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domingo, 24 de mayo de 2009

El río



La lluvia tomó intensidades bíblicas. A ese ritmo, en cualquier momento la barquichuela iba a zozobrar. El caudal del río había aumentado considerablemente. Alrededor nuestro pasaban árboles arrancados de raíz, animales con la panza arriba. Y el cielo seguía vaciándose. Yo no sabía nadar. Si el barquillo se volteaba, era más seguro que iba a perecer ahogado. Para colmo de males, no había un salvavidas en esa carcacha.
–¿Tú sabes nadar, Tapara?
–Este barco nunca se ha volteado, patrón. En peores situaciones he estado.
¿Significaba eso que nunca había necesitado nadar?
Alcanzar la orilla iba a ser imposible. Estaba a cientos de metros de nosotros. En mal momento se me había ocurrido navegar por el Amazonas. ¿Pero cómo iba yo a saber que iba a llover así?
El barquito se bamboleaba como un equilibrista al filo del abismo.
–¡Mierda, nos jodimos! –fue lo único que alcancé a decir ante el fuerte impacto.
Ahora estaba en medio del río. Parecía una hormiguita. Un tronco, necesito alcanzar un tronco para salvar mi pellejo. No te desesperes, déjate llevar por la corriente, luchar es inútil, me decía. Pero mi instinto de sobrevivencia me decía que nadara, que tratara de llegar a la orilla.
La vi sobre un tronco, sentada como sobre un caballo. El cabello rubio y húmedo, la piel blanca. ¿Estaré viendo visiones? ¿Me habré vuelto loco? ¿Si morí en el choque y es mi alma la que no puede descansar en paz?
Se puso de pie y se arrojó al agua. Desapareció de mi vista. Empecé a luchar contra la corriente tratando de llegar a la orilla.
Reapareció. Te llevaré a la orilla, me dijo con cantarina voz, agárrate de mí. Hice lo que me pidió. ¿Quién sería?
Ahora estábamos en la orilla, ella mesándome los cabellos mojados.
–Soy Yara –me dijo, mirándome con sus ojos verdes y penetrantes.
¿Yara? Yara solo existía en la imaginación de los lugareños. Esto es una locura.
–No temas, no te haré ningún daño –sus ojos eran límpidos, sin ningún signo de maldad.
Tomado de su mano, nos internamos monte adentro.
Aquí estoy ahora, viviendo con Yara, lejos de la civilización. A veces quisiera regresar con los míos, pero alguna fuerza extraña me detiene.

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