Siempre a un año bueno, le sigue uno malo. Al buen 2004 le siguió un pésimo 2005, incluso con una muerte. Al buen 2007 le siguió un malo 2008 y después un terrible 2009 con otra muerte. El año pasado gané hasta las piedras. Cuando terminó, dije el que viene será el peor de mi vida porque la valla está alta, pero me estoy equivocando. Acabo de ser finalista en el concurso de novela corta Oscar Wilde en España, compitiendo con otras 227 novelas procedentes de muchos países. Estar entre los finalistas es un aliciente que te impulsa a seguir escribiendo con más ganas, pensando en la posteridad y no en el momento, porque es fácil prostituir la escrituta y la literatura, pero es más complejo escribir pensando en lo que vendrá. ¿Que si merecía ganas o no? Eso ya no depende de mí, y nunca he "llorado" por una derrota. Hay un premio en el que vengo participando hace veinte años y nunca he ganado ni una mención de honor, hay otras en las que he ganado en primera. Y ahora quizá se venga el premio mayor, ese con el que todos sueñan, aunque no creo que "Cazador nocturno" lo logre: estaba leyendo algunas páginas y hay cositas que no me gustan pero, siempre queda la esperanza, el contar los días hasta esperar la desición del jurado, si llegó a la final, ¿por qué no soñar con el Paraíso hasta que toque despertar? Al menos no será un despertar en el infierno.
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