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lunes, 21 de junio de 2010

Día del padre

Toda la familia cuando recibí el Premio Horacio: mis viejos, mi hermana Carolina y mis sobrinos.
Ayer fue el día del padre, pero yo a mi padre lo recuerdo todos los días, a cada momento, igual a mi madre. Recuerdo las historias que me contaba una y otra vez desde que era niño, historias que a su vez se las contó mi abuelo Ignacio. Y también su historia personal, el daño que le hicieron sus tías, quizá si no me hubieran hecho eso, otra sería nuestra suerte, repetía siempre, a veces con rencor. Será por eso que nunca más se relacionó con la familia. Y yo salí a él: cero familia, ni primos ni primas ni tíos ni tías ni nada que se le parezca. Entre más lejos de ellos, mejor. Mi padre era un caballero, un hombre honrado que jamás le debió un centavo a nadie. Y eso también le saqué. Igual mi vieja, que nunca le pedía favores a nadie. Claro que tuvimos nuestras diferencias, sobre todo en el plano religioso: nunca se hizo a la idea que uno de sus hijos le saliera marxista y ateo a él que le fue fiel a su Dios hasta el último de sus días. Quizá debí ceder, pero igual en los últimos años nos llevamos bien y estaba orgulloso de mí, siempre le decía a la gente mi hijo es escritor y yo me avergonzaba aunque en el fondo me alegraba. Hasta ahora está en la pared de su cuarto el recorte del periódico de la primera vez que mi nombre salió porque había ganado el Premio Horacio de la Derrama Magisterial. La noche de la premiación estuvimos toda la familia junta y sé que fue feliz. Ojalá que ahora esté en ese Paraíso que soñó junto al mar, lleno de sol y gaviotas junto a la vieja y a Juan Ignacio y Eva y todos los que le antecedieron.

1 comentario:

  1. Bella imagen, es bueno poder recordar esos momentos aunque la nostalgía esté presente.


    Gabriela.

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