Me une a Venezuela lazos familiares:
hace unos cuarenta años, mi tío Percy marchó a la tierra de Bolívar a trabajar
en una refinería. Volvió al cabo de unos años. Aparte de los regalos que trajo
para todo el mundo, trajo consigo a una chica. Lo mismo hizo los siguientes
años, pero siempre con una chica diferente. Hubo un año en que vino con dos
chicas, mismo James Bond. En el mes que se quedaba de vacaciones, se daban la
gran vida: fiestas, viajes a Machu Picchu, a alguna playa del norte. Año que no
venía, es que se había ido a pasear a los Estados Unidos o a Europa, siempre en
buena compañía.
Yo siempre recuerdo a Susy, la última
de sus chicas. Cuando mi tío se fue de vuelta a Venezuela, ella se quedó en
casa como una integrante más de la familia. Total, era la chica del tío.
Nosotros le decíamos tía aunque apenas nos llevaba unos cuantos años. Solía
andar en sostén y cuando salía de la ducha lo hacía apenas cubierta por la
toalla de la cintura para abajo. Un día que nos quedamos solos me sedujo. Yo
tenía unos trece o catorce años. La historia, maquillada por la ficción, la
cuento en “Tía Susy”. Terminó casándose con uno de mis mejores amigos de la
infancia y enviudó unos cuantos años después.
Un día el tío Percy dejó de venir.
Eran los años de la guerra y pocos se atrevían a andar por estos lares. La
última vez que lo hizo, un par de años antes de la muerte de mi madre, vino
acompañado por su flamante esposa, una morena que, en lugar de venezolana,
parecía ser una chinchana comegato. Hasta entonces todas sus chicas habían sido
blancas, incluso rubias. Bueno, se cansaría de la carne blanca.
Con la llegada de Hugo Chávez al
poder, la empresa de mi tío, se había vuelto empresario, empezó a tener
dificultades hasta que la situación se hizo insostenible y marchó a España,
donde lo sorprendió la crisis ibérica y marchó a Suecia, otra vez solo porque
se divorció de su morena. Hace poco recibí una postal suya donde está en
Estocolmo con una rubia despampanante. Suerte la suya.
Todos estos recuerdos familiares se me vinieron a la cabeza al ver las
protestas en Caracas contra el gobierno de Nicolás Maduro, sucesor de Hugo Chávez,
muerto hace casi un año después de una prolongada agonía en Cuba.
Hugo Chávez llega al poder después de
un fallido golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez. Mediante triquiñuelas,
ardides, cambios en la Constitución, fraude electoral, logró prolongar su
mandado una y otra vez hasta que un cáncer, algunos dicen que provocado por el
Imperio, lo mandó a mejor vida. En vísperas de su viaje final a Cuba, nombró
como su sucesor a Maduro.
Este, al igual que Chávez, carece de
toda preparación intelectual e ideológica. El uno era un cachaco matón y el
otro era, antes de entrar en la política, un oscuro chofer de camión. Es de
estas carencias de la cual se han aprovechado los Castro, Fidel y Raúl, para
convertirlos en sus títeres, en sus monaguillos. Si no fuera por Chávez,
primero, y Maduro, después, Cuba habría colapsado por el abandono de la antigua
URSSS y el bloqueo yanqui que dura ya más de medio siglo.
Los Castro le han hecho creer a
Chávez, y a su sucesor, que ellos son los salvadores de la patria venezolana,
los legítimos herederos de Bolívar. Enceguecidos por el poder, los tiranos han
arruinado Venezuela, país que está al borde del colapso económico y social.
En las pasadas elecciones
presidenciales, Enrique Capriles estuvo a punto de derrotar al delfín de
Chávez. Pero Maduro ha obtenido una victoria pírrica que se sostiene por el
apoyo de grupos paramilitares y una parte de la población acostumbrada a
extender las manos y luchar como sea para no verse privada de las dádivas que
recibe del gobierno.
Ahora han empezado las protestas
encabezadas por Leopoldo López, contra quien el gobierno empezó una cacería digna
de una película de Hollywood. Estos no son más que los últimos estertores de un
gobierno que va en caída libre y se estrellará en el momento menos pensado pues
el pueblo venezolano ya está cansado de estos pseudo salvadores de la patria
que se han entornillado en el poder durante más de una década. ¿Tantos años y
el país sigue igual, o peor?, se pregunta la gente. En lugar de salvadores de
la patria, parecen piratas que, no satisfechos con el botín obtenido, quieren
más. Seguirán así hasta que caigan como lo han hecho Fujimori y otros
dictadores. Entonces a Maduro solo le quedarán dos caminos: el suicidio o la
cárcel. Él elige.
Carabobo, febrero 2014
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