Mi madre y Nacho en el Parque Infantil Morro Tupín en Huanta, Ayacucho el 2000, durante nuestro primer viaje a Ayacucho.
Hoy son dos mil días desde que mamá murió. Cada que escribo mi diario, voy contando los días que tiene desde que no está con nosotros. Cuando miro con los ojos bien abiertos la casa vacía, los lugares por donde anduvo, siento su ausencia y aún no puedo creer que se haya muerto, que nunca más la volveré a ver y me duele el corazón y la cabeza por tantas cosas compartidas. Donde quiera que ella esté, ojalá que haya alcanzado esa paz que no fuimos capaces de darle sus hijos.
Seguiré contando los días hasta que la muerte me sorprenda.
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