Cuando recibí la llamada de la municipalidad de La Victoria para comunicarme que estaba entre los seleccionados entre los cuales se va a elegir al ganador del V Premio Ten en Cuento a La Victoria, el corazón casi se me sale por la boca. Era para no creerlo. Estuve tan contento que dejé que una buena cantidad de alumnos saliera al baño y la auxiliar me llamó la atención. Recién el jueves, durante la ceremonia de premiación, dirán cuál es el cuento ganador. Espero estar entre los tres primeros porque mi cuento, "Nocturno de La Victoria", lo he corregido hasta el cansancio durante un mes, por lo menos. Escribí varias versiones a mano, después las pasaba a la computadora, allí la corregía, la imprimía y la volvía a corregir, consultaba en el diccionario el significado de alguna palabra que me generaba dudas, volvía a imprimir, etc., hasta que dije más no se puede hacer y lo llevé y esperé y ahora a esperar lo que pasará el jueves. Los que están más alegres son mis sobrinos, para ellos cada victoria mía es la prueba de que su tío es inteligente, no es un pastrulo más que estudió algo, se puso a trabajar y allí se quedó, sino que trata de superarse, de ser un poco más en lo que le gusta hacer. Cada concurso ganado para ellos es la prueba que la edad no ha hecho mella en el cerebro de su tío, que no se ha vuelto estúpido como ciertas personas. Si me cae un dinerillo, mucho mejor, ya se acercan las vacaciones escolares de medio año y siempre es bueno salir a pasear, irse de viaje, salir a comer a la calle, y eso se consigue con plata, plata que escasea en estos tiempos de crisis donde nos dicen que el Perú Avanza pero para muchos avanza para atrás. A esperar al jueves entonces, y que gane el mejor, tampoco siempre voy a ser el número uno. Esta victoria compensa los concursos perdidos en lo que va del año. Y me le levanta el ego, las ganas de continuar.
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