-¡¡Pota, ganamos!! –gritó Cynthia-. ¡¡¡Ganamos!!!
Perú había derrotado uno a cero a Uruguay, con gol de Hernán Rengifo. Era una victoria después de un año de continuas derrotas y empates. En la plaza de armas del pueblo la gente seguía celebrando la victoria de la blanquirroja.
La que estaba triste era Marfe: la selección mapocha solo había logrado un empate con la vinotinto, frustrando las celebraciones por la casi segura clasificación a Sudáfrica. Pero igual Chile marchaba segunda, aunque el siguiente encuentro era con Brasil. Perú se las vería con Venezuela y ya todo el mundo auguraba una victoria de los incaicos.
-¡Al mundial! –dijo Cynthia, eufórica.
-¿Al mundial? –preguntó el profesor.
-Claro pues, profe, si hemos ganado.
El profesor se rió.
-Estamos últimos en la tabla de clasificación –dijo y, como para despertarla de su sueño, añadió-: Solo los cuatro primeros clasifican directamente al mundial y el quinto se va a un repechaje.
-Oh, pota, yo pensé que ya estábamos en el mundial.
-Pensaste mal pues.
-¿Y la apuesta, profe? –preguntó Marfe-. Usted dijo que Perú perdía.
-¿Qué apostamos? –dijo el profesor.
-Una caja de chelas –dijo Cynthia.
-Carajo, a ti te gusta chupar.
-Claro pues, profe, como a toda mujer.
Se rieron.
-¿No hay discoteca acá? –preguntó Marfe.
-No –dijo el profesor.
-Pucha, nosotras queríamos ir a bailar.
-Se pelaron pues.
-Pero podemos hacer aquí nuestra fiestita, ¿no? –dijo Cynthia.
-Claro –dijo el profesor-. Música hay, chelas hay, vino hay.
Cayó la noche. El profesor encendió la chimenea. Las noches eran heladas en Tornamesa. Prepararon chorizo para cenar y se sentaron junto al fuego. Por los parlantes brotaba la voz de Blondie cantando La marea está alta.
-¿Usted ha visto un mundial, profe? –preguntó Marfe.
-Dos –dijo el profesor-. Argentina 78 y España 82.
-Pota, nosotras estábamos en las pelotas de nuestros viejos –dijo Cynthia.
Risas.
-¿Y quiénes eran sus ídolos?
-Chumpitas, el Nene Cubillas, el Cholo Sotil, el Panadero Díaz, Oblitas, el Tanque La Rosa, Barbadillo –el profesor alzó su copa de vino-. Esos sí eran ídolo, no los pichiruches de ahora.
-Pota, profe, no hable así que el loco Vargas es lo máximo.
-Y juega en mi equipo –dijo Marfe-. El Fiorentini.
-Pero no ha ido a un mundial –dijo el profesor-. Y tampoco irá.
-Pota, profe, no sea boca salada –dijo Cynthia.
-Es que es la verdad, chicas, para qué las voy a ilusionar.
Marfe prendió la televisión justo en el instante en que pasaban un informe sobre la chica del puente Atocongo. Allí estaba su mamá, clamando justicia entre lágrimas. No pararé hasta ver al asesino de mi hija entre rejas, juró la mujer mientras sus vecinos en coro clamaban pena de muerte para el asesino de Carina. Se llamaba Carina, pensó el profesor. A mí me dijo que se llamaba Rossana. Ni Marfe ni Cynthia notaron la irónica sonrisa que se dibujó en su rostro.
-Cuando lo capturen, seguro le darán cadena perpetua –dijo Marfe.
-Es lo mínimo que se merece, ¿no, profe? –dijo Cynthia.
-Ajá –masculló el profesor, mirándola con odio disimulado. Mañana tu familia también pedirá cadena perpetua para tu asesino, tuvo ganas de decirle, pero no lo hizo.
-¿Por qué se metería a la mala vida siendo tan bonita? –preguntó Marfe después de darle un mordisco a su chorizo.
-Hay tantas razones –dijo el profesor-. Pero ya se sabe que la mala vida siempre termina mal.
-Como Marco Antonio –dijo Marfe.
-Marco Antonio era un estilista respetado –dijo Cynthia-. Era amigo de Gisela y de otras estrellas.
-Pero tenía su Mr. Hyde por dentro –dijo el profesor-. Tan feliz que parecía ser y era un pobre e infeliz cabro que pagaba para que lo hagan feliz un rato.
-Ay, profe, no hable así del finadito –dijo Cynthia.
-Es la verdad.
-Para mí que a Marco Antonio lo mató la banda de matacabros –dijo Marfe.
-Y a Rossana los mataputas –dijo el profesor.
-¿Rossana? –preguntó Cynthia, extrañada-. ¿Quién es Rossana?
-Perdón –dijo el profesor-. Quise decir Carina…
-El profe está pensando en otra jerma –dijo Marfe.
-No nos diga que ya le echó el ojo a otra miss –dijo Cynthia.
-Claro.
-Pota, usted no pierde su tiempo.
-A reina muerta, reina puesta –dijo Marfe. Alzó su copa-. ¡Salud por Chile!
-¡¡Salud!!
-¿Y quién es su nueva víctima, profe?
-La profesora Ana.
-Pota, esa está peor que su ex –dijo Cynthia-. Parece monga.
-No parece –dijo Marfe-. Lo es.
Estallaron las risas.
-Caramba, es buena –dijo el profesor.
-¿Buena en la cama o buena de buena? –preguntó Cynthia.
-Buena, dulce, tierna –dijo el profesor.
-Y apuesto que está pito –dijo Marfe.
Otra vez estallaron las risas. The Beatles interpretaba Yesterday.
-Eso es lo de menos –dijo el profesor.
-Pota, eso sí es amor –dijo Cynthia.
-¿Y cuándo se le manda, profe? –preguntó Marfe.
-Uno de estos días.
-Para estar con una jerma en la primavera.
-Ajá.
-Pota, estoy triste –dijo Cynthia.
-¿Por qué?
-El profe ya no nos invitará café ni nos traerá aquí de paseo.
-Caramba, todavía no pasa nada –dijo el profesor-. ¿Qué tal si me chotea, ah?
-No pierde nada intentándolo –dijo Marfe-. Aunque no los imagino tirando.
-¿Por qué?
-¿Se imaginan tirándose a una mongolita?
Risas.
-Nos miraremos las caras nada más.
-La intimidad es un factor importante en todas las relaciones –dijo Cynthia.
-¿Y entonces qué pasó contigo, ah?
-Se acabó.
-Esa relación estaba construida sobre un castillo de arena –dijo el profesor.
-O sea… -intervino Marfe.
-O sea que si una relación está basada solamente en la atracción de la piel, cuando esta atracción termina, se termina el amor, entre comillas.
-Así como su aventura con la profesora de teatro –dijo Marfe.
-Exactamente igual. Pía decía que yo era el amor de su vida, su media naranja, etc., pero en realidad era solamente deseo.
-¿Y usted la quiso?
-No. Solo le seguí la corriente.
-Qué pendejo –dijo Marfe.
-Caramba, se me presentó esa oportunidad, ¿qué querían que haga si estaba solo?
-Y cansado de rendirle culto a Onán –añadió Marfe.
-Ajá.
Rieron a carcajadas.
-Al menos tiraron rico –dijo Cynthia.
-¿Y qué pose le gustaba a la de teatro? –preguntó Marfe.
-No seas sapa, Marfe.
-Ya pues, profe, cuente. Cómo nosotros le contamos nuestras cosas.
-Esas son cosas íntimas.
-Ya, no se haga el tonto y hable.
-Seguro le gustaba el perrito como a Cynthia, ¿no?
-También.
-¿Y la sopita?
-También.
-Se le habrá cansado la lengua, profe.
-Hacía lo que podía.
-¿Y a ustedes les gusta la comunicación oral?
-Un poco –dijo Cynthia.
-¿Por?
-No sé… me da cosas.
-A mí me encanta –dijo Marfe.
-¿Cuándo fue la primera vez que lo hiciste?
-Casi a los quince –dijo Marfe. Guardó silencio. Bebió su vino. Los Bee Gees cantaban Too much heaven.
-Cuenta.
-Eso es íntimo.
-Ya pues –pidieron el profesor y Cynthia a la vez.
-Usted primero.
-Primero las damas.
-Un día vino a mi casa a quedarse una amiga. En la noche, ya en mi cuarto, empezamos a preguntarnos si nos había venido la regla, si teníamos pelos abajo. Ella me preguntó si sabía que en la cucarachita teníamos una pepita que crecía y se ponía dura cuando nos excitábamos. Me hice la tonta y le dije que no y ella me dijo si quieres te enseño dónde está y yo dije ¿a ver? y ella se quitó la ropa interior, se abrió de piernas y se empezó a tocar.
-Y le viste su pepita.
-Mmm.
-¿Y más pasó?
-Como mi pepita no crecía, Niurka me dijo ¿quieres que te lo haga crecer?
-Pota, ¿y?
-Y me lo empezó a acariciar.
-¡¡Pota!!
-Y te mojaste.
-Ajá. Y a gemir. Niurka se excitó y nos empezamos a besar y luego me lo besó.
-¿Y qué sentiste?
-Algo rico, maravilloso.
-¿Y desde allí te empezaron a gustar las mujeres?
-No –dijo Marfe. Vico C cantaba Me acuerdo. Los leños ardían en la chimenea tiñendo de granate los rostros de nuestros tres amigos-. Tenía doce años, estudiaba en el Liceo Naval de Valparaíso cuando me enamoré de una chiquita de otro salón.
-¿Cómo así?
-Ella siempre jugaba en el jardín con sus amiguitas a las muñecas y yo la contemplaba como una idiota desde el balcón de mi salón.
-¿Estabas enamorada de ella?
-Sí. Yo soñaba despierta con ella, soñaba que jugábamos, que nos besábamos.
-¿No te diste cuenta que eso no era normal?
-Claro que lo pensé. Me preguntaba qué pasaba conmigo, por qué me gustaba una de mi mismo sexo y no un chico como a mis amigas.
-¿Nunca le dijiste nada?
-No. Pensaba decírselo en la secundaria, al siguiente año pero, piña para mí, se fue.
-Oh, pota, qué triste.
-¿Fue el amor de tu vida?
-Sí. Porque después me enamoré de otras chicas, pero ese amor era puro, limpio, soñaba con jugar a las muñecas con ella. Ahora, si me enamoro de una chica, lo primero que pienso es cómo tendrá la cucaracha, si pelada o peluda, si le olerá bien, si le habrán hecho un oral.
-El primer amor es inolvidable –dijo el profesor.
-¿Y cómo fue la primera vez que usted se comunicó oralmente, profe? –preguntó Cynthia.
-Fue una mala experiencia –dijo el profesor. Bebió. Óscar Athié cantaba Fotografía.
-¿Por?
-La cucaracha de mi víctima apestaba a desagüe.
Risas.
-En serio.
-¿Se levantó a una cochina o qué, profe?
-A una chica que conocí en la discoteca. Mis amigos decían la sopita es rica, entonces yo quería experimentar. Fuimos a bailar y conocí a una chica y al final fuimos a tirar y lo primero que hice fue meterme su cucaracha en la boca…
-Y apestaba a mierda.
-Mmm. Olía a sábila y a pis.
-Seguro que vomitó.
-Me aguanté, pero nunca más se lo hice.
-Hasta su siguiente víctima.
-Ajá. De la segunda olía mejor y tenía buen sabor.
-Usted es un sopero, profe.
Las chicas se rieron.
-¿Y tú, Cynthia?
-¿Yo qué?
-¿Qué sentiste la primera vez que te lo hicieron?
-Cosquillas. No me gusta mucho.
-Seguro no te lo saben hacer.
-Será –dijo Cynthia.
-¿Y cómo fue cuando perdiste la virginidad?
-Ay, ya ni me acuerdo –dijo Cynthia-. ¿Vamos a dormir? Me ha dado sueño.
-Todavía es temprano –dijo Marfe.
-Ya es más de la medianoche –dijo el profesor-. Yo también tengo sueño.
-¿No quiere que lo acompañemos, profe?
-Hoy no –dijo el profesor-. Estoy trapo.
-¿Nunca ha hecho una orgía?
-Una vez –dijo el profesor.
-Cuente.
-Mañana –dijo el profesor-. Hora de dormir, chicas.
-Pota, me voy a quedar con la curiosidad.
-Paciencia.
***
-¿Conociste a Estrella?
La chica dejó de luchar por colocarle el preservativo. Le miró el rostro, escrutándolo. Estaba de cuclillas frente a él.
-¿Eres tombo?
-De la DIRINCRI.
-Vaya –dijo la chica-. ¿Y estás de servicio o has venido a tirar?
-Las dos cosas –dijo el teniente Gonzáles-. Estamos preocupados por lo que le pasó a Estrella.
-Por eso Panchito está asustadito –dijo la chica, acariciándole el miembro-. ¿Ya saben quién mató a la Poserita?
-¿La Poserita?
-Así le decíamos a Estrella –dijo la chica.
-¿Por?
-Le gustaban las poses, obvio.
-¿Y a ti cómo te dicen?
-La Rusa.
-¿Por?
-Obvio –dijo la Rusa, colocando el miembro del teniente entre sus grandes senos-. Los rusos son mi especialidad.
Soltó una aguda risita. ¿Estrella también le habría hecho un ruso a su asesino?
-En la DIRINCRI creemos que la Poserita murió a manos de un psicópata.
-Puta, ¿en serio? –la Rusa movía sus pechos de arriba hacia abajo como si se la corriera.
-Sí. Fue un crimen casi perfecto. Un crimen planificado al milímetro.
La Rusa le mojó el miembro con saliva para que la fricción no lo lastimara. El teniente sintió que su miembro empezaba a tomar consistencia. Pensó en las tetas de la Pamela Anderson, de la Luciana Salazar.
-¿Alguna de tus amigas vio con quién se fue la Poserita por última vez?
-Unas dicen que un chato, otras con un hombre vestido de negro.
-¿Vestido de negro?
-Así dice la Chuchona.
El teniente sonrió.
-¿A qué hora fue más o menos?
-Como a las diez, o antes. Después ya no la vimos. Al fin se te paró –la Rusa le colocó el preservativo-. ¿Te la chupo?
-Claro.
Se lo metió en la boca. Lo tenía caliente y húmedo. El teniente pensó en Garganta Profunda. Le acarició los cabellos ondeados. Recordó la cabeza rapada de Estrella.
-¿Alguien le vio el rostro al tipo vestido de negro? ¿Era alto, flaco, feo, guapo?
-La Chuchona dice que era flaco nomás y no tan alto.
-¿Le vio la cara?
-Sí, pero no se acuerda –dijo la Rusa, mientras se quitaba el jean. Tenía un calzón rosado-. Casi nunca nos fijamos con quiénes se van nuestras compañeras.
Tenía la piel blanca. Una sombra oscura en forma de corazón le cubría el pubis. Se echó en la cama con las piernas abiertas. ¿Hacerle un oral? ¿Hace cuánto que no lo hacía? Desde que estuvo con Lucy, pero a Lucy no le gustaba mucho.
-Hazme sentir.
El teniente se puso de rodillas frente a ella. Ella le agarró el miembro y lo guió hacia su interior. Empezó a entrar en ella. Adentro estaba caliente y húmedo. Era una sensación rica, húmeda. Lucy a veces la tenía fría, sus piernas eran frías. A veces pensaba que era frígida, que le abría las piernas porque en fin, no tenía otra opción.
Todavía la ajustaba.
-¿Cuánto tiempo en la chamba?
-Tres años –dijo la Rusa-. Estoy juntando para comprarme una combi y dejar esta vaina. Cansa ser puta.
-¿Se gana bien o no?
-Sí eres bonita, puedes hacer fortuna –dijo la Rusa, moviéndose-. Así como la Poserita. Quería irse a Holanda.
-¿A?
-A putear, ¿a qué más? Una vez un holandés le dijo que en Ámsterdam podía hacer fortuna con su belleza exótica. Estaba juntando para comprarse una flota de motataxis. ¿Es cierto que la mató un psicópata?
-Eso se sospecha. ¿Sabes si salía con alguien?
-Estaba sola –dijo la Rusa. Cerró los ojos-. No quería saber nada de los hombres desde que el papá de su hijita la dejó tirada como a un trapo viejo. Por eso se metió de puta: por despecho.
-Una historia triste. ¿Y tú?
-Soy enfermera técnica, como no encontraba trabajo, una amiga me trajo aquí. Au, eres zapatón.
El teniente sonrió.
-¿Quieres hacerme perrito?
-Claro.
La Rusa tenía un trasero abundante, blanco como una luna. En esa posición podía volarle la nuca sin dificultad alguna y sin hacer mucho ruido con una pistola con silenciador. Un hombre vestido de negro. Mr. Hyde. ¿Salió en busca de una víctima o se le ocurrió matarla en pleno polvo? No, no dejó ni un cabo suelto. Lo planificó todo. No podía fallar. Doctor Jekyll. Quizá un hombre con una inteligencia superior pero poseído por los demonios de algún trauma infantil. Tal vez una mujer jugó con sus sentimientos. ¿Qué haces cuando una mujer te trata como a un perro? O la olvidas, o la matas. Los demonios, los llamaba Vargas Llosa. Si ese crimen no había sido suficiente, era casi seguro que volvería a matar.
-¿Ya?
-Un poquito más. Te daré diez soles más.
-Es lo justo.
La Rusa tenía la cara enterrada en la almohada. Así era fácil agarrarla por la nuca y aplastarle la cara en la almohada hasta que sus pulmones estallaran en menos de un minuto.
Pensó en el trasero de la J.Lo. Un lugar entre las dunas. Una hendidura. Sintió que la cabeza le iba a explotar. Se movió con más rapidez.
-Al fin –dijo la Rusa-. Pensé que nunca ibas a terminar.
Le sacó el preservativo, le hizo un nudo y lo arrojó al tacho. Se puso el calzón y el jean y se peinó los cabellos.
El teniente sacó una tarjeta de su bolsillo y se lo entregó a la Rusa.
-Si averiguas algo, me llamas.
-Ok –dijo la Rusa.
El teniente salió del cuarto y se perdió en la oscuridad de la calle.
***
Esa fue la primera, mamá. Una por cada año de sufrimiento. Doce años sufriste por culpa de ese estúpido que se casó con una puta. Por culpa de esa puta Mariana y Carolina hicieron de tu vida un infierno. El único culpable era John. ¿Quién le mandó casarse con esa perra cuando no tenía ni donde caerse muerto? Claro, la perra esa se buscó un cojudo que la mantuviera. Él trabajando como un burro y ella con las piernas abiertas como una puta. Papá también sufrió hasta el último de sus días. Dieciséis años de pesadilla por culpa de esa puta. Sintió un odio inmenso en el corazón. Estaba frente a la tumba de sus padres con un ramo de rosas en las manos. Las espinas lo lastimaron pero él seguía apretando el ramo de rosas con furia mientras gruesas lágrimas surcaban sus mejillas. Esa perra será la última en morir, pero no morirá fácil, no le permitiré esa dicha, su muerte será un infierno, cada lágrima tuya la pagará caro, y John también, por imbécil, por meterse con una puta.
Perú había derrotado uno a cero a Uruguay, con gol de Hernán Rengifo. Era una victoria después de un año de continuas derrotas y empates. En la plaza de armas del pueblo la gente seguía celebrando la victoria de la blanquirroja.
La que estaba triste era Marfe: la selección mapocha solo había logrado un empate con la vinotinto, frustrando las celebraciones por la casi segura clasificación a Sudáfrica. Pero igual Chile marchaba segunda, aunque el siguiente encuentro era con Brasil. Perú se las vería con Venezuela y ya todo el mundo auguraba una victoria de los incaicos.
-¡Al mundial! –dijo Cynthia, eufórica.
-¿Al mundial? –preguntó el profesor.
-Claro pues, profe, si hemos ganado.
El profesor se rió.
-Estamos últimos en la tabla de clasificación –dijo y, como para despertarla de su sueño, añadió-: Solo los cuatro primeros clasifican directamente al mundial y el quinto se va a un repechaje.
-Oh, pota, yo pensé que ya estábamos en el mundial.
-Pensaste mal pues.
-¿Y la apuesta, profe? –preguntó Marfe-. Usted dijo que Perú perdía.
-¿Qué apostamos? –dijo el profesor.
-Una caja de chelas –dijo Cynthia.
-Carajo, a ti te gusta chupar.
-Claro pues, profe, como a toda mujer.
Se rieron.
-¿No hay discoteca acá? –preguntó Marfe.
-No –dijo el profesor.
-Pucha, nosotras queríamos ir a bailar.
-Se pelaron pues.
-Pero podemos hacer aquí nuestra fiestita, ¿no? –dijo Cynthia.
-Claro –dijo el profesor-. Música hay, chelas hay, vino hay.
Cayó la noche. El profesor encendió la chimenea. Las noches eran heladas en Tornamesa. Prepararon chorizo para cenar y se sentaron junto al fuego. Por los parlantes brotaba la voz de Blondie cantando La marea está alta.
-¿Usted ha visto un mundial, profe? –preguntó Marfe.
-Dos –dijo el profesor-. Argentina 78 y España 82.
-Pota, nosotras estábamos en las pelotas de nuestros viejos –dijo Cynthia.
Risas.
-¿Y quiénes eran sus ídolos?
-Chumpitas, el Nene Cubillas, el Cholo Sotil, el Panadero Díaz, Oblitas, el Tanque La Rosa, Barbadillo –el profesor alzó su copa de vino-. Esos sí eran ídolo, no los pichiruches de ahora.
-Pota, profe, no hable así que el loco Vargas es lo máximo.
-Y juega en mi equipo –dijo Marfe-. El Fiorentini.
-Pero no ha ido a un mundial –dijo el profesor-. Y tampoco irá.
-Pota, profe, no sea boca salada –dijo Cynthia.
-Es que es la verdad, chicas, para qué las voy a ilusionar.
Marfe prendió la televisión justo en el instante en que pasaban un informe sobre la chica del puente Atocongo. Allí estaba su mamá, clamando justicia entre lágrimas. No pararé hasta ver al asesino de mi hija entre rejas, juró la mujer mientras sus vecinos en coro clamaban pena de muerte para el asesino de Carina. Se llamaba Carina, pensó el profesor. A mí me dijo que se llamaba Rossana. Ni Marfe ni Cynthia notaron la irónica sonrisa que se dibujó en su rostro.
-Cuando lo capturen, seguro le darán cadena perpetua –dijo Marfe.
-Es lo mínimo que se merece, ¿no, profe? –dijo Cynthia.
-Ajá –masculló el profesor, mirándola con odio disimulado. Mañana tu familia también pedirá cadena perpetua para tu asesino, tuvo ganas de decirle, pero no lo hizo.
-¿Por qué se metería a la mala vida siendo tan bonita? –preguntó Marfe después de darle un mordisco a su chorizo.
-Hay tantas razones –dijo el profesor-. Pero ya se sabe que la mala vida siempre termina mal.
-Como Marco Antonio –dijo Marfe.
-Marco Antonio era un estilista respetado –dijo Cynthia-. Era amigo de Gisela y de otras estrellas.
-Pero tenía su Mr. Hyde por dentro –dijo el profesor-. Tan feliz que parecía ser y era un pobre e infeliz cabro que pagaba para que lo hagan feliz un rato.
-Ay, profe, no hable así del finadito –dijo Cynthia.
-Es la verdad.
-Para mí que a Marco Antonio lo mató la banda de matacabros –dijo Marfe.
-Y a Rossana los mataputas –dijo el profesor.
-¿Rossana? –preguntó Cynthia, extrañada-. ¿Quién es Rossana?
-Perdón –dijo el profesor-. Quise decir Carina…
-El profe está pensando en otra jerma –dijo Marfe.
-No nos diga que ya le echó el ojo a otra miss –dijo Cynthia.
-Claro.
-Pota, usted no pierde su tiempo.
-A reina muerta, reina puesta –dijo Marfe. Alzó su copa-. ¡Salud por Chile!
-¡¡Salud!!
-¿Y quién es su nueva víctima, profe?
-La profesora Ana.
-Pota, esa está peor que su ex –dijo Cynthia-. Parece monga.
-No parece –dijo Marfe-. Lo es.
Estallaron las risas.
-Caramba, es buena –dijo el profesor.
-¿Buena en la cama o buena de buena? –preguntó Cynthia.
-Buena, dulce, tierna –dijo el profesor.
-Y apuesto que está pito –dijo Marfe.
Otra vez estallaron las risas. The Beatles interpretaba Yesterday.
-Eso es lo de menos –dijo el profesor.
-Pota, eso sí es amor –dijo Cynthia.
-¿Y cuándo se le manda, profe? –preguntó Marfe.
-Uno de estos días.
-Para estar con una jerma en la primavera.
-Ajá.
-Pota, estoy triste –dijo Cynthia.
-¿Por qué?
-El profe ya no nos invitará café ni nos traerá aquí de paseo.
-Caramba, todavía no pasa nada –dijo el profesor-. ¿Qué tal si me chotea, ah?
-No pierde nada intentándolo –dijo Marfe-. Aunque no los imagino tirando.
-¿Por qué?
-¿Se imaginan tirándose a una mongolita?
Risas.
-Nos miraremos las caras nada más.
-La intimidad es un factor importante en todas las relaciones –dijo Cynthia.
-¿Y entonces qué pasó contigo, ah?
-Se acabó.
-Esa relación estaba construida sobre un castillo de arena –dijo el profesor.
-O sea… -intervino Marfe.
-O sea que si una relación está basada solamente en la atracción de la piel, cuando esta atracción termina, se termina el amor, entre comillas.
-Así como su aventura con la profesora de teatro –dijo Marfe.
-Exactamente igual. Pía decía que yo era el amor de su vida, su media naranja, etc., pero en realidad era solamente deseo.
-¿Y usted la quiso?
-No. Solo le seguí la corriente.
-Qué pendejo –dijo Marfe.
-Caramba, se me presentó esa oportunidad, ¿qué querían que haga si estaba solo?
-Y cansado de rendirle culto a Onán –añadió Marfe.
-Ajá.
Rieron a carcajadas.
-Al menos tiraron rico –dijo Cynthia.
-¿Y qué pose le gustaba a la de teatro? –preguntó Marfe.
-No seas sapa, Marfe.
-Ya pues, profe, cuente. Cómo nosotros le contamos nuestras cosas.
-Esas son cosas íntimas.
-Ya, no se haga el tonto y hable.
-Seguro le gustaba el perrito como a Cynthia, ¿no?
-También.
-¿Y la sopita?
-También.
-Se le habrá cansado la lengua, profe.
-Hacía lo que podía.
-¿Y a ustedes les gusta la comunicación oral?
-Un poco –dijo Cynthia.
-¿Por?
-No sé… me da cosas.
-A mí me encanta –dijo Marfe.
-¿Cuándo fue la primera vez que lo hiciste?
-Casi a los quince –dijo Marfe. Guardó silencio. Bebió su vino. Los Bee Gees cantaban Too much heaven.
-Cuenta.
-Eso es íntimo.
-Ya pues –pidieron el profesor y Cynthia a la vez.
-Usted primero.
-Primero las damas.
-Un día vino a mi casa a quedarse una amiga. En la noche, ya en mi cuarto, empezamos a preguntarnos si nos había venido la regla, si teníamos pelos abajo. Ella me preguntó si sabía que en la cucarachita teníamos una pepita que crecía y se ponía dura cuando nos excitábamos. Me hice la tonta y le dije que no y ella me dijo si quieres te enseño dónde está y yo dije ¿a ver? y ella se quitó la ropa interior, se abrió de piernas y se empezó a tocar.
-Y le viste su pepita.
-Mmm.
-¿Y más pasó?
-Como mi pepita no crecía, Niurka me dijo ¿quieres que te lo haga crecer?
-Pota, ¿y?
-Y me lo empezó a acariciar.
-¡¡Pota!!
-Y te mojaste.
-Ajá. Y a gemir. Niurka se excitó y nos empezamos a besar y luego me lo besó.
-¿Y qué sentiste?
-Algo rico, maravilloso.
-¿Y desde allí te empezaron a gustar las mujeres?
-No –dijo Marfe. Vico C cantaba Me acuerdo. Los leños ardían en la chimenea tiñendo de granate los rostros de nuestros tres amigos-. Tenía doce años, estudiaba en el Liceo Naval de Valparaíso cuando me enamoré de una chiquita de otro salón.
-¿Cómo así?
-Ella siempre jugaba en el jardín con sus amiguitas a las muñecas y yo la contemplaba como una idiota desde el balcón de mi salón.
-¿Estabas enamorada de ella?
-Sí. Yo soñaba despierta con ella, soñaba que jugábamos, que nos besábamos.
-¿No te diste cuenta que eso no era normal?
-Claro que lo pensé. Me preguntaba qué pasaba conmigo, por qué me gustaba una de mi mismo sexo y no un chico como a mis amigas.
-¿Nunca le dijiste nada?
-No. Pensaba decírselo en la secundaria, al siguiente año pero, piña para mí, se fue.
-Oh, pota, qué triste.
-¿Fue el amor de tu vida?
-Sí. Porque después me enamoré de otras chicas, pero ese amor era puro, limpio, soñaba con jugar a las muñecas con ella. Ahora, si me enamoro de una chica, lo primero que pienso es cómo tendrá la cucaracha, si pelada o peluda, si le olerá bien, si le habrán hecho un oral.
-El primer amor es inolvidable –dijo el profesor.
-¿Y cómo fue la primera vez que usted se comunicó oralmente, profe? –preguntó Cynthia.
-Fue una mala experiencia –dijo el profesor. Bebió. Óscar Athié cantaba Fotografía.
-¿Por?
-La cucaracha de mi víctima apestaba a desagüe.
Risas.
-En serio.
-¿Se levantó a una cochina o qué, profe?
-A una chica que conocí en la discoteca. Mis amigos decían la sopita es rica, entonces yo quería experimentar. Fuimos a bailar y conocí a una chica y al final fuimos a tirar y lo primero que hice fue meterme su cucaracha en la boca…
-Y apestaba a mierda.
-Mmm. Olía a sábila y a pis.
-Seguro que vomitó.
-Me aguanté, pero nunca más se lo hice.
-Hasta su siguiente víctima.
-Ajá. De la segunda olía mejor y tenía buen sabor.
-Usted es un sopero, profe.
Las chicas se rieron.
-¿Y tú, Cynthia?
-¿Yo qué?
-¿Qué sentiste la primera vez que te lo hicieron?
-Cosquillas. No me gusta mucho.
-Seguro no te lo saben hacer.
-Será –dijo Cynthia.
-¿Y cómo fue cuando perdiste la virginidad?
-Ay, ya ni me acuerdo –dijo Cynthia-. ¿Vamos a dormir? Me ha dado sueño.
-Todavía es temprano –dijo Marfe.
-Ya es más de la medianoche –dijo el profesor-. Yo también tengo sueño.
-¿No quiere que lo acompañemos, profe?
-Hoy no –dijo el profesor-. Estoy trapo.
-¿Nunca ha hecho una orgía?
-Una vez –dijo el profesor.
-Cuente.
-Mañana –dijo el profesor-. Hora de dormir, chicas.
-Pota, me voy a quedar con la curiosidad.
-Paciencia.
***
-¿Conociste a Estrella?
La chica dejó de luchar por colocarle el preservativo. Le miró el rostro, escrutándolo. Estaba de cuclillas frente a él.
-¿Eres tombo?
-De la DIRINCRI.
-Vaya –dijo la chica-. ¿Y estás de servicio o has venido a tirar?
-Las dos cosas –dijo el teniente Gonzáles-. Estamos preocupados por lo que le pasó a Estrella.
-Por eso Panchito está asustadito –dijo la chica, acariciándole el miembro-. ¿Ya saben quién mató a la Poserita?
-¿La Poserita?
-Así le decíamos a Estrella –dijo la chica.
-¿Por?
-Le gustaban las poses, obvio.
-¿Y a ti cómo te dicen?
-La Rusa.
-¿Por?
-Obvio –dijo la Rusa, colocando el miembro del teniente entre sus grandes senos-. Los rusos son mi especialidad.
Soltó una aguda risita. ¿Estrella también le habría hecho un ruso a su asesino?
-En la DIRINCRI creemos que la Poserita murió a manos de un psicópata.
-Puta, ¿en serio? –la Rusa movía sus pechos de arriba hacia abajo como si se la corriera.
-Sí. Fue un crimen casi perfecto. Un crimen planificado al milímetro.
La Rusa le mojó el miembro con saliva para que la fricción no lo lastimara. El teniente sintió que su miembro empezaba a tomar consistencia. Pensó en las tetas de la Pamela Anderson, de la Luciana Salazar.
-¿Alguna de tus amigas vio con quién se fue la Poserita por última vez?
-Unas dicen que un chato, otras con un hombre vestido de negro.
-¿Vestido de negro?
-Así dice la Chuchona.
El teniente sonrió.
-¿A qué hora fue más o menos?
-Como a las diez, o antes. Después ya no la vimos. Al fin se te paró –la Rusa le colocó el preservativo-. ¿Te la chupo?
-Claro.
Se lo metió en la boca. Lo tenía caliente y húmedo. El teniente pensó en Garganta Profunda. Le acarició los cabellos ondeados. Recordó la cabeza rapada de Estrella.
-¿Alguien le vio el rostro al tipo vestido de negro? ¿Era alto, flaco, feo, guapo?
-La Chuchona dice que era flaco nomás y no tan alto.
-¿Le vio la cara?
-Sí, pero no se acuerda –dijo la Rusa, mientras se quitaba el jean. Tenía un calzón rosado-. Casi nunca nos fijamos con quiénes se van nuestras compañeras.
Tenía la piel blanca. Una sombra oscura en forma de corazón le cubría el pubis. Se echó en la cama con las piernas abiertas. ¿Hacerle un oral? ¿Hace cuánto que no lo hacía? Desde que estuvo con Lucy, pero a Lucy no le gustaba mucho.
-Hazme sentir.
El teniente se puso de rodillas frente a ella. Ella le agarró el miembro y lo guió hacia su interior. Empezó a entrar en ella. Adentro estaba caliente y húmedo. Era una sensación rica, húmeda. Lucy a veces la tenía fría, sus piernas eran frías. A veces pensaba que era frígida, que le abría las piernas porque en fin, no tenía otra opción.
Todavía la ajustaba.
-¿Cuánto tiempo en la chamba?
-Tres años –dijo la Rusa-. Estoy juntando para comprarme una combi y dejar esta vaina. Cansa ser puta.
-¿Se gana bien o no?
-Sí eres bonita, puedes hacer fortuna –dijo la Rusa, moviéndose-. Así como la Poserita. Quería irse a Holanda.
-¿A?
-A putear, ¿a qué más? Una vez un holandés le dijo que en Ámsterdam podía hacer fortuna con su belleza exótica. Estaba juntando para comprarse una flota de motataxis. ¿Es cierto que la mató un psicópata?
-Eso se sospecha. ¿Sabes si salía con alguien?
-Estaba sola –dijo la Rusa. Cerró los ojos-. No quería saber nada de los hombres desde que el papá de su hijita la dejó tirada como a un trapo viejo. Por eso se metió de puta: por despecho.
-Una historia triste. ¿Y tú?
-Soy enfermera técnica, como no encontraba trabajo, una amiga me trajo aquí. Au, eres zapatón.
El teniente sonrió.
-¿Quieres hacerme perrito?
-Claro.
La Rusa tenía un trasero abundante, blanco como una luna. En esa posición podía volarle la nuca sin dificultad alguna y sin hacer mucho ruido con una pistola con silenciador. Un hombre vestido de negro. Mr. Hyde. ¿Salió en busca de una víctima o se le ocurrió matarla en pleno polvo? No, no dejó ni un cabo suelto. Lo planificó todo. No podía fallar. Doctor Jekyll. Quizá un hombre con una inteligencia superior pero poseído por los demonios de algún trauma infantil. Tal vez una mujer jugó con sus sentimientos. ¿Qué haces cuando una mujer te trata como a un perro? O la olvidas, o la matas. Los demonios, los llamaba Vargas Llosa. Si ese crimen no había sido suficiente, era casi seguro que volvería a matar.
-¿Ya?
-Un poquito más. Te daré diez soles más.
-Es lo justo.
La Rusa tenía la cara enterrada en la almohada. Así era fácil agarrarla por la nuca y aplastarle la cara en la almohada hasta que sus pulmones estallaran en menos de un minuto.
Pensó en el trasero de la J.Lo. Un lugar entre las dunas. Una hendidura. Sintió que la cabeza le iba a explotar. Se movió con más rapidez.
-Al fin –dijo la Rusa-. Pensé que nunca ibas a terminar.
Le sacó el preservativo, le hizo un nudo y lo arrojó al tacho. Se puso el calzón y el jean y se peinó los cabellos.
El teniente sacó una tarjeta de su bolsillo y se lo entregó a la Rusa.
-Si averiguas algo, me llamas.
-Ok –dijo la Rusa.
El teniente salió del cuarto y se perdió en la oscuridad de la calle.
***
Esa fue la primera, mamá. Una por cada año de sufrimiento. Doce años sufriste por culpa de ese estúpido que se casó con una puta. Por culpa de esa puta Mariana y Carolina hicieron de tu vida un infierno. El único culpable era John. ¿Quién le mandó casarse con esa perra cuando no tenía ni donde caerse muerto? Claro, la perra esa se buscó un cojudo que la mantuviera. Él trabajando como un burro y ella con las piernas abiertas como una puta. Papá también sufrió hasta el último de sus días. Dieciséis años de pesadilla por culpa de esa puta. Sintió un odio inmenso en el corazón. Estaba frente a la tumba de sus padres con un ramo de rosas en las manos. Las espinas lo lastimaron pero él seguía apretando el ramo de rosas con furia mientras gruesas lágrimas surcaban sus mejillas. Esa perra será la última en morir, pero no morirá fácil, no le permitiré esa dicha, su muerte será un infierno, cada lágrima tuya la pagará caro, y John también, por imbécil, por meterse con una puta.
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