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viernes, 28 de marzo de 2014

Mi héroe literario (homenaje a Mario Vargas Llosa)


abeza ser "escritor". Tampoco ahora. Yo quería ser como Leo Dan, Leonardo Favio: musicalizar mis versos y recorrer el mundo tocando la guitarra. Ni me imaginaba lo que el destino tenía escrito para mí. Llevaba sus libros en la mochila cuando estaba en la sierra luchando contra el Imperio -lo cuento en "El río"-, el año que estuve confinado en Yanamayo sobreviví pensando que algún día debía contar lo que había vivido como lo hacía él. En el exilio lo leía y cada página suya hacía que añorara el regreso. En La Cantuta lo leíamos con unos amigos mientras los demás leían a los telúricos, a los andinos, a los escritores cholos, serranos y nos miraban como si fuéramos extraterrestres o sirvientes de Bush padre. Y ahora que los años han pasado lo sigo leyendo y cada que lo leo lo admiro más. Hay libros suyos a los que vuelvo siempre, por ejemplo "¿Quién mató a Palomino Molero?", lo leo dos o tres veces al año o cuando quiero aprender cómo se escribe una novela corta perfecta. Ahorita estoy releyendo "La guerra del fin del mundo" después de años y descubro las cosas que no vi en esa lejana primera lectura. Hace poco doné todos mis libros a mi antiguo cole -los libros que no sirven los quemé para que no contaminen el cerebro de los muchachos- y sus libros fueron los únicos que he conservado para mí. Que viva muchos años para que siga escribiendo. Nunca lo he visto en vivo, pero mi mamá sí, hace muchos años mientras era candidato presidencial. Mi vieja también lo admiraba. Para ella, el único escritor era él. Un escritor debía ser como él. -Casualidades de la vida: ambos son de 1936-. Lo he intentado, sobre todo en la disciplina para escribir, y aunque he fracasado en el intento, no importa porque lo sigo admirando. A las estrellas se les admira desde lejos porque desde lejos se ve mejor su luz.

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