–Tampoco. Estamos pensando con un grupo de amigas ir el otro domingo. A ver si nos haces una carrera.

–Yo encantado. ¿A qué playa piensan ir?

–A una del sur. Lo más lejos posible de las playas contaminadas.

–Les voy a cobrar caro.

–No seas malo. Tengo unas amigas bien bonitas.

–¿Más que tú? Lo dudo –el taxista recorrió con la mirada toda la anatomía de la chica–. Lo dudo.

–En serio. Ellas sí pueden ser modelos. Una se parece a Tilsa Lozano.

–Mentirosa. Te va a crecer la nariz.

–En serio. El año pasado fue Miss Playa Asia.

–Eso sí ya no te lo creo. Le estás echando flores para que les haga la carrera gratis.

–En serio, créeme. Tiene bonito cuerpo. Es altota, mide casi uno ochenta.

Pucha, no le llego ni al cuello.

–Llevas tu banquito. Todo es cuestión de ingeniárselas.

–A ver si me la presentas.

–Con gusto.

–Le dices que tengo carro.

–Ya. Si la conoces, no vas a querer irte a España. ¡Cuando va a la playa se pone unas tanguitas!

–Mejor ni me la presentes; no me vaya a dar un infarto.

–Qué más quieres, mueres feliz.

–Muerto, pero feliz.

Rieron.

Claudia volvió a arreglarse la tira del sostén. Arjona cantaba Mujeres. Ya era de noche. Ni un carro pasaba por la autopista.

–Habrás vivido mil aventuras como taxista.

–Uff, si este carro hablara. Una vez subió una joven mujer que tenía una historia de amor bien triste: un tipo la había embarazado, y cuando ella se lo dijo, la mandó al diablo. Me pidió que la lleve a Miraflores. Al día siguiente salió en los diarios que se había tirado del Puente Villena.

–Mentiroso. Te va a crecer la nariz más que Pinocho.

–En serio. La reconocí por las fotos que salió en los periódicos.

–¿Y te dijo que pensaba matarse?

–No. Sino no la hubiera dejado.

–Pobrecita, pero así es la vida; por eso yo no creo en los hombres.

–Ni yo en las mujeres, porque todas sois iguales.

–No todas, Agustín.

–Ojalá.

–Ya verás que yo no me parezco a nadie.

–Ojalá. En otra ocasión las hice de partero: subió una señora embarazada, estaba con sus dolores, no aguantó más y en el trayecto dio a luz a un robusto bebé que hoy es mi ahijado.

–No es tan aburrido tu trabajo como dices.

–Pero hay días en que no pasa nada.

–Y te aburres a morir –dijo Claudia. Tenía los dos pies puestos sobre el asiento, sus muslos se veían en toda su plenitud.

–Ah.

–¿Y nunca te has encontrado una billetera, tarjetas de crédito?

–Claro que sí. A veces la gente baja apurada y se olvida de sus cosas. Qué no he encontrado en este carro.

–¿Hasta preservativos?

–Hasta eso. A veces suben parejas que creen que este carro es el Leo’s.

–Y tú feliz ganándote.

–Ajá –el taxista la recorrió de nuevo con la mirada.

–¿Y nunca has atropellado a alguien, Agustín?

–Una vez, a un borrachín. Ni me di cuenta cómo se apareció en la pista. Frené, pero de todas maneras lo hice volar por los aires.

–¿Lo mataste?

–No creo. Volteé y vi que se movía.

–¿Lo dejaste botado en la pista como a un perro?

–Estaba misio. Ese día no había sacado ni para el té. Me iba a costar un ojo de la cara llevarlo al hospital.

–¿Y nunca te has chocado por malo?

–Hasta ahora, no. Denantes ya viste mi pericia para esquivar el peligro.

–Eres el rey de las pistas.

–Tampoco tampoco.

–Pero lo pareces.

El taxista sonrió, halagado.

El auto seguía avanzando a toda velocidad por la Ramiro Prialé rumbo a La Realidad. Arjona cantaba Quién diría. Claudia sacó un espejito y empezó a maquillarse. Agustín le miraba las piernas, los muslos, el escote, sin disimulo.

–Cualquiera pensaría que tienes una cita.

–Ya te dije que no.

–¿Y entonces a qué vas a La Realidad?

–Quédate con la curiosidad –dijo Claudia, estirando su vestidito, acomodándose la tira del sostén.

–Algún día contaré que una vez llevé a una chica que tenía un par de buenas piernas.

–Me halagas –dijo ella, estirando otra vez su vestidito–. ¿Cuál es tu tipo de mujer, Agustín?

–Ninguna es especial. Con tal que sea mujer y me quiera un poquito.

–¿Y yo no te gusto? –preguntó Claudia, poniendo una mano sobre el sexo del taxista.

–Tienes bonitas piernas –dijo él, acariciándole los muslos.

–¿Te gustan?

El taxista asintió.

–Vamos allá –pidió ella, señalando una trocha en medio de los maizales.

El taxista estaba metido entre las piernas de la chica, cuando ésta sacó una pistola y la puso en la cabeza de aquél.

domingo, 27 de noviembre de 2011

El otro

Carátula de la antología Monsieur Wylie... donde aparece publicado mi cuento El otro

EL OTRO

Este cuento obtuvo una mención de honor en el Premio Felizh 2010

Por Harol Gastelú Palomino

a L

La primera vez que me vieron donde no estuve, fue hace años.

–Lindo Machu Picchu, ¿no? –me dijo Miguelito.

¿Lindo Machu Picchu? Yo había estado visitando a mis padres, lejos del Cusco, como todas las vacaciones. La ciudadela incaica solo la conocía en postales.

–Uno te pasa la voz, y tú ni te das por enterado –continuó mi amigo–. Provecho con tu gringa, brichero.

–Gracias –dije, por presumir: ni en sueños iba a tener una rubia como la que describía Miguelito. Pensé: Miguelito está loco.

Años más tarde, cuando ya había olvidado lo de Miguelito, fui visto por segunda vez. En esta ocasión, en Máncora.

–Con que ahora veraneas con otra, ¿verdad? –me dijo Rocío, una colega–. Guapa la rubia.

Hice un gesto de no saber de qué me hablaba.

–No te hagas el tonto. Si Marisela se entera, lo vas a lamentar mucho, amigo mío.

¡En Máncora y con una rubia! Ni mi mujer iba a creer ese cuento.

–Hay que disfrutar del verano, ¿no? –decidí seguirle la corriente a mi amiga–. Y si es con una rubia, mucho mejor.

La tercera vez, quedé atónito. Una señora me detuvo en mitad de la calle.

–Gracias por sus enseñanzas, profesor –me dijo, abrazándome y llenándome de besos–. Gracias a usted mi hijo ha ganado una beca para estudiar música en el Conservatorio Tchaikovsky de Moscú.

Esta mujer esta loca, pensé, azorado, perplejo, confundido.

–De nada, señora –atiné a decirle mientras recordaba las veces que me habían visto Miguelito y Rocío.

Tres confusiones ya eran demasiado. ¿Tenía yo alguien parecido a mí? ¿Tenía yo un doble?

Lo tenía. Cuando todavía no me había repuesto del abrazo y de los besos de la señora, un domingo, al volver de la panadería, lo vi. Iba por la vereda opuesta, concentrado en su periódico. Fue como verme en un espejo a la distancia: ese era yo.

YO.

Lo seguí hasta verlo entrar a una casa de blancas paredes coronada por un cerco de buganvillas. Allí me quedé, agazapado detrás de un ficus, incrédulo, preguntándome si esa visión había sido real o un producto de mi mente enferma. ¿Iba yo camino a la locura?

Un par de horas después, la puerta se abrió y lo vi salir en compañía de una mujer rubia, joven, atractiva y de dos niñas lindas como querubines. Era la mujer que siempre había soñado tener, eran las hijas que el vientre yermo de Marisela me había negado. Los seguí hasta el cercano parque donde se pusieron a jugar felices, alegres. ¿Alguna vez Marisela volvería a reír así? ¿Alguna vez vería a mis hijas corretear con tanto gusto por el pasto, mecerse felices en el columpio? ¿Alguna vez disfrutaría yo de esa dicha?

Lo dudaba.

Tuve que volver a casa muy a mi pesar. Marisela estaba insoportable, con un humor de perros como siempre. No fue suficiente explicación el que le di (Me encontré con un amigo y estuvimos charlando sin darnos cuenta de la hora. Nunca le había contado lo de las confusiones.). Como casi todos los días desde hace unos meses atrás, peleamos. Si quieres almorzar, cocínate, me espetó. Antes, yo me ponía el mandil y ocupaba su lugar. Esta vez no me importó. Muérete de hambre si quieres, pensé, o búscate otro estúpido que aguante tus berrinches.

Salí a la calle otra vez, volví a merodear la casa de mi doble. Siempre agazapado detrás de los árboles, escuché el sonido de un piano. Ese era Mozart. Me vi a mí mismo tocándolo, siempre había querido ser pianista pero, por circunstancias de la vida, había terminado como profesor de música en el INEI 46, un colegio de mala muerte. Imaginé sus manos diestras sobre las teclas del piano, imaginé las sonrisas felices de su mujer y de sus hijas escuchándolo con deleite.

Lo imaginé feliz, dichoso, algo que yo nunca sería.

Regresé a casa cuando ya había oscurecido.

Un día te dejaré, pensaba, mientras respiraba las ventosidades de Marisela. Tantos años había llevado esa cruz. Qué fácil sería levantarla en peso, abrir la ventana y hacer que se estrelle en la vereda. Qué fácil sería taparle la cara con la almohada hasta que sus pulmones explotasen como una granada. ¡No, no, otra tenía que ser la solución! La muerte era demasiado regalo para todo lo que había tenido que soportarla.

El que sobraba en esa casa era yo.

Al día siguiente, pretextando una indisposición, falté al colegio.

Me aposté en la calle de mi doble. Desde mi lugar de vigilancia lo vi partir a su trabajo. Enseñaba en el Conservatorio.

Pedí descanso por salud y me convertí en su sombra. Tenía una vida más interesante que la mía.

La idea de sustituirlo se fue apoderando de mi mente. Ocupar su lugar. Ser él. ¿Él no era yo? ¿No lo habían visto en MI lugar? ¿No éramos iguales? Teníamos los mismos gustos, solo que los míos, por esas cosas de la vida, por culpa de Marisela principalmente, habían quedado postrados, postergados.

Ser él. Sustituirlo. ¿Sería posible eso?

Hice la prueba con las niñas. Un día, a la hora del recreo, como vi que algunas veces hacía él, me presenté en el colegio de las criaturas.

–¡Papá, papito Harol! –las niñas se alegraron al verme.

¡Papá, papito! Esas palabras eran música celestial para mis oídos. Me llenaron de besos, de abrazos. No sospecharon nada, ni la profesora. Qué gusto tenerlo de nuevo por acá, señor Gastelú. Felicitaciones por tener unas niñas tan inteligentes y encantadoras.

Otro día –mientras él estaba en el trabajo– fui más atrevido y me presenté en su casa con la excusa de haber olvidado unas partituras. Su mujer me recibió con efusión. Ni cuenta se dio que yo no era él. ¡Oh, mi amor! Me besó de una forma que yo ya había olvidado. Me besó de una forma en que Marisela nunca más me volvería a besar.

Por lo visto, sería fácil ocupar su lugar. ¿Pero qué hacer con él?

¿Qué?

Me rompía la cabeza pensando qué hacer con él.

¿Qué?

Llegué a una conclusión: desaparecerlo de la faz de la tierra. Esa era la única solución posible. No había otra. No podía correr el riesgo de volver otra vez al infierno cuando estar en el paraíso dependía nada más que de mí.

Había visto que los fines de semana, temprano, se iba de pesca a la playa.

Allí lo esperaba yo, agazapado entre las rocas.

Cuando me vio, su sorpresa fue mayúscula, pero no le di tiempo a reaccionar. De un solo golpe lo puse fuera de combate. Enterré su cuerpo en la arena.

Regresé a su casa, que ahora sería mi casa, con dos enormes peces que compré en el muelle.

Nadie se dio cuenta que yo no era él, sino el otro.

Preparé un rico ceviche que disfrutamos en familia. ¡Hace tanto que no era feliz que ya casi lo había olvidado!

La noticia de mi desaparición (del marido de Marisela, quiero decir) ni se supo. No fue un hombre importante.

Hoy vivo feliz. Mi mujer está esperando nuestro primer hijo, o el tercero, porque ahora yo soy él.

Ah, y ahora puedo pasarme horas y horas tocando a Mozart ante el regocijo de mi mujer y mis hijas.

Ninguna se ha dado cuenta que yo no soy yo, sino el otro.

Solo tengo una preocupación: hace unos días, mis alumnos me dijeron que el profesor Fernández me había visto con una rubia en Puerto Viejo.

Historia de Mayta



Novela de Mario Vargas Llosa que he vuelto a releer después de muchos años, esta vez atentamente, fijándome en cada detalle, en la forma que Mario va construyendo la historia de Mayta, una falsa historia a partir de entrevistas, preguntas, recuerdos, especulaciones, testimonios. Mientras va construyendo la historia, Mario se va imaginando un Perú en caos invadida por tropas cubano-bolivianos. Yo creo que es en esta novela donde Mario más ha aplicado todo lo aprendido de William Faulkner en cuanto al juego con los tiempos y espacios.



Esta novela ha sido criticada sobre todo porque se nos presenta a Mayta como maricón, como un cabro chupapingas cuando es el propio narrador -un narrador sin nombre- quien le dice al verdadero Mayta -en el último capítulo- que ha puesto a su personaje como maricón para acentuar su marginalidad. Parece que los críticos no llegaron al capítulo final.



Esta es una novela que volveré a leer.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Islas



Novela gráfica de Rodrigo la Hoz. La verdad que no me gustó: todo es confusión, caos. El hombre podrá ser buen caricaturista, lo cual también dudo, pero la lectura y visión de esta novela no me dejó nada bueno.

domingo, 20 de noviembre de 2011

El mal

Cuando me creía más salvo que nunca, el Mal volvió a atacar con fuerza, un ataque como hace veinte años que me llevó a Emergencia a medianoche del viernes. Y mañana tengo cita en Medicina General. O sea que estoy cagado, ojalá que no sea como hace siete años.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Oriana enamorada - Sonetos



HAROL GASTELÚ PALOMINO




ORIANA ENAMORADA




























A Oriana González













































Para que la primavera no te sorprenda estéril,
sembraré versos en tu vientre












































































ÍNDICE



8 Oriana enamorada
9 Mujer indiferente
10 Veinte años
11 Mi corazón tiene una pena
12 ¿De quién estás, mujer, enamorada?
13 Pretendes
14 Hasta el tiempo está triste
15 Yo también tendré que irme
16 Si volvieras
17 Anoche estabas triste
18 Si estás conmigo
19 Alguien vendrá
20 Cuando te olvide
21 No vale la pena
22 Te vas
23 Ausencia
24 ¿Cómo pude sobrevivir sin conocerte?
25 A veces
26 Estás enamorada
27 Será otro día
28 Te has ido
29 El adiós
30 Un corazón torpe
31 Nunca es tarde
32 Quizá mañana
33 Promesas
34 Yo te seguiré queriendo
35 Siento
36 Piensa que acaba
37 Palabras
38 Cuando me hayas olvidado
39 Si te vas
40 Esperaré
41 ¿Acaso piensas dejarme?
42 Lloran mis ojos al recordarte
43 Llegará el olvido
44 Te vas
45 Adiós
46 Una parte de mí
47 23 de setiembre


ORIANA ENAMORADA



Oriana abraza fuerte a su peluche
mientras le cuenta a su almohada
que está enamorada
y que por ese amor sufre.

Oriana ama en silencio
pero no sabe de sonrisas,
su corazón tiene una herida
porque su amor está lejos.

Oriana escribe versos esta tarde de lluvia
en que las mariposas de su jardín se ocultan
y el corazón le duele como nunca.

Tarde de lluvia,
de un café con leche, de poesías
que desnudan sus heridas.

























MUJER INDIFERENTE



Me miras con ojos cansinos,
me miras como si yo no existiera,
me miras y me siento morir de pena,
yo que por una mirada tuya vivo.

Te digo hola
y me contestas sin emoción alguna,
¿estás molesta por mi culpa?,
¿es culpa mía, acaso, que sigas sola?

Mujer indiferente
que no amas,
que nada sientes,

que cuando hablas,
solo mientes,
¿acaso de la vida esperas nada?

























VEINTE AÑOS



Llegará nuevamente la primavera,
se repetirá otra vez el verano,
en las playas cantarán las sirenas,
se vestirán de verde otra vez los prados,

pero ya no estarás tú
nunca más a mi lado,
no te veré otra vez con tu vestido azul
como en el verano de mis veinte años,

me resignaré a ver pasar
la vida desde mi ventana
sumido en la soledad

que deja el paso de quien se amaba
y ya no está
ni estará mañana.

























MI CORAZÓN TIENE UNA PENA



Mi corazón tiene una pena,
mis ojos tienen lágrimas,
mi alma va por las calles desiertas
con un vacío en la mirada.

Mis manos ya no encuentran tu piel,
no he vuelto a respirar tu aliento;
tu amor, como el papel,
fue consumido por el fuego.

Los caminos están cubiertos de piedras,
la playa de gaviotas muertas,
y tú no estás,

desapareciste como una estrella fugaz,
como un lucero cuando llega el alba
poblando de vacíos mi alma.

























¿DE QUIÉN ESTÁS, MUJER, ENAMORADA?



¿De quién estás, mujer, enamorada,
que son frías tus palabras si me hablas
y te importa poco lo que me pasa
aun sabiendo que de mi dolor tú eres la causa?

Si pudiera navegar en tus pensamientos,
ver lo que hay dentro de tu cerebro,
saber por quién late esa roca que tienes en el pecho,
quién es el dueño de tus sueños, de tus deseos.

¿Pero qué ganaría
si no significo nada en tu vida,
y sin mí igual continuarías?

Dichoso aquel a quien tú amas,
al que te das entera a cambio de nada,
del que no esperas ni sus migajas.

























PRETENDES



Pretendes mostrarte feliz
cuando yo sé que andas malherida,
que aunque intentes sonreír,
es una mueca tu sonrisa.

Les dices a todos
que ya me olvidaste;
solo yo sé que te entregas a otros
justamente para olvidarme,

porque cuando la noche llega
te sientes vacía y sola
y el teléfono ni siquiera suena

y se te hacen largas las horas
en esta difícil espera
y me maldices y lloras.

























HASTA EL TIEMPO ESTÁ TRISTE



Hasta el tiempo está triste
presintiendo que no volverán
aquellos días felices
que sin saber me llegaste a dar.

Mis ojos contemplan con pena
el lugar donde te vi por última vez
y ese día más y más se aleja
y nunca va a volver.

El sol en el este a duras penas se asoma,
los pájaros ya no cantan,
las flores han perdido sus aromas,

los días pasan y pasan
y de ti ya no queda nada ahora,
solo una honda tristeza en mi alma.

























YO TAMBIÉN TENDRÉ QUE IRME



Un año más y me reasignaré, dijiste,
este colegio queda muy lejos de mi casa, añadiste,
gasto demasiado en pasajes,
siempre llego tarde.

Al escucharte me tembló el corazón
pensando en tu adiós.
Los meses pasan volando
y te irás como agua en mis manos.

Te voy a extrañar, te dije,
tus alumnos te van a reclamar,
las tardes se me harán tristes,

¿seguiré aquí hasta que me tenga que jubilar?,
yo también tendré que irme,
o moriré de soledad.

























SI VOLVIERAS



Si volvieras
todo sería distinto,
ya no habría motivo
para vivir en esta tristeza.

Si volvieras
mis días serían felices,
ya no habría días grises
en mi existencia.

Las aves cantarían,
los niños sonreirían,
todo se alegraría,

cesaría este dolor
que tengo en el corazón
desde tu adiós.

























ANOCHE ESTABAS TRISTE



Anoche estabas triste,
magullada, lastimada.
¿Quién pudo herirte
así el corazón, el alma?

Parecías un pajarillo
con el ala rota,
con el pecho herido
por una certera honda.

Quise abrazarte, protegerte,
hacer que no te sientas tan sola,
que no pienses en la muerte,

Decirte que la vida es hermosa
y que no es mala toda la gente,
¿acaso no lo notas?

























SI ESTÁS CONMIGO



Si estás conmigo,
si compartimos nuestras vidas,
veo el futuro con optimismo,
el sol con ganas brilla,

veo alejarse la oscuridad,
llegar días más claros,
cuando a mi lado te siento respirar,
cuando en un susurro me dices te amo.

Si estás conmigo,
si estás al lado mío,
la vida es más alegre,

veo sonreír a toda la gente,
la tristeza se marcha
si tú me amas, si estás de mí enamorada.

























ALGUIEN VENDRÁ



Alguien vendrá
a llenar el vacío que hay en tu corazón,
a ocupar el lugar que él dejó
cuando se marchó para no regresar más.

Alguien vendrá
y tu vida será distinta,
en tu rostro se dibujará una sonrisa
y olvidarás la soledad.

A tu vida volverá la primavera,
tus días serán los mejores de tu existencia,
el amor renacerá en tu corazón

Y ya no habrá tristezas ni penas
ni los dolores que dejan los amores que se alejan,
todo será amor.

























CUANDO TE OLVIDE



Cuando te olvide,
cuando las heridas al fin cicatricen,
cuando me anime y destruya todos tus recuerdos,
cuando tu vida me importe un cuerno,

volveré a ser el que fui antes de conocerte,
pero, eso sí, un poco más cauteloso con la gente,
porque en cualquier sonrisa se esconde un puñal,
porque hay caricias que buscan matar,

porque hay palabras que prometen el cielo
y terminan llevándote al infierno,
porque hay labios que mienten

cuando dicen que te quieren,
porque hay corazones llenos de odio
que quieren hacerte pagar culpas de otros.

























NO VALE LA PENA



Te dijo que te amaba,
que eras la razón de su vida;
te dijo que te adoraba,
que eras el agua que él bebía.

Te pintó el cielo de infinitos colores,
al alcance de las manos te puso las estrellas,
te hizo vivir nuevas emociones
y al final se marchó de tu existencia.

No vale la pena
que sigas esperando
lo que te prometió y no te ha dado,

que sigas muriendo de tristeza
cuando él ya te ha olvidado,
cuando jamás te ha amado.

























TE VAS



Te vas,
lo has decidido así.
Te vas,
dices que es lo mejor para ti.

Te vas,
no te detengo.
Te vas
y no hay último beso.

Espero que no regreses nunca,
porque si un día me buscas,
quizá ya no me encuentres.

Si te golpeara la soledad
y regresaras pensando que todo será igual,
quizá solo olvido encuentres.

























AUSENCIA



Tu nombre es ausencia,
es una herida abierta,
es una casa solitaria y a oscuras,
son dolores que no cesan nunca.

Es un vacío que nadie llena,
es un pájaro que ya no vuela,
es una guitarra en silencio,
son nubes oscuras en el cielo.

Son hojas muertas,
primavera que nunca llega,
es un hombre solo

que lo perdió todo
cuando dijiste adiós,
cuando murió nuestro amor.

























¿CÓMO PUDE SOBREVIVIR SIN CONOCERTE?



Tuve en mi vida otros amores,
amores de una sola noche,
amores de un fin de semana,
amores de alguna madrugada.

Es que no existía entonces,
no distinguía tu voz entre tantas voces.
¿Cómo pude sobrevivir sin conocerte?,
¿pasar sin verte entre tanta gente?,

¿no navegar en el mar de tu cuerpo?,
¿no tenerte en mis pensamientos?,
¿y cómo pude setiembre ser primavera

sin estar tú en mi existencia?
Es que estaba esperando,
aguardando que despertaras a mi lado.

























A VECES



A veces mis sueños
los despiertas con tu indiferencia,
haces otros planes, otros proyectos
como si a tu lado yo no estuviera.

A veces mis esperanzas
están al alcance de mis manos,
me digo también me ama
aunque no me lo demuestre a diario.

A veces eres una leona por culpa de los celos
y vivir contigo se hace imposible;
a veces pareces un niño ingenuo

y me parece tonto todo lo que dices,
pero al mirar tus ojos grandes y bellos
sé que vendrán días más felices.

























ESTÁS ENAMORADA



No lo quieres admitir,
es imposible, dices,
pero tu corazón no te puede mentir
y ves llegar futuros días felices.

Sueñas despierta,
imaginas encuentros,
paseos, cenas,
todo te parece más bello.

Estás enamorada,
y sabes que serás feliz,
y esperas que llegue mañana

para verlo y sonreír,
para reflejarte en su mirada,
para sentir tu corazón latir.

























SERÁ OTRO DÍA



Hola, qué tal, cómo estás, te dije;
apenas me miraste, no respondiste nada
y se hizo trizas mi corazón, me puse triste;
sin saberlo, clavaste en mi pecho una espada.

Si no se lo he dicho, me dije,
¿cómo puede saber que la amo?,
¿esperar a que lo adivine?,
sería esperar un milagro.

Si no es ahora,
será otro día
en que te diga

que mi corazón te adora,
que mi dicha será infinita
si compartes tu vida con la mía.

























TE HAS IDO



Las canciones, si las escucho, suenan más tristes;
nuestra casa está sombría, vacía, sola;
en mi mente los recuerdos dan vueltas, se repiten;
mis ojos te extrañan, te lloran,

En las noches mis manos te buscan,
mi piel extraña el calor de tu piel;
pero todo me dice que no volverás nunca,
que es mejor que te olvide de una vez.

Te has ido,
y a duras penas sobrellevo mi existencia,
en el pecho tengo un corazón herido,

me ahogo en los mares de mi tristeza,
ando solo, perdido,
la soledad vivir no me deja.

























EL ADIÓS



Son tres días y no regresas,
tampoco has llamado,
¿es que acaso regresar no piensas?,
¿qué decisión has tomado?

Creo que llegó el adiós,
el adiós tan temido;
presiento que murió el amor,
el amor que nos mantuvo unidos.

La lluvia apagó el fuego,
ya ni cenizas quedan,
las palabras se pierden en el silencio,

la esperanza está muerta,
hay una herida en mitad del pecho,
un jardín cubierto de hojas muertas.

























UN CORAZÓN TORPE



¿Tan torpe es tu corazón
que no se da cuenta
de todo este amor
que el mío le profesa?

¿Tanto le han lastimado
que al amor le ha dicho no
y sus puertas ha cerrado
para no volver a sentir dolor?

¿Por qué te alejas
y no permites que te ame
y te hundes más en tu tristeza?

¿Por qué no pones algo de tu parte
y al menos aceptas
que has vuelto a enamorarte?

























NUNCA ES TARDE



Nunca es tarde,
si tú lo quieres,
para enamorarte,
si así lo sientes,

para darte otra oportunidad,
si las cenizas aún arden,
si el corazón no ha cesado de palpitar,
si la tierra del todo no ha llegado a agrietarse.

No tengas temor
y vuelve a enamorarte,
que esta vez no miente tu corazón,

y tú lo sabes,
cree en el amor
que nunca es tarde.

























QUIZÁ MAÑANA



Quizá mañana
te des cuenta que te amo,
que también te hago falta,
que también necesitas tomar mis manos.

Quizá mañana
al fin me mires de una forma diferente
y sea yo a quien elija tu alma
para que su vacío llene.

Quizá mañana
quieras reflejarte en mis ojos,
y si eso pasa

todo será grandioso, hermoso,
mi casa será tu casa,
de felicidad me volveré loco.

























PROMESAS



Que cambiarás,
que a partir de mañana todo será diferente;
no prometas lo que no cumplirás,
lo mismo has dicho siempre.

Que desde hoy todo lo harás bien,
que la lección has aprendido,
que no volverá a suceder,
que todo esto por algo ha ocurrido.

No prometas lo que no cumplirás,
no te lo voy a creer,
porque tú nunca cambiarás,

lo llevas en tu alma, en tu ser,
siempre será igual
que ayer, que antier.

























YO TE SEGUIRÉ QUERIENDO



Un día llevaré sobre los hombros
el peso de todos los años,
los cabellos pintados de otoño,
convertido en un hombre solitario.

Las aves ya no surcarán mi cielo,
mis pasos se volverán breves
y estaré más cerca del suelo
y de la muerte.

Pero yo te seguiré queriendo
con todos los latidos de mi corazón,
seguiré buscando en mis recuerdos

el calor de esa antigua pasión
que me llevó por caminos nuevos
y me dejó lo único que me queda hoy.

























SIENTO



He hecho hasta lo indecible
para no dejar morir lo que por ti siento;
hacer más es imposible,
quisiera, pero no puedo.

Siento que te estás yendo
así, de a poquitos,
y sufro por lo que nos está sucediendo,
¿pero cómo te lo digo?

Tú pareces vivir con los ojos cerrados,
pareces no mirar nuestro mañana,
pareces no estar a mi lado.

¿Dónde está la mujer enamorada
que soñó la eternidad a mi lado,
que reclamaba si no la besaba?

























PIENSA QUE ACABA



Piensa que acaba
todo lo que había entre nosotros,
que sonrisas, que miradas
caen a un pozo sin fondo.

Ya no habrán peleas ni reconciliaciones,
días enteros sin hablarnos,
caricias después de los golpes,
amarnos hasta fatigarnos.

Empieza la libertad,
nada nos ata,
podrás llegar tarde

y nadie te dirá nada,
nadie te reclamará,
todo eso hoy se acaba.

























PALABRAS



Te amo, te amo, te amo,
eres el amor de mi vida,
siempre estaré a tu lado,
no viviré si de tu amor me privas.

Fueron solamente palabras,
promesas que olvidaste con el tiempo;
solamente palabras,
palabras que volaron con el viento.

Yo nunca te dejaré,
eres el aire que respiro,
¿si me lo dices otra vez te lo creeré?

Promesas que nos hicimos,
palabras que no repetiré,
promesas que se cubrirán de olvido.

























CUANDO ME HAYAS OLVIDADO



Con el paso del tiempo,
con el transcursos de los años,
cuando estés lejos,
cuando me hayas olvidado,

yo también te sacaré de mi corazón,
diré basta de llorar,
te daré mi adiós
y no volveré a recordar.

Haré una pira con los objetos que has dejado,
los veré elevarse al cielo convertidos en humo,
barreré las huellas que has dejado,

abriré las ventanas para mirar al futuro,
cambiaré las sábanas que nos han cobijado
y me diré que fuiste un mal sueño que alguien tuvo.

























SI TE VAS



Si te vas,
si mi cielo deja de estar azul,
si me dejas en la oscuridad
y me niegas la luz,

no sufriré más de lo necesario,
podré vivir sin ti,
quizá recordándote a diario,
sintiéndome morir.

Si te vas,
si de un golpe me partes el corazón,
no derramaré una lágrima de más,

te diré adiós
y con el amanecer echaré a volar
hasta fundirme con el sol.

























ESPERARÉ



Esperaré
a que ese témpano que tienes por corazón
lata otra vez
con brío, con emoción.

Paso a paso socavaré
los cimientos de tu indiferencia
y te demostraré
que darse otra oportunidad vale la pena.

Esperaré
a que vuelvas a creer en el amor,
a que sepultes en el ayer

los restos de tu dolor
y te enamores otra vez
y sientas lo que siento yo.

























¿ACASO PIENSAS DEJARME?



¿Acaso piensas dejarme
a pesar de saber que te amor?
¿Tan pronto olvidaste
todo el amor que nos juramos?

¿Por qué dices que a mi lado
la vida se te hace insoportable?
¿O cuenta te has dado
que yo soy obstáculo entre tú y tu amante?

Si al menos fueses más clara,
si al menos me dijeras ya no te amo
yo dejaría que te vayas,

desataría los lazos
que a mí te atan,
no te retendría más a mi lado.

























LLORAN MIS OJOS AL RECORDARTE



Lloran mis ojos al recordarte,
amor, que un mediodía me dejaste solo y herido,
amor, que un día te marchaste
condenado al olvido todo lo que vivimos.

Sigo esperándote,
amor, que dijiste ya vuelvo
y tantos mediodías se hicieron tardes
y hasta ahora no has vuelto.

y no hay pañuelo que seque tanto llanto,
has dejado nubes interminables en mi cielo,
tristezas que hasta ayer eran cantos,

promesas de amor más allá del universo,
risas de ayer que hoy son llantos,
besos que hoy se han convertido en recuerdos.

























LLEGARÁ EL OLVIDO



Cuando se acumulen los años,
llegará el olvido
y será como si nunca hubieras existido,
el pasado estará para siempre enterrado.

Si te encuentro en mi camino
pasaré sin mirarte
como si se me hiciese tarde
y no hubieses sido nada mío.

Sabrás que hasta los recuerdos perecen.
que no hay amores eternos.
que las promesas se cumplen pocas veces,

que todo es pasto del fuego,
que la amnesia llega con los meses,
que hay adioses que empiezan con un hasta luego.

























TE VAS



Te vas y el mundo se acaba,
me ahogo en mis lágrimas;
nuestro jardín se poblará de malahierba,
las aves ya no cantarán, morirán de tristeza.

Nuestra casa se quedará solitaria,
muda nuestra guitarra,
ya no volveremos a escribir canciones
sentados, en el invierno, al calor de los fogones.

No veremos crecer a la hija que soñamos,
para nada tanto planificarlo;
te vas y se van los sueños y las ilusiones.

Las cartas que escribimos a montones
ya no las volveremos a releer;
una de estas noches en el fuego las veré arder.

























ADIÓS



Llegó el día del adiós, de la tormenta,
se terminaron los días de dicha y amor,
los días de dos cuerpos perdidos en la arena
amándose hasta ocultarse el sol.

Las gaviotas se alejan de la playa,
cesa de las olas el rumor;
las caricias se han vuelto espadas
que despedazan el corazón.

Adiós, las palabras convertidas en veneno,
el encuentro de dos sexos en cualquier esquina,
el hedor que deja un mal recuerdo;

ahora todos los defectos saltan a la vista,
es el adiós sin un beso, en silencio,
el adiós para toda la vida, hasta que no existas.

























UNA PARTE DE MÍ



Una parte de mí
se fue en tu maleta,
por eso no puedo ser feliz
y vivo sumido en la tristeza.

Un pedazo de mi alma,
un trozo de mi corazón,
la vida que había en mi mirada,
la fe en Dios,

los planes para mañana,
las flores del jardín;
casi todas las esperanzas

partieron junto a ti
y hoy en las manos no me queda casi nada,
solo las ganas de morir.

























23 DE SETIEMBRE



Recuerdo tu jean celeste,
tu chompa con motivos incaicos;
era un veintitrés de setiembre
y partías para siempre de mi lado.

Era la una y siete
y nuestros ojos se miraron,
se despidieron para siempre,
en silencio lloraron.

Hoy ya no soy el mismo,
los años han pasado,
nuestros lugares lucen distintos,

supongo que te habrás casado,
que tendrás un par de hijos,
que ya me habrás olvidado.