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lunes, 21 de junio de 2010

A mi padre

Mi padre en Cocachacra, un lugar que siempre gustaba visitar
Eras fuerte,
Parecías invencible,
pero un día la terrible muerte
tocó nuestra puerta
trayendo pesares y tristezas.
Sobre tu pecho yerto
crucé tus brazos que fueron de acero;
besé tu frente sagrada,
derramé sobre ella hasta mi última lágrima.
¡Qué tan poco dura la vida,
y cómo nos duele cuando se termina!
Va el cortejo fúnebre
por el polvoriento camino
entre ayes y alarido
de todos los que te hemos amado
rumbo al camposanto.
Te hemos querido tanto, padre,
por eso te lloramos esta tarde.
¡Qué tan poco dura la vida,
y cómo nos duele cuando se termina!
No se le compra ni con oro ni con plata
cuando la sonrisa se transforma en lágrimas.
Ya bajan tu cuerpo a tierra
al lugar que a todos nos espera.
Tus hijas gritan, lloran,
te dicen no nos dejes solas,
pero tú ya no las escuchas,
tus oídos son sordos a las súplicas.
Te has muerto, padre,
te has quedado en silencio,
en un silencio que será eterno.
Parecías fuerte,
invencible,
pero un día la terrible muerte
tocó nuestra puerta.
¡Qué tan poco dura la vida,
y cómo nos duele cuando se termina!

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