Este es un estudio vasto, totalizador, abarcador de la literatura huancavelicana fruto de veinte años –me lo dijo Isaac Huamán Manrique cuando nos encontramos por primera vez hace un poco más de una semana- de trabajo de investigación, recopilación, traducción del quechua al castellano, de consultar fuentes, autores, de pedirles obras a estos, bajarlos de internet en muchos casos, como en el mío.
El libro es extenso, más de cuatrocientos páginas que, confieso, he leído a saltos, y esta reseña está hecha por una persona que solo escribe, que no es literato, mucho menos crítico. Al ver la abundante bibliografía y leer la no menos extensa introducción, uno nota el trabajo serio realizado por Isaac Huamán Manrique sobre la literatura de nuestra tierra que abarca desde los tiempos antiguos, representados por la literatura oral, y desde 1590 la escrita. Es decir, hay unos cuatrocientos años de producción literaria estudiada, analizada, compilada. Este es un trabajo titánico que marca un antes y un después sobre el estudio de la tierra del mercurio. Espero terminar de leerla y hacer una reseña más adelante.
Ahora voy a referirme a mi presencia en este estudio de subtítulo poético. Es para mí un honor ver entre las obras de escritores ilustres, como Zein Zorrilla, Percy Galindo, Ulises Gutiérrez, y también anónimos, así como el de amigos como Juan Luis Espinoza Chinchón –excelente su poema El cerebro de la vizcacha-, y Carmela Abad Mendieta, que fue mi profesora de Estética en La Cantuta, mi cuento Tiempo de morir –el título es de Carlos Fuentes y García Márquez, la robé porque es perfecta para la historia que narro-. Este es un cuento que me ha dado muchas satisfacciones, y premios, desde que la escribí allá por 1993 o 1994. Se llamó primero Una gota de sangre, después La noche del desaparecido. Con este título ganó los Juegos Florales de La Cantuta en 1997 con un jurado compuesto por Óscar Colchado Lucio y Félix Huamán Cabrera cuyo premio fueron La casa verde y Rosa cuchillo y un par de libros más cuyos títulos no recuerdo. Este cuento, ya con el título de Tiempo de morir y corregido, abre el libro con el cual gané el Premio Horacio 2004. La versión que aparece en este libro es una de las tantas que he hecho de esta historia, y es una de las versiones que más me gusta. La he releído con satisfacción, cosa que pocas veces hago con los textos que publico. Y he quedado contento con la edición donde se ha respetado los textos en cursiva, cosa que no hicieron en la edición de la Derrama Magisterial, lo cual hace la historia más entendible. Incluso los epígrafes están como a mí me gustaba que estuvieran. Y ni qué decir del papel, es de buena calidad. No sé si merezco las palabras que se hacen sobre mí en la introducción, no las pedí, pero las agradezco de todo corazón porque son un aliciente para seguir en esta labor que se ha ido dando paso a paso, casi como jugando, robando un poco de tiempo a mis labores académicas para escribir.
No sé si debía estar en este estudio de la literatura huancavelicana porque, aunque figuro como nacido en el distrito de Chincho, provincia de Angaraes, departamento de Huancavelica, nací en las afueras de Huanta, en un lugar llamado Cangari, que pertenece a Ayacucho, pero mis padres, y mis antepasados, son huancavelicanos. Pero tampoco soy tan ayacuchano porque me trajeron a Lima casi a los dos años de nacido. Pero igual amo la tierra de mis padres y espero volver a ella a los cincuenta años para instalarme en mi pueblo y vivir mis últimos años lejos de la ciudad y aprender a hablar quechua, solo la entiendo, para escribir la gran novela de la guerra que, como dice Isaac Huamán Manrique, será escrita en quechua y castellano. Y esa es la única manera en que puede ser escrita una verdadera novela sobre la guerra.
Solo merece elogios el trabajo realizado por Isaac Huamán Manrique.
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