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martes, 19 de enero de 2010

A mi madre

I
Vuelves a la tierra, a esa dulce tierra de tu infancia.
Vuelves al río, al río cuando era savia. Tierra y río se fundieron y de allí fuiste tomada tú, María Palomino Ceras.
Vuelves al sueño, al sueño cuando era estrella y tus negros y ondeados cabellos se vuelven constelaciones.
Tu luz perdurará, la luz de tus ojos, esa luz que veré mientras yo exista, mientras los caracoles dejen sus huellas en mi piel.
Vuelves al origen de la vida cuando el horizonte no sabía de miradas, cuando el silencio solo era poblado por las voces de los pájaros, cuando el cielo no sabía del vuelo de los aviones.
Vuelves al principio, cuando el agua no sabía de recipientes, cuando la música no sabía de instrumentos, cuando la sangre no sabía de cuerpos.
Vuelves a la tierra, a la semilla, cuando tierra y semilla eran un solo ser,
cuando el maíz brotaba alegre ante el llamado de la lluvia.
Vuelves a la tierra, madre. Y los pájaros cantan alegres, el río serpentea entre las pulidas piedras, los huesos se cubren de carne, las rosas se llenan de espinas, las cuencas de tus ojos se llenan de luz, el sol se vuelve en busca del girasol.
Renaces.

II
Hasta el tiempo está triste porque ya no estás aquí.
El día se ha vestido de colores grises y es por ti.
El sol en el horizonte apenas asoma, las aves ya no cantan;
las dalias han perdido sus aromas, las horas transcurren hacia el ayer
cuando estabas a mi lado y eras eterna.
Contemplo los lugares que nos vieron pasar, busco tu mirada
pero tú ya no estás.
Aquellos días de felicidad nunca más volverán,
se han hecho distintos nuestros destinos
muy a nuestro pesar.

III
Te has ido,
con tu partida llegó el silencio de las canciones,
los latidos irregulares de mi corazón.
La vida está poblada de recuerdos,
de los viajes a Ayacucho, a Huanta,
de esa caminata en busca de nuestros orígenes
cuando Nacho era una criatura,
¿te acuerdas?
Mujer que no te perdías un entierro,
que conocías de memoria el camino al camposanto,
ahora estás al lado de la abuela Eusebia, de don Pancho,
de Pelusa, del loquito Montes,
de todos los que te antecedieron.
Cierro tus ojos para que la oscuridad no los hiera,
pero tus párpados seguirán contemplando las imágenes
que vieron durante tu paso por la tierra,
los rostros de quienes te amaron,
a quienes amaste tú.
Madre, puedes descansar en paz
que yo velaré tu sueño.

1 comentario:

  1. Antes de todo felicitaciones amigo por los logros que sigues obteniendo,
    Me gustó lo que escribes sobre los presidentes, cosa que muchos teniendolos de frente no se atrverían..y tu?
    El poema a tu madre bellisimo...............
    Saludos Anita castro

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