En la sala donde papá está internado hay un guachimán. Es un tipo antipático que se da sus ínfulas de no sé qué... de alguien que decide por los demás.
-¿A qué paciente viene a visitar? -pregunta.
-Al 203.
-No es hora de visita -dice, seco, cortante.
-Vengo de hacer unas gestiones en el Almenara -le digo-. Tengo que hablar con la enfermera.
-Pero cuidado con entrar donde el paciente -dice-. Allá está la enfermera.
Voy donde la enfermera, le informo mis gestiones, le pregunto si puedo visitar a mi papá. Pase, dice ella, ni siquiera me dice solo un ratito o algo por el estilo.
Cinco minutos después, salgo. El guachimán me mira. Lo miro: dan ganas de decirle tantas cosas, pero no lo hago, ¿para qué?
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