En su noche de bodas, Bayardo San Román descubre que su flamante esposa, Ángela Vicario, ya no está pito. Humillado, la devuelve a su casa. Santiago Nasar, responde Ángela cuando sus hermanos le preguntan quién se la tiró. Para limpiar el honor mancillado de la familia, los hermanos deciden matar al atrasador.
Muchos años después del crimen, el narrador de la novela indaga tratando de averiguar por qué Ángela Vicario dijo el nombre de Santiago Nasar, por qué este se dejó matar tan fácilmente, ¿acaso no sabía que los hermanos Vicario andaban anunciándole a todo el mundo que lo matarían?
Las versiones, los testimonios, las respuestas se suceden una tras otra en esta breve pero intensa obra cuya estructura me recuerda a Historia de Mayta de Vargas Llosa. Si en este la estructura es orden, en aquel es caos, un caos que te obliga a leerla con los ojos bien abiertos para no perderte en la multitud de voces que cuentan la muerte anunciada de Santiago Nasar.
Esta novela se lee en un par de horas, la leí en la madrugada presa del insomnio que me causa el mal que me aqueja, pero su aroma, su sabor se te quedan en la boca para siempre, cosa que me sucede pocas veces.
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