Hoy hablaba con mi amigo Quesón a propósito de la mención de honor que acabo de ganar en el concurso de cuentos de la Asociación Cultural Peruano Japonesa y me decía ¿qué ganas ganando tantos premios? ¿Qué gano? Mucho, para empezar, mi ego crece hasta la estratósfera: ¿quién gana seis concursos en un año? Ninguno de los amigos que conozco, muchos de los cuales tienen maestrías, hasta uno tiene un doctorado, y nada, no es capaz de escribir una línea que valga la pena. Otro dijo recién cuando me jubile voy a escribir a full. Es lindo restregarle en la cara a tus amigos que has ganado un concurso literario, ver cómo sonríen de manera forzada, ver cómo se ponen verdes de la envidia. Pero no lo hago por eso, más bien es bonito que te premien por un pasatiempo, por una diversión, por un hobby, por algo que haces cuando tienes un poco de tiempo, tampoco soy Vargas Llosa para pasarme los días y la vida escribiendo. Cuando me dicen seguro escribirás todo el día, ¿no?, yo digo que sí pero en realidad escribo cuando puedo. Esos cuentos que tengo los tengo desde hace años, si hay por ahí un concurso, los corrijo y mando y a veces no pasa nada y otras gano aunque sea una mención de honor. Por ejemplo los cuentos de "Historias urbanas" con el cual gané el Premio Horacio 2004, fueron en su mayoría cuentos que escribí en La Cantuta, donde, por cierto, gané en dos ocasiones los Juegos Florales. El 2002 me nombré en el Magisterio. El 2003 participé por primera vez en los Premios Horacio con un puñado de poemas que yo creía eran los mejores que había escrito. No pasó nada, no gané ni una mención de honor. Entonces pensé si dos veces gané los juegos florales en La Cantuta, puede ser que pase algo. Y me puse a buscar mis cuentos, a corregirlos, y el 2004 gané el primer lugar en cuento donde Alonso Cueto y Guillermo Niño de Guzmán fueron los jurados. Igual pasó con este último concurso: yo tenía cuentos por aquí y por allá, colgados en mi blog y en otras revistas digitales, vi las bases y junté mis cuentos y en un par de semanas formé un libro y me gané una mención de honor. Yo contento porque les estaba dando una ojeada y, la verdad, les falta corregir muchas cositas. Será para otro concurso.
Y también participo por mis sobrinos, ellos son los que más se alegran y disfrutan cuando gano un premio y vamos a la Ceremonia de Premiación. Siempre recuerdan ese Horacio 2004 y esa ceremonia en La Católica donde, a pesar que a los que ganamos mención de honor apenas nos mencionaron y no nos dieron ni un miserable diploma de un sol, la recepción estuvo buena y mis sobrinos corretearon todo lo que quisieron y comieron todo el bufet que quisieron mientras yo estaba que botaba candela por todos los poros, pero feliz a la vez de verlos felices.
Y también lo hago pensando en mis padres. Ellos estarían más contentos que yo por cada premio obtenido.
Creo que me fui por las ramas en la explicación que le quise dar a Quesón, pero se entiende.
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