Hace nueve años, a las cinco de la mañana, mi madre, Nacho y yo emprendimos el camino a Chincho, el pueblo de mis antepasados. Fue una larga travesía a través de las montañas, cruzando abismos. Tenía tanto miedo que a veces quería desistir, inclusó me lastimé un pie y llegué a duras penas. Mamá, a pesar de sus 65 años y sus kilos de más, llegó en buenas condiciones. Hoy son solo recuerdos. Mamá ya no está, Nacho es un joven de trece años, yo ya estoy viejo. Esa fue la única vez que estuve en mi pueblo con mi madre. Volví otras veces, pero ya solo, a recordar.
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