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miércoles, 9 de marzo de 2011

Diario escolar 7, 8 de marzo

Foto de Vero Bedoya
LUNES 7:
–Para que seas nuestra Vargas Llosa –me dice el profesor Palomino–: Cartas a un novelista.
–Parábola de la solitaria, El catoblepas, El poder de la persuasión… –hojeo el libro–. ¿Todo esto tengo que leer para escribir?
–Es como una guía. Tú escribe lo mejor que puedas. Escribe lo que te guste, lo que te nazca.
–¿Usted lo leyó?
–Sí. Por eso te lo doy, para que aprendas algo.
–Gracias. ¿Qué está leyendo ahora?
–The catcher in the rye.
–¿…?
–El guardián entre el centeno de J. D. Salinger.
–Pensé que era una triple equis.
Risas.
–Es un clásico de las letras norteamericanas.
–¿De qué trata?
–Es la historia de un chico de tu edad, Holden Caulfield. Cuenta las cosas que le pasan. Lo han botado del colegio porque es malo en todos los cursos, menos en lengua, es mitómano, adora a su hermanita Phoebe. Lo único que quiere hacer es cuidar a los niños que juegan en un campo. Ser un guardián entre el centeno. Termina en el manicomio.
–Suena interesante. Me la presta cuando la termina.
–Ya. Mañana o pasado te lo traigo.

MARTES 8:
Cumpleaños del abuelo. Tampoco hubo celebración. La abuela preparó almuerzo, pero los Apestegui ni se asomaron. El abuelo dice que el domingo le compraron su torta y lo comieron en el chifa. Provecho por ellos. La abuelita está triste, como siempre. ¿Por qué sus hijos le habrán salido así si ella es buena? ¿Por qué no los mandas al diablo y te olvidas de ellos, abuelita? No me dice nada.
Entro al cuarto de tío Harold. Está escuchando La Traviata en la voz de Maria Callas. Baja el volumen. Es aburrida para mis gustos.
–¿Cómo te va en el cole? –le pregunto mientras reviso sus discos.
–Bien, Cami, ¿y a ti?
–Aburrida. ¿No crees que es mala idea estudiar con este calor?
–Sí, ¿pero qué se puede hacer? Nada. No le vamos a pedir al ministro que las clases sean en la playa, ¿no?
–Sería lo ideal.
Risas.
–¿Cómo va ese corazón, tío? –cambio de tema.
–Siempre hay algo por ahí.
–¿Cuándo sentarás cabeza, tío?
–Algún día, Camilita, algún día. Paciencia.
–Creo que tú nunca te has enamorado, tío.
–Cómo que no, hija.
–¿Y por qué no te casas?
–El matrimonio es demasiada responsabilidad para mí. No quiero terminar como John.
–¿Nunca te has enamorado de una de tus alumnas, tío?
–No, Camila. Ni loco.
–¿Por qué, tío? –me siento al borde de su cama.
–Porque es peligroso. Meto la pata, y me condenan a cadena perpetua por violín.
–¿Y si el amor es recíproco, tío?
–¿Tú crees que las autoridades van a decir eso? No, hija, claro que no. Para ellos los maestros somos seductores, violadores en potencia. Así sea un amor recíproco, el que pierde es el profesor. Así que a las alumnas las miro de lejitos nomás.
–¿Pero qué pasaría si te enamoraras locamente de una alumna? –me recuesto en su cama.
–Ya estoy viejo como para enamorarme locamente de alguien, menos de una chiquilla.
–Tú no das tu brazo a torcer, tío.
–Camila, a mi edad, tengo que actuar fríamente en el amor. ¿Qué gano metiéndome con una mocosa?
Me pongo colorada.
–Nada –se responde.
–O sea que tú buscas tu conveniencia, tío.
–Es que es así, Camila, lamentablemente. No me voy a pasar cinco años en la universidad para terminar con mis huesos en Lurigancho por culpa de una mocosa que no sabe ni limpiarse el poto, ¿no?
Me dan ganas de tirarle su disco en la cara. ¿Así también pensará el profesor?
–¿Tú tienes enamorado?
–No.
–¿Eres muy exigente o los chicos están ciegos?
–Los chicos de mi edad son inmaduros, tío, solo piensan en tomar, bailar, tener relaciones.
–Eso es lo malo. Pero no te preocupes que tienes el mundo por delante. Ya conocerás un chico que valga la pena.
¿De qué me vale tener el mundo por delante si el tiempo se me acabará en diciembre?
–¿Tú qué harías si una chica se te declara, tío?
–Nada. Así se me declaren, nada con mocosas. Tu abuela se entera, y me mata. Encima que Dina me denuncia.
Risas. En su última pelea con tía Dina, esta le acusó de hacerle regalitos a una alumna. Voy a ir a tu colegio y te voy a denunciar, le dijo. Tío Harold le había comprado un collar a tía Carolina para dárselo a una profesora.
–¿Cuándo se van a reconciliar, tío? –cambio de tema.
–No sé. Tú sabes cómo es ella.
La tía lo botó del cuarto que ocupaba cuando se nombró. Parece que quería que le pague el alquiler. ¿Cobrarle alquiler a su propio hermano?
–Lo sé. Pero deberían de hacerlo por la abuela.
–Justamente es por ella por lo que no lo hago. Dina la ha maltratado mucho.
–¿Tiene una lengua de serpiente, no?
–Mmm. No le puedes decir nada porque te manda al diablo.
La abuela entra al cuarto.
–Parece que el tío se va a quedar vistiendo santos, abuelita.
–Mi hijo se va a casar cuando yo me muera –dice la abuela.
La abuela es bien celosa con el tío. Para ella su hijo todavía es un nene. El tío no dice nada.
–Ponle Las mañanitas para tu papá.
A la abuela le gusta escuchar Las mañanitas en los cumpleaños. El tío busca un disco de Pedro Infante y lo pone a todo volumen.

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