-Falta
una semana para el fin del mundo –me dijo Nuria.
Le iba a decir ¿tú también crees en esas
estupideces?, pero me abstuve. Le sonreí y seguí oyendo su perorata sobre las
predicciones de los mayas asociándolas con los frecuentes temblores, los
abruptos cambios de temperatura, las lluvias diluvianas, hasta la crisis
española y la reelección de Obama: ¿te imaginas a un negro en la Casa Blanca? Me
imaginaba, pero imaginaba otras cosas, por ejemplo imaginaba cómo estaría la
Tierra el 22 de diciembre, un día después de su fin. ¿Estará sembrada de
cadáveres?, ¿bandadas de buitres y perros estarán dándose un festín con los
muertitos? ¿Habrá sobrevivientes? Todo depende de cómo se destruya el mundo,
dijo Nuria: si la Tierra estalla como una granada, me imagino que todos
saldremos despedidos hacia el espacio para perdernos en el infinito. Si llueve
fuego como en Sodoma y Gomorra, terminaremos convertidos en pollos a la brasa.
Si llueve como en las novelas de García Márquez, moriremos ahogados, los únicos
que se salvarán serán los tripulantes de los submarinos nucleares, aunque dudo
que haya tanta agua en los cielos, o en los mares, como para inundar las partes
altas de los continentes, así que escalamos el Everest y nos salvamos.
-¿Tú crees en esas predicciones, no? –me
dijo Nuria, después de refrescarse la garganta con una caña. La tendría seca de
hablar como una lora.
Ni en los mayas ni en Dios ni en el
diablo. Además, los mayas, y los incas y los mapuches y los aztecas, fueron
pueblos salvajes que en casi nada se diferenciaban de esos indígenas no contactados
que pululan en la Amazonía y de un montón de gente de nuestros tiempos cuyo
conocimiento científico se limita a Al fondo hay sitio, Combate y Esto es
guerra y dudo que hayan podido predecir con miles de años de anticipación el
fin del mundo. Ni el hijo de Dios. Este, cuando estuvo en la Tierra hace dos
mil años, dijo que solo el Padre sabía con exactitud el día exacto del
Armagedón y dudo que Dios haya sido tan generoso como para pasarles el dato a
unas pobres bestias si ni lo hizo con su pueblo escogido.
Lo que me sorprende es que haya gente tan
estúpida que crea en el fin del mundo y entre en pánico y hasta estén pensando
en suicidarse un día antes para no ver la catástrofe del 21 de diciembre. Ojalá
que lo hagan, así nos libramos de tantas bestias y el mundo será un mejor lugar
para vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario