Estoy escribiendo "Luz desnuda" y "La agonía de Juan de Dios". La primera es una novela donde todo es invento, mentira, ficción, chamullo, imaginación. La otra es la historia de mi padre, historia construida a partir de las cosas que me contaba, cosas que yo recuerdo, cosas que hemos vivido y compartido durante los 41 años que compartimos de nuestras vidas. "La agonía..." va a paso lento, a veces escribo una hoja al día, con suerte, otras media página, otras, nada. Me da pudor mentir en esta historia, sería fácil ponerme a inventar, pero siento como si traicionase la memoria de mi padre y no lo hago. Incluso hay cosas en las cuales no recuerdo los nombres de los protagonistas y prefiero dejarlo en duda en lugar de poner otro nombre. Yo sé que mi padre nunca vendrá a reclamarme, que podría trasgiversar su historia sin remordimiento alguno, pero sería traicionarme a mí mismo y no lo haré. En cambio, en "Luz...", todo es mentira, ninguno de los personajes existe, ni siquiera el Puerto Viejo de la historia es esa playa a donde fui alguna vez, es una mezcla de todas las playas que conozco, los personajes han nacido en mi cabeza y eso hace que la historia fluya sin dificultad alguna y no tengo remordimiento de degradarlos o ensalzarlos o cambiarles el nombre o meter de contrabando pasajes de mi vida porque al final no tengo que rendirle cuentas a nadie que a mí mismo.
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