Ando con una gripe de mierda que no ha dejado celebrar mi Premio Horacio, aunque será la excusa perfecta para no asistir a la celebración por el día del maestro. Nunca lo he hecho, nunca me he puesto a hacer cola por un plato de comida o la esperanza de ganarme cualquier cosilla que le dan a los maestros por su día. Si algo me gano, me lo gano con mi esfuerzo.
Quesón me preguntaba cuál es mi manera de escribir para acumular premios como quien gana medallas en el campo de batalla. No hay ningún secreto, solo escribir, emplear las palabras que uno conoce, no dársela ínfulas de escritor, menos de poeta y ponerte a inventar creyendo que eres bendecido por las musas. Nada de eso, yo escribo porque quiero, porque me gusta. Si he ganado algún premio o he publicado algún libro, ha sido por añadidura a lo que hago. Yo siempre he pensado que todas las personas podemos expresarnos por escrito, solo es cuestión de proponérselo, allá los que no lo quieran hacer, sobre todo mis colegas, que solo saben dictar clases y allí se quedarán hasta que un día les llegue su resolución de cese y a la mierda, medio año después se mueren porque no saben hacer otra cosa. Menos mal que yo tengo sueños, y todos los días me saco la mierda por hacer realidad mis sueños.
Tampoco me gusta relacionarme mucho con las personas de este oficio porque la mayoría se las dan de malditos y en lugar de hacer bien su trabajo prefieren darse a la perdición, y yo ya no estoy para eso.
Ojalá que para mañana esté bien, sino, faltaré.
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